A los tres días de comenzado el avance los nacionales entraron en Ciudad Real sin encontrar ninguna resistencia. Las últimas ciudades en manos del Gobierno de la República pasaban a manos de Franco sin casi resistencia: Madrid, Cuenca, Valencia, Albacete, Almería, Jaén, Cartagena, Alicante...
En toda España se siente que la paz está próxima. La tranquilidad que se vive en el frente permite a Yagüe dedicarse a cuestiones que no son estrictamente militares. El día 27 de febrero se trasladó a Zaragoza para luego viajar el 28 a Burgos. El día 1 de marzo fue recibido por el Generalísimo. El día 3 fue a Salamanca y partió el 4 de marzo para Mérida, donde instaló el P. C. de su cuerpo de ejército. El día 12 de marzo asistió en Badajoz al homenaje que le rindió la ciudad en agradecimiento por su liberación. Allí recibió del ayuntamiento el título de «Hijo Adoptivo». El día 16 continuó viaje hacia Cáceres, donde le fue entregada por el ayuntamiento la Medalla Conmemorativa de la Liberación de Guadalupe.
Los alemanes, al terminar la guerra, opinaban que militarmente habían destacado dos generales: Yagüe como táctico y Vigón como estratega y jefe de Estado Mayor.
En estos momentos sólo el PCE quería seguir luchando, sin saber los contactos entre Moscú y Berlín, y sin reconocer que las potencias europeas —Francia y el Reino Unido— habían claudicado ante las exigencias y amenazas de Hitler.
La inmensa mayoría de mandos profesionales del Ejército Popular, con la excepción de Miaja, eran partidarios de terminar con la guerra: Matallana, Casado, Menéndez, Escobar, Moriones, Camacho, Bernal y Buiza, reunidos el 27 de febrero en el aeropuerto de los Llanos de Alicante, estaban decididos a poner fin a unas hostilidades que sólo servían para retrasar una derrota total inevitable.
Entre el 5 y 6 de marzo la flota republicana abandonó el puerto de Cartagena para entregarse en las colonias francesas de Argelia y Túnez. Esta acción coincidió con el golpe de Casado.
Entre el 6 y el 11 de marzo se produjeron importantes combates dentro de Madrid entre casadistas —partidarios de la rendición— y las tropas fieles a los dictados de las autoridades comunistas. El jefe de los comunistas, general Barceló, fue fusilado por los golpistas. La situación la decidió la llegada de una columna anarquista que Cipriano Mera mandó a Madrid. Se pagaban viejas facturas entre las diversas facciones que integraban el Frente Popular, enfrentadas desde el mismo comienzo de la guerra.
El 24 de marzo da comienzo la última campaña militar de Yagüe para tomar las minas de Almadén y Ciudad Real, que se lleva a cabo sin ningún contratiempo. El parte de guerra republicano del 25 de marzo señala: «Sin novedad en todos los frentes». Los dos últimos partes, de los días 26 y 27, únicamente informaban de la «anunciada» ofensiva de los sublevados en el frente de Extremadura y de la ocupación por los franquistas de «algunas posiciones propias» en el sector de Pozoblanco. También comentaban que la ofensiva en el sector de Toledo supuso la ocupación de alguna posición. Finalmente se señala de forma escueta lo que estaba ocurriendo en los frentes de Extremadura, Levante, Centro y Andalucía, con las siguientes palabras, las últimas escritas en un parte de guerra republicano: «Sin noticias de interés». La República acababa de perder la guerra, y su derrota era irrelevante por esperada y sabida.
El 26 telegrafía Queipo de Llano a Yagüe instrucciones del Caudillo en relación a las formas de actuar en los días previos a la llegada de la paz:
Betis, 26 de marzo de 1939, III Año Triunfal.
EL GENERAL JEFE DEL EJÉRCITO DEL SUR
AL GENERAL JEFE DEL CUERPO DE EJÉRCITO MARROQUÍ.
S. E. el Generalísimo en teletipograma de esta fecha me dice lo que sigue:
Sírvase V. E. ordenar a los mandos de los GG. UU. de ese ejército se extreme el tacto con los prisioneros y pueblos que se ocupen, haciéndoles saber que se castigará ejemplarmente todo desmán o desafuero que se corneta por las tropas ocupantes. Acuse recibo.
Lo que traslado a V. E para su conocimiento y exacto cumplimiento, significándole lo comunique directamente a las divisiones de su mando. De orden de S. E.
