Yagüe puso de manifiesto siempre que tuvo ocasión su forma de pensar en materia social, su forma de ver el futuro de España y de los españoles, no sólo en el discurso de Burgos. Un mes después de esta intervención, Gerardo Salvador Merino[459] le pidió que interviniese en un gran acto político en Galicia. El ambiente estaba caliente y pedir hablar a Yagüe era una clara provocación a las fuerzas conservadoras que formaban parte del entramado que daba vida y fuerza a la España franquista.
Merino venía del socialismo radical, del que había desertado al ser asesinada su madre por sus camaradas del PSOE cuando intentaban matar a su padre, miembro destacado de la CEDA. Al comenzar la guerra entró en Falange, en el grupo más radical y revolucionario, poniendo especial interés en potenciar la rama sindical y obrerista del falangismo. En 1938 Gerardo Salvador Merino fue nombrado jefe provincial de La Coruña, en sustitución de Germán Álvarez de Sotomayor. Sería poco después destituido por haber autorizado un durísimo discurso de Yagüe, en el mes de mayo, pronunciado en la plaza de toros de aquella ciudad. Salvador Merino volvió al frente hasta el final de la guerra. Sobre la intervención de Yagüe en La Coruña nos dice Ridruejo:
[en] mayo del 38 sus trabajos [los de Merino] habían avanzado bastante y consideró posible convocar una gran concentración popular en la plaza de toros de La Coruña y tuvo la idea atrevida de ofrecer la tribuna del acto al general Yagüe, que encontraba así la manera de sacarse su espina extremeña.
Yagüe era un demagogo nato. Habló con fuego. Relanzó la palabra «revolución» e incluso habló claramente de cancelar las discriminaciones y corregir las persecuciones. No tengo a mano el texto que la jefatura de La Coruña divulgó con prodigalidad y que yo mismo ayudé a difundir, pero no creo equivocarme sobre su sentido.
Naturalmente, se produjo el tirón de riendas. El acto fue desaprobado por el mando. El general Yagüe fue convocado a Burgos para sufrir una represión que, muy probablemente, tuvo un tono amistoso. El jefe Salvador Merino fue destituido fulminantemente y sustituido por un carlista blando —Julio Muñoz Aguilar— cuya iniciativa de más vuelo en Galicia sería, más tarde, la de abrir una suscripción popular para regalar a Franco el Pazo de Meirás.