Amaía Bikuña fue receptora también de una sorprendente señal.
Ella, una mujer joven, se hallaba muy unida a su tío y padrino, al que llamaré M. A.

Amaía Bikuña. (Gentileza de la familia).

Imagen obtenida por Amaía a los pocos minutos de haber formulado la petición.
Las primeras noticias sobre lo ocurrido en 2005 las recibí por correo electrónico. Y, como tengo por costumbre, sometí el asunto a la técnica de la «nevera»[31]. Dejé pasar el tiempo y, tres años después, me reuní con Amaía y su marido en una importante capital del País Vasco. Era el 7 de noviembre de 2012.
Amaía relató lo sucedido y lo hizo exactamente igual que en los correos electrónicos.
No tuve duda. Decía la verdad.
He aquí, sintetizada, la singular experiencia:
—Mi tío y padrino —explicó Amaía— tuvo una existencia muy difícil. Tras el divorcio, la familia lo repudió y se quedó en la calle, sin nada… Murió el 5 de junio de 2005. A mí se me partió el corazón. Cinco días después —el 10 de junio—, hacia las 23 horas, me encontraba en casa. Vivimos en un tercer y último piso, en un bloque de viviendas. La ventana del dormitorio está orientada al sur… Me hallaba muy triste, como te digo… ¿Qué había sido de mi padrino?… Abrí la ventana y me quedé contemplando el cielo… Entonces me dirigí a Dios y pregunté: «¿Está vivo?»… Y supliqué: «Dame una señal de que mi padrino está bien».

Interpretaciones artísticas del dibujante Néstor Rufino Sánchez sobre la imagen tomada por Amaía Bikuña.
»Tomé la cámara de fotos, una Ixus 30 (digital), enfoqué al cielo, y disparé tres veces. Cada vez que lo hacía miraba la pantalla, pero no vi nada… Fue al disparar por tercera vez cuando apareció «aquello»…
Y Amaía volvió a mostrar la imagen que ya conocía y que fue analizada exhaustivamente en su momento.
—Comprendí —prosiguió la muchacha—. Dios me había escuchado… ¡Era la señal!… Me arrodillé y lloré… Mi tío está vivo.
—¿Cuál fue la pregunta que formulaste a Dios?
—¿Cómo está él? ¿Está vivo?
—¿Y cómo interpretas la señal?
—Mi tío y padrino está bien, y vivo.
—No tienes duda…
—Ninguna. Y te diré más: no me interesa averiguar qué es lo que aparece en la imagen. Yo sé lo que es. Sólo deseo compartirla con la gente que ve más allá… Esa foto es pura esperanza.
Y Amaía recalcó:
—Mi tío y padrino vive. No sé dónde, pero vive…
Comparto la firme opinión de Amaía. Después de la muerte hay vida; mucha más vida que ahora.