En la obtención del apoyo de la Alemania nazi desempeñó un papel fundamental el liderazgo asumido por Franco. El régimen hitleriano tenía, a mediados de la década de 1930, una información notablemente exacta sobre las capacidades militares de casi todos los ejércitos europeos de la época:
Adolf Hitler se encontraba en aquel 25 de julio de 1936 en Bayreuth, gozando de una de sus grandes pasiones, la música de Wagner... Así, durante la representación de La Walkyria el jefe de ayudantes de Hitler, Wilhem Brückner, no tuvo más remedio, muy a su pesar, que interrumpir al Führer en el disfrute de esa pieza musical.
Hitler, después de escuchar el relato de Hess sobre la visita y pormenores de los emisarios de Franco, accedió a recibir personalmente a estas personas. Hess comunicó a Bernhardt y Langenheim la decisión del Führer: se entrevistaría con él esa misma noche; para ello no tendría más remedio que recorrer a media tarde los ciento veinte kilómetros que les separaban de Bayreuth. Mientras tanto, Rudolf Hess se puso en contacto con Bohle en Berlín, para darle a conocer la decisión del Führer y para que comunicara a Wolfgang Kraneck, Robert Fischer y Friedhelm Burbach que salieran inmediatamente hacia Bayreuth.