Uno de los mitos que se sigue defendiendo en la actualidad es el carácter profesional del ejército franquista frente al carácter improvisado y mayoritariamente miliciano del Ejército Popular. Siempre se argumenta que las filas sublevadas estaban formadas por militares profesionales africanistas, lo cual es cierto, aunque también los había en buen número en el bando republicano. La guerra de Marruecos había terminado en 1927, once años antes de la batalla del Ebro, lo que hacía que la mayoría de alféreces, tenientes, capitanes e incluso comandantes franquistas careciesen de experiencia bélica previa al inicio de la Guerra Civil. La realidad es que los mandos republicanos — los tan ponderados Rojo, Miaja, etc.— fueron incapaces de articular un ejército eficiente, hecho que se vio muy dificultado por la estructura e ideología política imperante en la España roja. La mayoría de la oficialidad de ambos bandos en 1938 estaba formada en la escuela de los dos años transcurridos de Guerra Civil, una guerra que había sido igual de dura e instructiva, al menos en teoría, para ambas partes.
En 1938 la moral del bando republicano era muy baja. Prácticamente nadie entre los jefes políticos y militares confiaban en una victoria de las armas frentepopulistas. Muchos altos mandos republicanos pensaban que, desde la batalla del Jarama, en febrero de 1937, la República había perdido la guerra. La única esperanza estaba en que la guerra en Europa salvase al Frente Popular de su clara derrota.
En la Orden General de Operaciones n° 2 del Ejército del Ebro, de 22 de julio de 1938, se ordenaba que una división debería cruzar el río por la región de Ribarroja y ocupar la sierra de Fatarella y el pueblo del mismo nombre, para enlazar con la división republicana que tenía que cruzar el Ebro por Ascó, avanzar por la carretera de Gandesa a Flix, tomar el cruce de la venta de Camposines, seguir progresando por la sierra de La Vall de la Torre hasta establecer contacto con el V° Cuerpo de Ejército del coronel de milicias Tagüeña y ocupar la región en torno a la altura de Cavalls. En el sector sur una brigada mixta cruzaría el río por Benifallet para rápidamente ocupar las alturas que dominan la orilla izquierda del río Canaletas y la sierra de Vallplana, para contactar con las fuerzas amigas que debían cruzar el Ebro por la comarca de Ginestar, tomando como eje de avance la carretera de Gandesa a Tortosa. Desde ahí debían llegar hasta Pinell, tomar la sierra de Cavalls y enlazar con las fuerzas del XVº Cuerpo de Ejército. Estas fuerzas debían tomar Mora de Ebro y cortar la carretera del Pinar a Tarragona, tomando también este último pueblo.
Rojo planeó una acción secundaria. En el norte, el ataque principal lo desencadenó la 42ª División. Debía cruzar el río por Mequinenza, mientras en el sur intentaría cruzar el río por Amposta, muy cerca del Mediterráneo, con el objetivo de cortar la carretera de Valencia a Barcelona por Santa Bárbara.
En esta misma Orden General de Operaciones del día 22 el jefe del Estado Mayor del Ejército del Ebro, José Sánchez González, decía literalmente:
La orden general marca objetivos y misiones. Los jefes de cuerpo de ejército, y en su medida cada jefe de unidad, deben poseer iniciativa y audacia sin inconsciencia, para aprobar en cualquier momento una circunstancia que permita aumentar el éxito.
Extrema solidaridad entre los mandos, entre armas, entre unidades, por pequeñas que sean éstas, entre hombres.
La operación en su primera fase, decidida, rápida, profunda. Sin olvidar, para el paso de los gruesos, que son precisos caminos seguros que alimenten el combate.
Los jefes de cuerpo de ejército darán cuenta antes de las doce (12) horas del día veintitrés (23) de estar todo a punto.