La sorpresa se había perdido, aunque Yagüe pudo apreciar que la moral del enemigo era muy baja. Se decidió a atacar. A las seis y media de la mañana del 5 de febrero situó su puesto de observación en las alturas del Concejo, al nordeste de Portalrubio, y ordenó dar comienzo a la ofensiva. Daba comienzo la Batalla del Alambra.
Cuando los navarros de la 4ª División iniciaron su avance la visibilidad era casi nula. Una espesa niebla invernal, muy cerrada, semejante a la que vio Napoleón en la llanura de Pratzen al comienzo de Austerlitz, impedía distinguir nada en el campo de batalla. Nada más abrir la niebla la artillería franquista abrió fuego, al tiempo que los aviones de los sublevados se enseñoreaban del cielo. El avance de los soldados del Cuerpo de Ejército Marroquí había comenzado a las nueve y media, con dos horas de retraso sobre lo previsto, pero de forma coordinada con el inicio del avance de los hombres de Aranda, del Cuerpo de Ejército de Galicia, y con la división de caballería de Monasterio. Las defensas rojas quedaron pulverizadas por el empuje de los nacionales, que envolvieron sin mucha resistencia los núcleos defensivos del Ejército Popular en los pueblos de Pancrudo y Alpeñés. Ante el empuje enemigo las tropas republicanas retrocedieron desordenadamente por la orilla izquierda del río Alfambra, siendo hostigadas en su huida por los cazas nacionales. Su retirada se prolongó a lo largo de todo el día 5 y de los días 6, 7 y 8 de febrero. La acción más espectacular corrió a cargo de la División 5ª de Navarra y, sobre todo, de la caballería, que realizó la última carga de su historia.
El día 8 de febrero cayó en manos nacionales la orilla derecha del Alfambra, hasta Villalba Baja, quedando seriamente amenazadas las posiciones republicanas en Teruel. Los hombres de Varela fueron los encargados de limpiar y avanzar por esta orilla.
Una vez comenzada la ofensiva comentó Yagüe a un corresponsal de guerra: «Ante y desde estas cumbres tenían vista los rojos y observaban todo su campo y el nuestro. Nosotros, en el llano, estábamos ciegos, porque no veíamos más que el terreno que pisábamos. Ahora son ellos los que han quedado ciegos. Nosotros vemos cuanto deseamos».[363]
El día 17, tras una nueva derrota del Ejército Popular en Vivel del Río, se inició la marcha para embolsar definitivamente Teruel. Las tornas se habían dado la vuelta. El Marroquí ocupó las alturas más importantes y cruzó sin dificultad el río Alfambra. El 19 empezó la última fase de la ofensiva de Yagüe, que le llevó a entrar el 22 en la capital turolense.
La victoria en Alfambra, la liberación de Teruel, mostró a Franco el camino hacia la victoria final. La ofensiva republicana había sido sólo un éxito propagandístico, ya que la breve conquista de Teruel no significó una ventaja estratégica para la República. La contraofensiva de los nacionales evidenció que en campo abierto sus soldados eran absolutamente invencibles. El Caudillo comenzó a mirar en dirección a los campos de batalla que rodeaban al río Ebro como el mejor escenario para poner fin a la guerra. El verdadero resultado de la victoriosa contraofensiva nacional en Teruel se iba a poner de manifiesto apenas dos semanas después en la ofensiva de Aragón.
Dos días después de la liberación de Teruel, el 24 de febrero, Franco celebró una reunión con los seis generales jefes de sus cuerpos de ejército y de la agrupación aérea que debía darles cobertura. Su nuevo plan consistía en romper el frente republicano por el bajo Ebro. La punta de lanza del ataque la llevarían nuevamente los soldados del Cuerpo de Ejército Marroquí de Yagüe. La decisión de llevar a cabo esta ofensiva suponía el abandono definitivo de los planes previstos para tomar Madrid, en contra de la opinión del jefe de la Legión Cóndor.
