Misterio en el barrio chino
Un individuo solitario penetra en una clínica dermatológica adonde normalmente acuden personas de todo tipo y condición a tratarse de dolencias inconfesables. Muchas de estas «clínicas» situadas en el camino del barrio donde se agrupa el comercio sexual eran por aquella época simples comercios en los que personas sin escrúpulos ni título médico alguno se aprovechaban de la necesidad de los clientes que iban buscando principalmente dos cosas: alivio para sus males y discreción.
El hombre que entra en el establecimiento situado hacia la mitad de la calle lo hace sin recelo. Se nota que conoce el lugar y que no es la primera vez que lo visita. Pasa al despacho donde se encuentra con Carlos, el propietario del negocio y encargado de atender a los clientes, quien le saluda con afecto. Carlos, que vive solo, tiene 59 años de edad, es corpulento y padece desde hace años una grave enfermedad cardiovascular.
Durante la Guerra Civil hizo muchos y buenos negocios que le produjeron sustanciosos beneficios. No es una persona que necesite mucho para vivir y por eso disfruta de una posición económica muy sólida. Por el contrario, su situación sentimental y humana es mucho más débil. Su existencia transcurre separado de su familia y personalmente nunca logró recuperarse de un episodio de la guerra en el que murió su esposa, quedando él muy afectado. En ese preciso instante está consumiendo un café que ha traído de un bar contiguo a la clínica y que abandona encima de la mesa para atender al hombre que entra.
La conversación que se entabla entre los dos salta de un motivo a otro, centrándose finalmente en el objeto de la visita. El propietario de la clínica es por lo general una persona poco comunicativa que atiende al público con una frialdad cercana a la asepsia.
Escucha los males que le cuentan, examina con ojos de experto al enfermo y, si lo cree conveniente, le hace pasar a la sala de espera, o al consultorio, ambas habitaciones situadas a continuación una de otra en el largo pasillo que conduce al interior de la casa, al fondo de la cual tiene su domicilio. Pero, en esta ocasión, Carlos se limita a charlar con el recién llegado olvidando su café, que se enfría sin remedio. El hombre que le visita mientras habla da vueltas a unas vendas convirtiéndolas en cordoncillo tal vez sin propósito determinado. La conversación es cordial, a veces intrascendente, pero llena de sobrentendidos. En un momento determinado, Carlos se dirige a la puerta de acceso de la clínica y la cierra con llave. Acto seguido invita a su visitante a acompañarle hasta la zona de vivienda del establecimiento. Los dos llegan por el largo pasillo hasta la amplia habitación donde hay una mesa, sobre la que se encuentran varias botellas, algunas sillas, un armario y una cama. Carlos dice algo apresuradamente, unas frases que enfadan sobremanera al individuo que le acompaña. Éste, sin detenerse a pensarlo, empuña una de las botellas de la mesa y golpea con ella a Carlos en el cráneo. Por efecto del golpe, el propietario de la clínica trastabillea y acaba derrumbándose en el suelo. Su agresor entonces le arrastra hasta el enorme lecho que está junto a la pared del fondo. Allí, con la venda que ha estado transformando en un cordoncillo mientras parecía que jugaba con ella, ata las muñecas de su víctima sujetándolas fuertemente a la cama. Poco después, Carlos sale de su aturdimiento y valiéndose de su corpulencia se revuelve arrastrando la cama y consiguiendo soltarse de ella aunque continúa preso por las muñecas. Esta acción provoca de nuevo el furor del atacante, que vuelve a golpearle con la botella. Sin dejar que reaccione, le patea con saña; y finalmente, le acuchilla hasta siete veces con un fino estilete.
Una de las cuchilladas le acierta entre las cejas. El agresor ha perdido los nervios por completo y necesita serenarse antes de recuperar el dominio sobre sí mismo. Sudoroso, respira hondo, recostado sobre la pared, y cuando consigue rehacerse, sale abandonando a su víctima sobre un charco de sangre. El dueño de una oscura clínica ha sido asesinado…, pero ¿quién lo ha hecho? ¿Por qué lo han asesinado?