El Frente Popular formó gobierno a mediados de febrero de 1936 y los sueños de Largo Caballero y sus compañeros más radicales de filas empezaban a hacerse realidad.
A mediados de abril las tensiones entre las dos Españas estaban a flor de piel. Incluso en el protectorado, donde la solidaridad entre los europeos se suponía que atenuaba estos enfrentamientos, los choques empezaban a producirse. El día 20 un grupo de militantes de extrema izquierda trató de asaltar el Casinillo de Oficiales del Tercio de Ceuta, teniendo que ser rechazados por los legionarios que prestaban servicios en el mismo.
Niceto Alcalá Zamora declaró al Journal de Genéve de 17 de enero de 1939:
El Frente Popular se adueñó del poder el 16 de febrero [de 1936] gracias a un método electoral tan absurdo como injusto, y que concedió a la mayoría relativa, aunque sea una minoría absoluta, una primacía extraordinaria. De este modo hubo circunscripciones en que el Frente Popular, con 30.000 votos menos que la oposición, pudo, sin embargo, conseguir diez puestos más en cada trece, sin que en ningún sitio hubiese rebasado en un dos por ciento al adversario más cercano. Este caso paradójico fue bastante frecuente.
Al principio se creyó que el Frente Popular resultaba vencido. Pero cinco horas después de la llegada de los primeros resultados se comprendió que las masas anarquistas, tan numerosas y que hasta entonces se habían mantenido fuera de los escrutinios, habían votado compactas. Querían mostrar su potencia, reclamar el precio de su ayuda: la paz y tal vez la misma existencia de la patria.
A pesar de los esfuerzos sindicales, el Frente Popular obtenía solamente un poco más, muy poco, de 200 actas en un Parlamento de 473 diputados. Resultó la minoría más importante, pero la mayoría absoluta se le escapaba. Sin embargo, logró conquistarla, consumiendo dos etapas a toda velocidad y violando todos los escrúpulos de legalidad y de conciencia.
Desde el 17 de febrero, incluso desde la noche del 16, el Frente Popular, sin esperar al fin del recuento del escrutinio y la proclamación de los resultados, la que debería haber tenido lugar ante las Juntas Provinciales del Censo en el jueves 20, desencadenó en la calle la ofensiva del desorden: reclamó el poder por medio de la violencia. Crisis; algunos gobernadores civiles dimitieron. A instigación de dirigentes irresponsables, la muchedumbre se apoderó de los documentos electorales; en muchas localidades los resultados hubieron de ser falsificados.
Conquistada la mayoría de este modo, fue fácil hacerla aplastante. Reforzada con una extraña alianza con los reaccionarios vascos, el Frente Popular eligió la comisión de validez de las actas parlamentarias, la cual procedió de una manera arbitraria. Se anularon todas las actas de ciertas provincias donde la oposición resultó victoriosa; se proclamaron diputados a candidatos amigos vencidos. Se expulsó de las Cortes a varios diputados de las minorías. No se trataba solamente de una ciega pasión sectaria. Se trataba de la ejecución de un plan deliberado y de gran envergadura. Se perseguían dos fines: hacer de la Cámara una Convención, aplastar a la oposición y asegurar al grupo menos exaltado del Frente Popular. Desde el momento en que la mayoría de izquierdas pudiera prescindir de él, este grupo no era sino el juguete de las peores locuras.
De este modo las Cortes prepararon dos golpes de Estado parlamentarios. Con el primero se declararon a sí mismas indisolubles durante la duración del mandato presidencial. Con el segundo me revocaron. El último obstáculo estaba descartado en el camino de la anarquía y de todas las violencias de la guerra civil.
Si en 1931 Yagüe era visto como contrario a la República, en 1936, tras los sucesos de Asturias, y gobernando el Frente Popular, este sentimiento, con razón, se acentuó, por lo que no es de extrañar que las autoridades civiles y militares de Madrid pensasen qué hacer con él. Pero su caso no era muy urgente, ¡Yagüe no era más que un teniente coronel que mandaba una pequeña unidad en medio del protectorado!
El 6 de febrero de 1936 llegó a Dar Riffren, el emblemático cuartel de la Legión, el Sidi Bel Abes de la Legión española, donde dio comienzo un intensivo programa de entrenamiento de los legionarios:
...en Ceuta desempeña un papel destacado Yagüe, trasladado a finales de enero [de 1936] al Tercio y desde entonces al frente de la 2ª Legión, con una intensa actividad en tareas de propaganda en el acuartelamiento de Dar Rimen y en el campamento de Xauén, donde se ha instalado. El cambio de destino de Yagüe ha sido propiciado por Franco, pero posiblemente también inspirado por el general Mola antes de su cese como jefe de las fuerzas de Marruecos; una vez incorporado, Yagüe tiene la oportunidad de cambiar impresiones con él el 22 de febrero, inmediatamente después de la elecciones, en Dar Riffien, y también el día 25, cuando Mola realiza una visita de inspección al campamento de Bad Tazza.