La recuperación de Teruel llevó a Rojo a evaluar las posibilidades que tenía Franco tras su última victoria. Para el Estado Mayor republicano eran dos: proseguir su ofensiva explotando el éxito, es decir, lanzarse desde el saliente de Teruel hacia el mar y cortar en dos la zona republicana; o retomar los planes interrumpidos por la ofensiva del Ejército Popular y volver a lanzarse sobre Madrid a través de la Alcarria. En cualquier caso, pensaba Rojo, tenían que transcurrir al menos dos meses antes de que los nacionales pudiesen lanzar una nueva ofensiva. Rojo, como casi siempre ocurrió a lo largo de la guerra, se equivocaba. Apenas transcurridos dos días de su victoria en Teruel, Franco decidió romper el frente por Belchite y avanzar hasta el río Guadalope.
En muy poco tiempo las maltrechas divisiones nacionales fueron reorganizadas. Franco y Dávila reunieron en el valle del río Huerva tres cuerpos de ejército (Marroquí, Galicia y Castilla), con un total de once divisiones, a las que se sumaron las tres italianas del CTV listas para emprender una nueva ofensiva.
Las fuerzas que mandaba Dávila fueron las encargadas de lanzar la nueva ofensiva. Su ejército era una gran unidad formada por 300.000 hombres, con 750 cañones, que encuadraba 7 cuerpos de ejército —entre los que estaban los arriba citados— y un total de 26 divisiones, una de ellas de caballería, apoyadas por la Brigada Aérea Hispana, la Aviación Legionaria y la Legión Cóndor. Frente a ellos la República desplegaba casi el mismo número de hombres, 600 cañones y numerosos aviones (350 aparatos, de los que 150 eran cazas), aunque algo inferiores a los nacionales. Todas estas unidades republicanas estaban encuadradas en el Ejército del Este bajo el mando del general Pozas, en el de Levante del general Hernández Saravia, y en el de Maniobra (inicialmente a las órdenes directas del ministro de la Guerra y luego del coronel Hernández Menéndez), organizadas en 9 cuerpos de ejército.
El 3 de marzo de 1938 Yagüe trasladó su cuartel general a la Almunia de Doña Godina, procediendo inmediatamente a reorganizar sus unidades de cara a los duros combates que iban a tener que afrontar. Franco le informó de que su cuerpo de ejército iba ser la punta de lanza de la nueva ofensiva y que iba a contar con el pleno apoyo de la Legión Cóndor.
La ofensiva de Aragón iba a dar comienzo el 9 de marzo de 1938, y fue diseñada por los generales Dávila y Juan Vigón, su jefe de Estado Mayor, pensada para desarrollarse en tres fases o etapas. En la primera se atacaría la zona situada al sur del Ebro, para llegar hasta Vivel del Río, población que había sido el límite norte de las operaciones desarrolladas en la Batalla del Alambra. Las tropas nacionales tenían que avanzar hasta la línea Calanda Caspe hasta el río Guadalope. En la segunda cruzarían el Ebro, avanzando hasta el Cinca. En la tercera se lanzarían a la carrera hasta llegar al mar por los campos situados al sur del cauce del Ebro.
Al ejército de Dávila, en la Instrucción General n° 30, se le asignaba como misión inmediata la de batir al enemigo desplegado al sur del Ebro, desde Fuentes a Vivel del Río y seguidamente perseguirlo, destruir las fuerzas que afluyeran a la zona comprendida entre el Ebro y el río Guadalope para, finalmente, llevar «nuestras líneas» al valle de este último río.
Para la nueva ofensiva contaba Yagüe con la 5ª División de Navarra, de Sánchez González, la 13ª de Barrón, la 150 de Muñoz Grandes, más las divisiones 105ª y 15ª mandadas respectivamente por Santiago[364] y García Escámez. En reserva quedaría la I' Agrupación Autónoma de Navarra, a cuyo frente se encontraba García Valiño.[365]
De los aproximadamente 300.000 hombres que integraban el ejército nacional en Aragón, unos 45.000 estaban encuadrados en el Cuerpo de Ejército Marroquí, fuerzas a las que se sumaba un importante grupo de carros de combate, alemanes y rusos, capturados, que iban a permitir ensayar a Yagüe su pequeña blitzkrieg.
