Epílogo
Coryn Jenkins nunca habló de su primera bofetada, de las circunstancias de esta o del artículo de su hermano. Jack murió llevándose el secreto a la tumba. Ella se iría igual. Hay cosas que no puedes desvelar a nadie. Ni siquiera a tus seres más queridos.
Unas semanas después de la desaparición de su amor, Coryn guardó sus cosas y encontró en el fondo de su cartera una carta dirigida al señor Kyle Mac Logan. Estaba fechada el 12 de julio… Franqueada desde Willington el mismo día. Coryn recordó que era la ciudad natal de su marido. Cuando la sacó del sobre cayó una foto. De una mujer mayor con el pelo canoso y un corte severo. Sin embargo, su sonrisa rezumaba una ternura maternal.
Hola, Kyle:
Me llamo Julia Dos Santos y hoy soy una mujer muy vieja. La vida se ha tomado su tiempo para hacerme entender ciertas cosas. No tengo ninguna prueba de que seas el chico en quien he pensado todos los días de mi vida. Sin embargo, tengo la certeza.
Nunca nos hemos visto, pero un día hablamos por teléfono. Tú tenías cinco años. Era mi último día de trabajo… Te he llevado dentro de mí todos estos años.
No he tenido hijos. Mi vida… La vida… En fin, sé que tú lo entenderás. Siempre he seguido tu trabajo, y me siento orgullosa de la persona en la que te has convertido.
Me gustaría decirte que he pensado en ti como en un hijo.
JULIA
Coryn sabía quién era Julia, sabía también que se había marchado justo antes del nacimiento de su hija. Cotejó su foto con la de Kyle. Las miró un buen rato. Miró la imagen de Kyle un buen rato.
A miles de kilómetros, Jane se sentó al piano de la gran sala de La Casa. Las dos mujeres cerraron los ojos y la música invadió el espacio.