EL CORONEL JEFE DE E. M
J. CUESTA. Rubricado.
El 28 marzo las tropas franquistas entran en Madrid. Franco ha tardado en tomar la capital treinta y un largos meses. El «¡No pasarán!» acuñado por los defensores de Madrid se convierte en «¡Ya hemos pasao!», que canta con desparpajo Celia Gámez. Madrid va a ser liberado sin lucha:
Era en aquel Madrid de hace dos años
donde mandaban Prieto y don Lenín.
Era en aquel Madrid de la cochambre,
de Largo Caballero y de Negrín.
Era en aquel Madrid de milicianos,
de hoces y de martillos y soviet.
Era en aquel Madrid de puño en alto,
donde gritaban «¡No pasarán!».
«¡No pasarán!», decían los marxistas.
«¡No pasarán!», gritaban por las calles.
«¡No pasarán!», se oía a todas horas
por plazas y plazuelas con voces miserables.
Ya hemos pasao y estamos en las cavas.
Ya hemos pasao con alma y corazón.
Ya hemos pasao y estamos esperando
pa'ver caer la bola de la gobernación.
Este Madrid es hoy de Yugo y Flechas,
es sonriente, y juvenil.
Este Madrid es hoy brazos en alto,
sin signos de flaqueza, cual nuevo abril.
Este Madrid es hoy de la Falange,
siempre garboso, y lleno de cuplés.
A este Madrid que cree en la Paloma,
hoy que ya es libre así le cantare:
«Ya hemos pasao», decimos los facciosos
«Ya hemos pasao», gritamos los rebeldes
Ya hemos pasao, y estamos en el Prado
mirando frente afrente a la señá Cibeles.
No pasarán, la burla cruel y el reto.
No pasarán, pasquines en las paredes.
No pasarán, gritaban por el micro,
chillaban en la prensa y en todos los papeles.
¡Ya hemos pasao!
El 1 de abril de 1939, tras dos años y ocho meses de guerra, Franco y sus partidarios se alzaban con la victoria absoluta. Radio Nacional anuncia el final de la guerra: «En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado. Burgos, 1° de abril de 1939 (Año de la Victoria). El Generalísimo Francisco Franco Bahamonde».[438]
El final de la guerra cogió a Yagüe en Mérida, al mando de la Legión y del Cuerpo de Ejército Marroquí. Al conocer la noticia comentó a los que le rodeaban en un momento tan señalado: «¡Cómo habría disfrutado en este día mi viejo amigo Mola!» Pocos días después desfilaba el Marroquí, con todo el Ejército del Sur, por Sevilla, ante Franco.
El 19 de mayo se celebra en Madrid el primer Desfile de la Victoria, el primero de los treinta y siete que presidiría Franco. En el mismo participaron 120.000 hombres que, al son de la marcha de la Cruzada, desfilaron con paso marcial por el Paseo de la Castellana. Al terminar el desfile Franco hizo entrega de su espada al cardenal Gomá en la iglesia de Santa Bárbara.
Inmediatamente «su» cuerpo de ejército comenzó a ser disuelto, volviendo cada unidad a sus guarniciones de origen. En su última Orden General, de 19 de abril de 1939, Yagüe se despidió de sus soldados con estas palabras:
Orden General del Cuerpo de Ejército Marroquí del día 19 de mayo de 1939, en Mérida (Año de la Victoria).
¡Soldados del Marroquí!
Por vuestro valor sereno, por vuestro espíritu de sacrificio, por vuestra pericia y decisión, habéis sido el asombro del mundo; habéis conseguido, bajo el mando directo y genial del Caudillo, la victoria más grande y trascendental de la historia; habéis pregonado a los cuatro vientos que a la vieja raza hispana le sobra vigor para cumplir su gran misión en la historia, y para vivir sin tutelas de nadie la vida austera, religiosa y militar por la que fue y volverá a ser grande, poderosa y creadora.
Podéis volver a vuestros pueblos satisfechos y lucir con orgullo vuestras gloriosas cicatrices: merecéis gratitud y premio, y lo tendréis. Pero vuestra misión no ha terminado; acabáis de vencer a un enemigo salvaje y terrible, pero luchaba de frente y caía cara al sol como vosotros. Ahora, para lanzar a nuestra España por la ruta gloriosa e imperial que soñaban nuestros muertos, tenéis que luchar con enemigos sutiles, egoístas y cobardes que están dentro y fuera de España, a la derecha y a la izquierda, y que tratarán de impedir o de frenar vuestra marcha triunfal.
