Al día siguiente del crimen
Todo se desarrolló más deprisa de lo que convenía al criminal. Sólo veinticuatro horas más tarde de haber cometido el asesinato, sin darle tiempo a nada, los perros de los pastores descubrieron el crimen. El asesino estaba entonces preparando una segunda visita al horno de cal con varias botellas de gasolina, dispuesto a rematar la tarea.