35
—Volví a hacerme invisible por instinto. Pero si hui fue por culpa de…
—Jack y yo.
—Tú… —Coryn le acarició una mejilla—. Tú… porque eres lo que eres. Y Jack porque, de una manera u otra, intentará encontrarme y tarde o temprano me matará. Lo sé.
Se le apagó la voz. Jack la arrastró de nuevo a un pasado que quería borrar de su vida. Había desconectado de la realidad y sentía pánico.
—Coryn, escúchame. Tengo…
—No volveré —continuó sin prestarle atención—. No voy a caer en la trampa. No me atrevo…
Kyle le cogió las manos y añadió que tenía algo que decirle. Ella se sentó enseguida.
—Ha huido —dijo Coryn palideciendo.
—Está en el hospital.
Kyle le contó lo que sabía. Añadió que había que esperar a que el Cabronazo se consumiera solo.
—El tiempo no ha cambiado nada. No siento ninguna compasión por él. Ni el menor deseo de perdonarlo. Cada día pienso en lo que hizo con mi vida durante años. Pienso en sus manos… No consigo deshacerme de ellas.
—Lo sé —dijo él abrazándola con fuerza.
¡Oh, sí! Los dos lo sabían. Las vidas se entrelazan de manera curiosa…
—… y el odio no termina nunca —dijo ella—. Nunca se debilita, y eso me desconsuela.
—¿Por qué? Tú no tienes que excusarte. Yo sé lo que es el odio. Es un monstruo contra el que luchas toda tu vida para que no te mate.
—Quiero hablar con Jane.
Se vistieron sin decir palabra, valorando el peso de lo que los aplastaba. Su felicidad dependía de Jack. Qué fatalidad… Seguía ejerciendo ese poder sobre ella. Sobre ambos, en adelante. Ese repulsivo hombre seguía proyectando su sombra y decidía, en cierto modo, su futuro.
Coryn sintió náuseas cuando Kyle le subió la cremallera del vestido. A él su espalda le pareció preciosa, y no podía imaginarse que a miles de kilómetros otra mano subía también otra cremallera. Con el mismo silencio. Pero sin ninguna emoción.