Una unidad de milicias falangistas, la Escuadra Negra, se incorporó a la represión procediendo a fusilar a varios grupos de milicianos llegados a la ciudad el 25 de agosto desde distintos pueblos de la provincia, fruto de las acciones de limpieza emprendidas. E Pilo sostiene que «en contra de lo que generalmente se dice, ni los militares republicanos ni los nacionales solían realizar fusilamientos de prisioneros».[268]
Junto a estos testimonios indirectos tenemos las pruebas razonablemente creíbles que aporta Francisco Pilo y que pone en manos de la Guardia Civil el peso de la represión:
...se ordenó que los guardias civiles liberados del convento de San Agustín, a los que se unió el contingente del teniente Miranda procedente de Llerena y pueblos de los alrededores, que se habían sumado a la Columna Madrid en Monasterio, se presentasen en la Comandancia y allí se nombró los piquetes que deberían realizar los fusilamientos. Tras la ocupación, al ser ejecutado el comandante Vega Cornejo, se le dio el mando de las fuerzas de la Guardia Civil al teniente coronel Perita, que también había llegado desde Sevilla con las tropas. Para efectuar el traslado, hacia las dos de la madrugada salieron estos piquetes de la Comandancia de Santo Domingo, a pie y en formación. Cuando llegaron a la plaza de toros se les distribuyó en tres equipos de veinte hombres más el jefe de pelotón, encargado de emitir las órdenes de fuego y dar el tiro de gracia para rematar a los heridos. Cada dos ejecuciones eran relevados por el siguiente equipo y así sucesivamente hasta las siete de la mañana, hora en que cesaba la masacre y de manera urgente se procedía a la limpieza de la arena, donde no quedaba rastro de lo que había ocurrido.