Tanto Yagüe como Muñoz Grandes aparecen en la correspondencia como los típicos españoles de siempre. En su caso ponían su nombre, sus contactos personales —la estrecha amistad existente entre ambos— al servicio de lo que creían justo.
El 14 de diciembre de 1945 le escribe la viuda de un antiguo compañero, con tres hijos, que había hecho la guerra como oficial republicano de Carabineros, en la que le pide ayuda para que su hijo de diez años pueda entrar en el Colegio de Huérfanos de la Guardia Civil, ya que el Cuerpo de Carabineros había sido suprimido —entre otras cosas por su poca afección a la sublevación del 18 de julio—, o que le consiga una beca para un colegio civil o militar «donde pueda hacerse un hombre». Le responde que escriba a la junta que preside el general Sáenz de Buruaga, pues así «se enterará con detalle de su caso y nos dirá a cada uno lo que debemos hacer para ayudarla».[613]
Existe otra carta que envía el general a su conocido Florentino Fernández, fiscal provincial de Tasas de Burgos, en la que le pide:
Me dicen que están Vds. buscando un botones, y hay una pobre viuda con tres hijos y tres pesetas de sueldo, que ofrece un chico de catorce años, listo, educado y con cultura más que común a su edad por haber cursado algunos estudios de segunda enseñanza. Yo le agradecería mucho que ayude a esta necesitada si es posible. El chico se llama Ángel Murga Pérez y es hijo de la portera de la casa de General Mola número 14.