El avance se inició a las ocho de la mañana, y a las nueve los regulares ya ocupaban la cárcel. A las diez y media habían caído en manos de los militares la estación y los almacenes contiguos. A medio día ya ocupaban la iglesia, cayendo el hospital a las cinco y media de la tarde. Los soldados durmieron en sus salas.
El 14 ocuparon los legionarios y regulares el parque, el Hotel Inglés y la Diputación. Los combates siguieron durante todo el día 14 y el día 15 completo por las calles de la ciudad. Se combatía casa por casa. Los enfrentamientos armados eran muy duros por ambas partes, como un adelanto de las luchas urbanas que se verían en la Guerra Civil y, sobre todo, en la II Guerra Mundial. Los últimos focos de resistencia estuvieron en los barrios de San Lázaro y Villafría. Sobre estos combates declaró uno de los oficiales que participó directamente en los mismos:
Don Jesús Guillén Navarro, capitán de infantería, del Servicio de Estado Mayor con destino en la Plana Mayor de la 9ª Brigada de Infantería, en virtud de la Orden General de la 5ª División, declara en el expediente de juicio contradictorio, a favor del teniente coronel de infantería Don Juan Yagüe Blanco, y manifiesta bajo palabra de honor:
La situación de la guarnición hasta este momento se podía considerar, como antes se indica, como muy difícil o mejor aún, como desesperada, ya que destacada en distintos puntos una buena parte de la tropa, rotos los enlaces entre las distintas facciones, pues como antes se indica no sólo eran las casas ocupadas por el enemigo las que inquietaban al mando, sino que mezclados con gentes al parecer pacíficas, se encontraban hombres y mujeres, que si bien ante la presencia de las tropas aparentaban la inocencia más absoluta, separados de ellos y ante la imposibilidad de identificarlos y vigilarlos, se notaban los efectos de sus armas, imposible de encontrar pues los que hubieran podido ayudar a las tropas, el miedo o la simpatía, los hacían ser los que ayudaban a la impunidad.
Los abastecimientos, pues, llegaron a ser imposibles, y como consecuencia, a escasear víveres, a pesar de estar racionados desde el primer día para la tropa y el elemento civil; y en cuanto a las municiones, a pesar de ser objeto su consumo de una dosificación cuidadosa, su fin se veía inmediato, su reposición muy difícil si no imposible, y el resultado de la lucha, pese a los esfuerzos de todos y en particular al excelente comportamiento de la tropa, habría tenido el fin desastroso que el panorama expuesto anteriormente hacía esperar.
La actuación valiente del teniente coronel Yagüe y sus acertadas disposiciones tácticas hicieron, con la derrota de los revolucionarios, invertir totalmente el resultado de la contienda.
El declarante considera que la derrota de los revolucionarios de Oviedo es un triunfo personal del teniente coronel Yagüe, debido a sus grandes dotes de mando, a su constante trabajo y a su amor a la profesión, y que una intervención no tan acertada como la suya habría traído, con el triunfo de la revolución en Oviedo, el triunfo de la revolución en toda España.
Para llegar al momento de la ocupación de Oviedo hubo de entablar combate en el Llano de Gijón contra los revoltosos que se oponían al avance, y sabe el declarante por referencias de oficiales de la columna que el comportamiento del jefe objeto de esta declaración fue igualmente brillantísimo, tanto en lo que se refiere a su actuación personal, ejemplo a las tropas, como en las acertadas disposiciones que tomó.
Zaragoza 21 de noviembre de 1935. El capitán de infantería.