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Coryn ya no se permitía pensar cualquier cosa. Cerró la puerta blindada, dejó a Christa en el balancín del salón y, sin siquiera quitarse el abrigo, desgarró el sobre. Dentro había una hoja plegada en cuatro. Leyó, temblando, las escasas palabras escritas con letras alargadas de trazo grueso en el centro.
El mensaje que el conserje del hotel había enviado por correo una semana antes tenía la misma intensidad que cuando fue redactado. Coryn pronunció en voz alta «Zihuatanejo», y tuvo la sensación de que Mary estaba con ella en su salón blanco.
Era inútil escribir nada más. Cuando las palabras son superfluas, saben desaparecer. Se dijo que el tiempo y el espacio no eran dimensiones inmutables en el universo. Es más, ese día se asemejaba a un día de Navidad. Coryn había recibido los regalos con los que soñaba y que no osaba pedir. El artículo de Timmy y la carta de Mary. Dos regalos. «Bueno, tres, si cuento la sonrisa de la cartera», se dijo divertida antes de quedarse petrificada. Porque también había recibido una advertencia. Malcolm tenía miedo de su padre… El cual, y no podía venirle mejor, estaba de viaje. Casi un regalo complementario. «Solo que vuelve esta noche.»
La joven echó más leña al fuego de la chimenea, tapó a Christa con la manta y se sentó en el sofá. Los espárragos captaron su mirada. Estuvo en un tris de levantarse para meterlos en el frigorífico, pero no lo hizo. Abrió el periódico y leyó la entrevista de Timmy. Estaba bien hecha, era ocurrente e impactante. Las últimas líneas la conmovieron:
—«No voy a preguntarle cuáles son sus fuentes de inspiración, pero me gustaría saber a qué se aferra cuando, como todo el mundo, pasa un mal trance en su vida».
Kyle había respondido:
—«A las ramas de los árboles. En particular, de un abedul».
Eran las últimas palabras de la entrevista. «En particular, de un abedul.» Palabras escogidas para hacer diana. «Dios mío», se dijo Coryn. Miró las dos fotos. En la más grande salían los tres chicos sosteniendo en los brazos a Patsi, tumbada a lo largo. Era sencillamente magnífica. Y la segunda… la segunda era una fotografía de Kyle sentado en un sofá. Solo. Se había apartado el mechón y miraba al objetivo. A Coryn le pareció que tenía la misma expresión que cuando le había preguntado si quería almorzar con él. ¡Oh! Le habría gustado tanto… Le habría gustado tanto oír de nuevo su voz. ¿Le habría dicho Timmy que era su hermano?
Sí, ese artículo, su contenido, era un regalo suplementario. Lo que sumaba un total de… Coryn cerró los ojos. Quizá se quedó dormida. Pero estuvo soñando, eso seguro, hasta que Christa despertó.