¿Por qué había rastros de tres personas?
Muy sencillo: Mariano confesó ser el autor del asesinato cuando la Guardia Civil se presentó en su casa dispuesta a detener a José Ramón, su padre. Fue en ese momento cuando, además de declararse autor, dio toda clase de detalles sobre cómo cometió el crimen. Pero no fue sólo Mariano el que llegó a inculparse, sino que Robustiano confesó entonces, tal vez influido por la dramática inculpación de su hermano mayor, que le acompañó la noche aciaga del crimen. De los tres rastros de personas, uno pertenecía a la víctima, otro al criminal y el tercero a su hermano, que le hizo compañía. Mariano, el criminal, afirmó una y otra vez que no intervino. Los dos hermanos, hasta entonces considerados y respetables, dejaron en todo momento fuera de la conjura criminal al padre. Los investigadores, que en principio detuvieron a los tres, se vieron obligados a dejar en libertad a José Ramón a las pocas horas. Mariano confesó también que había estado al acecho. Es decir, que había premeditado su crimen; tan grande era su odio.