Yagüe partió para el destierro, a un cómodo —en lo material— arresto domiciliario, en la olvidada provincia de Soria, desde donde seguiría conspirando, convencido de la victoria alemana y de la necesidad de entrar en guerra lo antes posible, a la espera de un cambio de fortuna. No era la primera vez que se le echaba del Gobierno y se le enviaba castigado a San Leonardo.