Yagüe fue sancionado por sus palabras y su modo de pensar, siendo relevado provisionalmente del mando de tropas, lo que no le impidió seguir pensando igual y seguir poniéndolo de manifiesto en sus numerosas intervenciones públicas durante la guerra y una vez terminada ésta. Con la misma línea argumental habló a los falangistas del protectorado:
Excmo. Señores. Camaradas de la Falange [...] a Falange me he entregado en cuerpo y alma por creer que su programa es el único que puede atender a satisfacer las aspiraciones de los humildes, hacer desaparecer los odios que, durante años y años, sembraron en sus corazones y evitar que la guerra civil pueda volver a retoñar en España. Si alguna vez hago daño a Falange tened la seguridad de que será por exceso de celo, llevado por mi temperamento y mi fe en ella.
Hay que trabajar mucho, falangistas africanos; cada vez con más fe y con más amor para atraerse al obrero, que es bueno; los únicos malos son sus dirigentes, los que venían a este Casino envenenando, pero que, con abrir las ventanas y sacudir vuestras camisas azules, ha quedado libre de todos los mismos destructores que le invadían.
Esos hombres de corbata y cuello que no buscaban reivindicaciones materiales, que no pedían justicia porque ellos hubieran sido los primeros cogidos en sus mallas, que eran unos resentidos, envidiosos, tarados moralmente todos, fisiológicamente muchos, son los que hay que destruir, son los bichos venenosos: los otros, la masa humilde son los envenenados y a nadie se le ocurre rematar a un pobre hombre que ha sido mordido por una alimaña; no, hay que traerles a nuestros sanatorios azules donde se les hable de justicia, y se les haga justicia, donde se les hable del amor humano y con amor humano se les trate, y así, poco a poco, se irán vistiendo por dentro de azul y la hoz y el martillo asiáticos se irán desdibujando de sus corazones y se irán grabando en rojo en sus pechos el yugo y las flechas españolísimos y cristianos.
Al obrero hay que enseñarle y hay que protegerle, hay que alejar de su hogar la miseria, hay que llevar a sus corazones la seguridad de la nueva justicia. Y para esto, estos mozos, que vienen del frente (trayendo el ambiente heroico y humano que allí se respira) a ponerse al frente de las organizaciones, van a fundar economatos que atiendan a las necesidades materiales del humilde y maten la usura, pero van a crear también una sección a la que puedan acudir todos aquellos a los que, por modestos, no se le haga justicia. Y Falange, una vez comprobada la razón que les asiste, se mostrará parte en la causa y la justicia se impondrá como sea y contra quien sea.
Hay que hacer más, hay que buscar por todos los medios que Falange Española y el ejército de España se fundan en una sola aspiración y sigan un mismo camino para llegar a ella, y para eso Falange tiene que ver claro y proceder con claridad y con justicia, tiene que dejar muchas reservas mentales que os voy poner de relieve con un ejemplo.
[...] Esto es parte de lo mucho que hay que hacer, camaradas de Falange, y si José Antonio vive — Dios lo quiera!— y vuelve a nosotros se sentirá orgulloso de su Falange; y si Dios le ha llamado, si no lo volvemos a ver, estad seguros que desde el cielo nos bendecirá por haber continuado la obra grandiosa que él inició, por haber logrado la España que el soñó: Una, Grande y Libre.