Más sobre los sospechosos
• Emilio, «el Trueno», había atado y golpeado a una mujer y se le creía autor de al menos un atraco. Pero no había pruebas para detenerle ni para culparle como sádico agresor de mujeres. Lo único que ni él mismo negaba era su fijación por perseguir a las viudas.
• Alfredo, unos meses antes del crimen, el domingo de Resurrección, sufrió algo muy desagradable. Trabajó hasta muy tarde el sábado y el dueño del taller le invitó, a él y a otros obreros, a tomar un bocado y unas cervezas. Al terminar, Alfredo se sintió enfermo. En el camino a su casa perdió el conocimiento y alguien le quitó la ropa y el jornal que había cobrado. Al amanecer lo encontraron tirado en una esquina, inmóvil y sin habla. Pasó veinticuatro horas inconsciente. Al recuperarse, lo que sucedió tres días después, no recordaba nada. No sabía lo que le había ocurrido.