Sospechosos
• Ramona, una mujer de vida airada que había recibido un préstamo de la víctima. Su relación, que comenzó siendo un «asunto de negocios», había derivado a una cuestión sentimental. Desde hacía varios meses, intentaba cancelar el préstamo sin pagar los altísimos intereses que le eran exigidos y se mostraba dolida porque, pese a sus encuentros amorosos, la víctima se mantuviera inflexible en la reclamación del dinero.
• Francisco, un inversionista que había dedicado la mayor parte de sus ahorros a un supuesto negocio propuesto por Julio, sintiéndose estafado. A cambio de su inversión le había prometido un documento de garantía y un empleo. No le dio ninguna de las dos cosas. La situación de Francisco era angustiosa. Vivía de su pensión de militar prácticamente jubilado. Había sido maestro herrador, ahora por enfermedad en situación de disponible forzoso, y se había quedado sin ahorros, la única esperanza que tenía para salir de sus problemas económicos.
• Herminia, dueña de un negocio de hostelería que metida en un apuro necesitó una cierta cantidad de dinero, conociendo por este motivo a la víctima, que se lo dio a un interés muy elevado y obligándola a firmar un documento por el que se obligaba en caso de traspaso a cedérselo a él por la exigua cantidad de 20.000 pesetas, algo que, mal negociado, podría proporcionarle más de 300.000. La actuación de Julio además hizo que Herminia resultase denunciada por estafa.