En sus memorias inéditas recuerda el capitán Merino, uno de los ayudantes de Yagüe y principal colaborador en la preparación del alzamiento, el incidente:
—¡Dios! —exclamó Yagüe a media voz—. ¡Con las ilusiones que puse en la preparación de todo esto!
—Lo comprendo, mi coronel —respondió el capitán Merino—, pero debe reservar sus energías para futuras empresas en esta guerra. Franco le necesita; él no puede estar en todas partes y... ¡son tan pocos los que pueden ayudarle eficazmente! Creo, por otra parte, que tal como está defendido Madrid, y no llevando usted directamente la maniobra... ¡no se romperá el frente y Madrid no será liberado!
—¡Ése es mi dolor! —contestó Yagüe—. La maniobra adoptada la considero errónea, ya lo saben ustedes, y todo se ha complicado con la presencia de unidades extranjeras bien armadas. Sin embargo, si yo pudiese estar con mi gente mañana, si Dios me permitiese permanecer aquí, venciendo por un lado a los rojos y por otro las «alegrías» de José Enrique [Varela], algo me bulle en la cabeza que daría al traste con la defensa de Madrid.