Las fuerzas de Yagüe estaban desplegadas entre Fuentes, Cariñena y Villanueva de Huerva. Al otro lado de las trincheras que ocupaba el Marroquí estimaba Yagüe que habría unos 40.000 soldados enemigos, organizados en diez brigadas, la mayor parte de origen catalán y valenciano, aunque a lo largo de los combates la República llegaría a movilizar cerca de 110.000 hombres para frenar a Yagüe.
A las seis menos veinticinco de la mañana del 9 de marzo de 1938 Yagüe ordenó avanzar.[366] Tenía la misión de recuperar Belchite y Caspe con el apoyo del batallón de carros alemanes Panzer I, apodados por los españoles «negrillos», y de T-26 rusos capturados que prestaban servicio en la Legión,[367] apoyados por la mayor parte de las unidades aéreas y algunas antiaéreas de la Legión Cóndor.
El día 9, con buen tiempo, y tras la mayor preparación artillera y aérea acaecida hasta entonces —210 toneladas de bombas, un cifra récord para toda la guerra— proporcionada por la Legión Cóndor, dio comienzo el ataque entre Fuentes de Ebro y Fuendetodos. Enfrente se hallaban el XII° Cuerpo de Ejército republicano, que se desbandó al primer empujón, y el XXI° Cuerpo de Ejército, que se portó algo mejor, ofreciendo resistencia a los soldados de Aranda y a los italianos del CTV. La documentación franquista nos dice sobre estos combates:
CUERPO DE EJÉRCITO MARROQUÍ. ESTADO MAYOR.
SECCIÓN 3ª
Anticipo telefónico.
PARTES DE NOVEDADES.
Correspondiente al día 9 de marzo de 1938.
AL GENERAL JEFE DEL EJÉRCITO DEL NORTE.
Con arreglo a la orden de operaciones y previa intensa preparación artillera y bombardeo de aviación, fue roto esta mañana el frente enemigo y nuestra infantería, en vigoroso avance, envolvió y ocupo las fuertes posiciones llamadas de «El Frontón», a caballo de la carretera de Villanueva (km 20 y 21) que, como el pueblo de Fuendetodos, quedaba en nuestro poder antes de mediodía. Nuestro avance continuó por el centro sin interrupción, alcanzándose al anochecer el macizo del Vértice Cruz, y llegándose hasta el km 32 de la carretera de Belchite.
Por nuestra izquierda (norte) también se arrolló y rompió el frente enemigo, llegándose a las cotas 670 al norte de sierra Gorda y a las alturas al norte de Balsa de Bancalada, al mismo tiempo que se atendía a la limpieza de posiciones y bosque que queda en la bolsa creada. Por nuestra derecha (sur) se ocuparon sucesivamente las posiciones enemigas de Vértice Umbría — Pezón — Desgarradero — El Portichuelo — Las Suertes y Los Planos — Aliagares — Cantera y Pueblo de Aguilón.
El enemigo, aunque duramente quebrantado, ha tratado de oponer bastante resistencia en algunas posiciones de segunda línea, lo que aumentó el castigo que ha sufrido, pues son numerosos los muertos que ha dejado en nuestro poder y que por la rapidez y profundidad de nuestros avances no pueden todavía precisarse, pero los recogidos pasan de un centenar, entre ellos un capitán de artillería. Se le han hecho 80 prisioneros y se le han cogido una batería de 7,5, una pieza de 7, dos piezas antitanque, bastantes armas automáticas, fusiles y un depósito de municiones, quedando en el campo mucho material y armamento sin recoger.
Nuestras bajas han sido un oficial muerto y dos heridos, y de tropa, tres muertos y 113 heridos.