Por este testimonio queda claro que a la altura del día 17 la represión ha sido mínima, ya que las cifras de cadáveres son muy bajas, encontrándose mezclados los muertos de ambos bandos habidos en los combates, a los que se suman, sin lugar a dudas, los milicianos cogidos con las armas en la mano sin tiempo para escapar. La primera represión, la ejecutada en pleno combate e inmediatamente después, es la realizada por las tropas de Yagüe. No muy grande, aunque sí difícil de cuantificar, al ser imposible de separar los muertos en combate de los fusilados.
Para calcular las primeras cifras de la represión el testimonio de Neves resulta fundamental. Vistos sus escritos queda claro que tras su primera entrevista con Yagüe, en la que adelanta una cifra al azar, no vuelve en ninguna de sus crónicas a aportar una cantidad sobre los fusilamientos en Badajoz, salvo la de poco más de trescientos cadáveres en proceso de incineración, entre los que se encontraban al menos los cuerpos de veintitrés legionarios muertos en la brecha de la muerte, como hemos visto. Los escasos datos que aporta Neves resultan muy significativos, ya que son tomados por todos los historiadores como los de más valor.
Otra fuente sistemáticamente citada sobre la represión de las tropas nacionales en Badajoz son los artículos del estadounidense Jay Allen, corresponsal de The Chicago Tribune.
Allen reconoce que llegó a la ciudad nueve o diez días después de su liberación por las tropas de Yagüe, muchísimo tiempo en términos periodísticos para poder dar información de primera mano. No fue testigo ni de los fusilamientos, ni siquiera del enterramiento de los cadáveres. En sus crónicas y escritos insiste Allen en la cifra de cuatro mil fusilados y en la historia de las marcas de culatas en el hombro que, sin lugar a dudas, no había podido ver. Habla, como poco, de oídas.
Los testimonios que cita no resultan fiables ya que, por lógica, no debieron existir. En aquellas fechas nadie, de un bando o de otro, estaría dispuesto a hablar con un periodista extranjero en contra de los nuevos dueños de la situación acerca de la represión que se acababa de producir. El periodista estadounidense, citando a supuestos testigos, habla de que la sangre llegó a alcanzar un palmo de altura en la plaza de toros, fruto del asesinato de mil ochocientos partidarios del Frente Popular.[230] Es seguro que Allen, que buscaba un periódico para colocar sus crónicas, exageró lo sucedido. ¡Es mejor una buena historia de masacres a manos de duros soldados africanos que la crónica de una batalla a la que no se ha asistido! Escribió Allen:
Elvas, Portugal, 25 de agosto. Ésta es la historia más dolorosa sobre la que he tenido que escribir. La escribo a las cuatro de la madrugada, enfermo en cuerpo y alma, en el apestoso patio de la Pensión Central, en una de las tortuosas calles blancas de esta empinada ciudad amurallada. Nunca sabré encontrar el camino de vuelta a la Pensión Central, y nunca querré hacerlo.
He llegado aquí desde Badajoz, ciudad que está a varios kilómetros de distancia, en España. Subí a la azotea para mirar atrás. Vi fuego. Están quemando los cuerpos. Cuatro mil hombres y mujeres han muerto en Badajoz desde que los moros y legionarios rebeldes del general Francisco Franco treparon sobre los cuerpos de sus propios muertos para poder cruzar sus murallas tantas veces empapadas en sangre.