Son los que viven bien cuando nosotros mal vivimos en un régimen colonial. Son los que pretenden mantener privilegios absurdos y vivir sin freno ni justicia. Son los de horizonte limitado, vida material y alma lugareña que, incapaces (hasta en este momento sublime, clave de nuestra historia) de construir la gran catedral que reclaman nuestros muertos, quieren hacer capillitas. Son los que nada hacen para aumentar el poderío y riqueza de España, parásitos que viven de la savia del que trabaja y produce.
A este enemigo más peligroso, más cobarde que el otro, hay que vencerlo para ganar la paz y cumplir el sagrado compromiso contraído con aquellos que desde los luceros fiscalizan nuestra conducta.
La táctica a seguir es análoga a la seguida hasta ahora.
Antes, vuestra disciplina, vuestra pureza y vuestra fe permitieron crear rápidamente un ejército fuerte, eficaz y disciplinado, que ha sido el instrumento precioso con el que el Generalísimo ha ganado la guerra. Ahora, vuestra disciplina, vuestra pureza y vuestra fe deben hacer patente, glorioso y disciplinado al partido único para que sea el instrumento precioso con el que el Caudillo único gane la paz.
Antes habéis seguido sin titubear el camino que os trazaron vuestros jefes, aun sabiendo que por allí rondaba la muerte. Ahora debéis, aunque os pidan sacrificios y trabajos, obedecer ciegamente, con fe en el Caudillo y seguridad de que, al fin, encontraréis una vida digna y humana.
Os pusisteis sin titubear del lado de una España pobre y débil, porque la asistía la justicia y la razón, y no os importó tener enfrente enemigos poderosos. Ahora poneos también del lado del pobre y del débil si le asisten la razón y la justicia, por poderoso que sea el que se ponga enfrente.
En los momentos difíciles habéis levantado el espíritu de los débiles con vuestro optimismo y vuestra fe. Ahora, al volver a vuestros pueblos, que vuestro optimismo levante el espíritu de los hombres de poca fe y les lleve la buena nueva; de todo lo prometido y más se cumplirá; que hasta ahora todas las energías las absorbió la guerra y ahora se emplearán en hacer la patria grande; y que la justicia será justa e igual para todos, y que vivirán la vida digna y humana a la que por ser hombres y españoles tienen derecho; porque así lo quiere el Caudillo, y obedeciendo sus órdenes, lo impondréis, si es necesario, vosotros. Habéis luchado y sufrido por la patria, el pan y la justicia.
Si además de hacer esto consagráis vuestra vida al cumplimiento del deber; si os juntáis todos en apretado haz y os unís espiritualmente; si como ahora seguís siendo atrevidos y emprendedores y estáis dispuestos siempre a dar a la patria vida y hacienda; si os saturáis de la gran misión histórica que estáis obligados a cumplir; si como un solo hombre y sin titubeos seguís el camino que el Caudillo os trace, el enemigo cederá rápidamente el campo, habréis ganado la paz, nuestros muertos os bendecirán desde el cielo y vosotros haréis la España una, grande y libre por la que cayeron nuestros mejores.
Vuestro general, que cuenta como su mayor timbre de gloria el haberos mandado y conducido a la victoria.
Yagüe.
Estas palabras tuvieron escasa difusión, como era de prever —señala Garriga—, pues los discursos de Yagüe no solían hacerle mucha gracia al Caudillo.
En aquellas fechas el general Yagüe, siempre activo, creó una fundación para amparar a las viudas y huérfanos de la Legión. Desde un principio atendió a quinientas viudas mediante la asignación de pensiones mensuales, obteniendo buena parte de sus fondos con la celebración de festivales taurinos. Más tarde se haría cargo de las mismas el Patronato de Huérfanos del Ejército.
El Cuerpo de Ejército Marroquí quedó oficialmente disuelto el 31 de agosto de 1939, y Yagüe cesó en el mando de la Legión el 23 de diciembre de 1939. Se despidió de su Estado Mayor y de los jefes de unidad. Les dijo: «Camaradas de las horas tristes y de los días alegres y triunfales: sabed que, por vuestra bravura, por vuestra lealtad y honradez, por vuestro espíritu de sacrificio, por todas las virtudes que os adornan, os admiro con toda mi alma y os quiero con todo mi corazón».[439] La guerra, para Yagüe, también había terminado.