Sin duda el único que tiene una visión clara de la situación, que vela fría y honradamente por los intereses de España, es el conde de Jordana. Afortunadamente para los españoles tiene la total confianza del Caudillo y frente a unos y otros logrará mantener a España fuera de la guerra. Aunque no sin problemas.
En el primer Consejo de Ministros que se produjo tras el desembarco aliado Franco conservó en sus carteras a los ministros más intervencionistas. Durante el mismo se acordó impedir el paso de unidades alemanas por España a cualquier precio; evitar incidentes en Marruecos con los Aliados; dar instrucciones a Orgaz para que controlase de cerca a Yagüe, que iba a ir a mandar el Ejército de África; y calmar a los alemanes con ventajas económicas y abriendo la mano en relación a la propaganda nazi en España. Franco sabía que no podía hacer otra cosa.
Los cien mil hombres de Vichy sólo ofrecieron una resistencia simbólica a la invasión estadounidense. El 11 de noviembre, a tres días escasos del desembarco, la resistencia francesa a las tropas de Patton había cesado, lo que provocó que los alemanes ocuparan toda la Francia de Vichy. El 16 de noviembre los Aliados ya dominaban Marruecos y Argelia, siendo los alemanes dueños de Túnez, donde se preparaban para contraatacar. Unos días después, el 22 de noviembre, los rusos embolsaban al VI Ejército alemán de Paulus en Stalingrado.
Franco, como siempre prudente, actuó para garantizar la neutralidad efectiva de España y para seguir en el poder. Por Decreto de 12 de noviembre de 1942 Yagüe es nombrado general jefe del X Cuerpo de Ejército, de todas las fuerzas del protectorado. En Marruecos estaba de alto comisario Orgaz, un juanista y aliadófilo coyuntural convencido. Para neutralizar sus posibles desvaríos, Franco, aconsejado por Asensio, decide enviar a Yagüe. Su presencia en Marruecos, piensa Franco, equilibrará la balanza y garantizará que nadie conspire contra su caudillaje. Con esta decisión Franco volvía a mover sus peones con inteligencia, demostrando que era el único capaz de jugar la partida en el complicado tablero español y en el internacional, logrando unir los intereses de España y los suyos propios en una sola causa: Jordana, grato a los Aliados; Arrese a los alemanes; Orgaz a los Aliados; Yagüe a los alemanes. La balanza quedaba equilibrada.
Los monárquicos juanistas seguían soñando con derrocar a Franco y eliminar a la Falange a cualquier precio, incluso por medio de un golpe militar: existían fuertes rumores de una posible sublevación de Orgaz en Marruecos, de acuerdo con Aranda y con otros generales —Múgica, Alcubilla y Ríos Capapé— en espera del reconocimiento aliado.[574] Por este motivo Franco se decidió a rehabilitar a Yagüe y enviarlo a África. Franco habló uno a uno con sus generales más destacados y les convenció de que la hora de la monarquía no había llegado. Palacios cita el siguiente documento existente en los archivos de la Fundación Francisco Franco que demuestra las intenciones de Orgaz en esos momentos:
De la entrevista con el general Múgica y con el general Alcubilla existe una referencia directa, pues el general Múgica, de una manera espontánea, ha dicho que al consultarle el general Orgaz, el general Alcubilla se limitó a escuchar, y él expuso su disconformidad con la manera de llevar a cabo el proyecto, que supondría una escisión en el ejército y que por otra parte entendía que cualquier cambio de régimen debía ser traído por el propio gobierno, puesto que ya en declaraciones del Generalísimo se ha hecho público que cuando el momento oportuno llegue, se traerá la monarquía.
Otra muestra del estado de ánimo del general Orgaz en esta primera etapa, que como ya hemos dicho era de gran excitación y nerviosidad, es la repetición de las frases del general por sus más íntimos colaboradores. Así, por ejemplo, el teniente coronel Ruiz Fornells, ayudante del general, pone en boca de su general las siguientes frases: «Esto no tiene arreglo. Hay que anticiparse». El propio señor Castillo, cónsul general de España en Tánger, comentando, con aprobación, el estado de ánimo del general, dice que le dijo a él que habría la solución monárquica «con Franco, sin Franco o contra Franco».
[...] De su estancia en la Península no hay más referencia que lo que él contó a su regreso, que es lo siguiente: que fue al Pazo de Meirás con el firme propósito de sugerir al Caudillo la necesidad apremiante de implantar la monarquía, pero que una vez en presencia del jefe del Estado, pensó que era obligado dar cuenta al ministro del Ejército antes de hacerlo al Generalísimo, y consecuente con ello guardó un absoluto silencio sobre el asunto, que expuso luego a su regreso a Madrid al general Asensio.
[...] A su regreso se le encuentra mucho más aplanado, como si en España no hubiera encontrado apoyo a sus propósitos, y aunque parece que ha desistido de llevarlos a la práctica de un modo inmediato, se cree que sigue pensando en llevar adelante sus proyectos.