El crimen de los pastores
Juan Nieto, guarda de Villadepera, fue informado de que dentro del término municipal del pueblo se había visto pastando ganado de Moralina, el municipio colindante, por lo que, en cumplimiento de su deber, se encaminó hacia donde le señalaron con el fin de reconvenir al infractor o infractores de la frontera municipal y, al mismo tiempo, denunciarles imponiéndoles una sanción para sucesivo escarmiento. Ésta fue la última misión del guarda, quien desapareció sin que volviera a saberse nada de él en muchas horas. Juan era un hombre curtido en el campo, de avanzada edad, pero todavía fuerte, que se ganaba la vida con el sueldo que le daba el municipio y pequeñas tareas como arreglar vides o ayudar a la siembra. A sus 84 años conservaba la agilidad necesaria para cumplir su cometido. Los habitantes de la comarca respetaban su autoridad y, que se supiera, jamás había tenido un incidente grave. En el terreno estrictamente personal destacaba que vivía del todo solo. Una mujer se ocupaba a diario de arreglarle la casa y le lavaba la ropa una vez a la semana. A la mañana siguiente de su desaparición tanto la lavandera como otra vecina se extrañaron de la ausencia del guarda, aumentando su inquietud cuando el día 25 tampoco dio señales de vida, por lo que fueron avisados el alcalde y el juez de paz, que decidieron esperar unas horas antes de dar comienzo a intensas batidas. Quedaba la posibilidad de que el desaparecido regresara a su domicilio tras cumplir alguna misión o recado que se ignorase. Juan solía llevar encima el poco o mucho dinero que tuviera pues no se fiaba de dejarlo escondido en su casa, de la que faltaba desde que salía muy temprano hasta que regresaba, vencida la tarde. No se le conocían amistades íntimas con las que pudiera haber decidido de repente pasar unos días, ni se le conocía una ausencia parecida en todo el tiempo que llevaba prestando sus servicios. El transcurso de las muchas horas desde su desaparición hacía pensar lo peor. Y eso era lo cierto porque Juan, a 50 metros de la frontera municipal de Villadepera, ya en el terreno de Moralina, se encontró con alguien desconocido con el que se había enfrentado, desencadenándose un grave incidente. El individuo al que el guarda había llamado la atención, situado en un plano superior, le había arrojado desde arriba una piedra que le había derribado. Una vez tumbado e indefenso en el suelo, fue golpeado con otras piedras, y finalmente, rematado con la misma azada que llevaba en sus manos. Un honesto guarda había recibido una brutal muerte, pero ¿quién lo había matado? ¿Por qué lo habían asesinado?