XV CAPITÁN GENERAL DE BURGOS
Al finalizar la II Guerra Mundial el gobierno de Giral solicitó a los Aliados que Muñoz Grandes fuera declarado criminal de guerra. Estas actitudes, como el cambio de posición de los Aliados respeto a España una vez terminada la guerra, no facilitó que los militares, y menos los falangistas, eliminasen sus simpatías por Alemania.
A mediados de la década de 1940, con la salvedad del propio Franco, sólo existían en España tres generales con verdadero prestigio entre amplios sectores de los españoles: Muñoz Grandes, Yagüe y el indefinible Aranda. Dos de ellos seguían siendo abiertamente germanófilos, y curiosamente esto les daba más valor ante Franco, dentro del siempre complicado equilibrio de poder que se vivía dentro del régimen franquista.
Cuando se conoció la muerte de Hitler muchos periódicos españoles hicieron abundantes elogios al Führer, con el consiguiente enfado de los Aliados. Tovar evocó en Pueblo su entusiasmo en 1933 por la llegada del III Reich, cuando era estudiante en Alemania. Víctor de la Serna escribió en Arriba: «Aparece una nueva era, que empieza con esta referencia: 1 de mayo de 1945. Muere Adolfo Hitler por la libertad de Europa... Es ahora cuando la figura de este ser excepcional empezará a ganar batallas decisivas».
En el verano de 1943 se empezaba a vislumbrar una más que posible victoria de los Aliados. Yagüe había cumplido a la perfección los propósitos que Franco le había encomendado al enviarle a mandar el X° Cuerpo de Ejército en Marruecos. La amenaza estadounidense sobre el protectorado había pasado y las conspiraciones juanistas habían quedado, como siempre, en nada.
En mayo había terminado la resistencia del Eje en el norte de África. El 10 de julio los Aliados desembarcaron en Sicilia. Para España la nueva zona de tensión volvía a estar en los Pirineos.
El 22 de junio, a propuesta del ministro del Ejército, Yagüe es cesado en el mando del X° Cuerpo de Ejército, quedando en situación de disponible en la 1ª Región Militar. Con esa misma fecha es nombrado presidente del Consejo Superior Geográfico Militar. Ocupó este cargo hasta el 8 de julio de 1944.
El día 9 de julio, en virtud de lo dispuesto en el artículo 10 de la Orden General del Ejército de Marruecos, de fecha 6 del mismo mes, hace entrega del mando del X° Cuerpo de Ejército y de la Delegación del Gobierno de la plaza de Melilla al general Delgado Serrano. El día 12 sale para Málaga, continuando el viaje a Madrid por ferrocarril, a donde llegó el día 14.
El 24 de septiembre, por existir vacantes y en atención a los méritos y servicios prestados, a propuesta del ministro del Ejército y de acuerdo con el Consejo de Ministro, Franco le asciende a teniente general, pasando a hacerse cargo de la Capitanía General de la 6a Región. Militar con cabecera en Burgos, e integrada por las provincias de Burgos, Guipúzcoa, Vizcaya, Álava, Santander, La Rioja y Navarra. Franco le ofreció también las capitanías de La Coruña y Valencia. Levante no le gustaba, y sobre ir a La Coruña dijo á su mujer que se veraneaba muy bien en San Leonardo y que de hacerlo tendría que estar todo el verano viendo a Franco. Además, Burgos era su segunda patria chica, y su Capitanía General el puesto con el que siempre había soñado.
El día 13 de octubre se reunió con Franco en El Pardo y, tras una breve estancia de descanso en San Leonardo, el 18 tomó posesión en Burgos del mando de la 6a Región Militar. Detentaría el cargo hasta el día de su muerte.
Yagüe, en Burgos, dejó de conspirar. Alemania estaba claro que iba a ser derrotada, aunque el nuevo teniente general no perdiese, en lo más profundo de su corazón y hasta el último momento, la esperanza de un milagro. Estaba agradecido a Franco por haberle dado de nuevo un mando importante, y además ya estaba convencido de que su gobierno era la mejor, o la menos mala, de las opciones que tenían España y los españoles en aquellos tiempos. Es en esta etapa cuando empieza a llevar una pequeña fotografía del Caudillo siempre en su cartera.
Puede vérsele en una foto cuando tomó posesión subiendo la escalinata de la Capitanía General burgalesa. Destacan su sonrisa y su cara de serena felicidad, un hecho que nos ha sido señalado por su hija María Eugenia. En su discurso Yagüe —como siempre— dijo lo que pensaba, aludiendo a las preocupaciones que en aquellos momentos le pasaban por la cabeza. Renunció a hablar de la sociedad azul con que soñaba, de la implantación en España del ideario falangista, para centrarse en el papel fundamental que tenía que desempeñar el ejército del 18 de julio en aquellos difíciles tiempos frente a las amenazas que les rodeaban. Sus palabras, mucho tiempo después, se iban a convertir en realidad. Yagüe, en 1943, había optado por seguir el camino que marcaba Girón en la carta que le dirigió el 21 de abril de 1942, durante su etapa de destierro en Burgos, frente al utopismo que entonces defendía. En su toma de posesión dijo:
Mi general, señores jefes y oficiales: [...] Vengo a mandar la 6ª Región (sueño acariciado desde mis años mozos) en momentos graves; y por esto, porque la situación es difícil y en el horizonte hay densos nubarrones, mis consignas serán más claras y precisas que nunca; para que nadie se pierda en el camino, para que todos sepan cuál es el norte que les ha de guiar, y para que nadie pueda alegar ignorancia.
Todos conocéis la acción constante, tenaz y tozuda de nuestros enemigos, que desembarcó primero en el caos republicano y luego en la tragedia de la guerra. Y todos sabéis que si en aquellos momentos impusimos por las armas nuestra voluntad fue porque estábamos unidos y decididos a impedir la destrucción de la patria; y los hombres de España, cuando les une y les guía un ideal, son capaces de llevar a cabo las mayores empresas. Y sabéis también que la más pura unión, la disciplina por todos sentida y practicada, y la gran moralidad que reinaba en nuestros campos nos dieron el triunfo, mientras que en el campo rojo la inmoralidad, la indisciplina y la lucha entre los partidos les hizo terminar a tiros y perder la guerra.
Pero la guerra, que a nosotros nada nos ha enseñado y más bien nos ha hecho olvidar lo que sabíamos, ha proporcionado al enemigo grandes enseñanzas que, al ponerlas en práctica, hacen que su táctica sea más peligrosa que nunca. Aquella unión sagrada que nos llevó a la victoria se debilita cuando el enemigo está más unido y disciplinado que nunca. Cuando nuestra fe se enfría porque nos fijamos más en lo adjetivo que en lo fundamental, él refuerza su confianza en el triunfo y deja sus problemas internos para después de la lucha.
Nosotros, que podíamos señalar sin titubear a nuestros amigos y a nuestros enemigos, hoy no los conocemos; y en el campo contrario, que nada sabían de España ni de su ejército... y por eso ahora han cambiado de táctica y en vez de triturarnos tratan de corrompernos y de dividirnos; han conocido las virtudes del ejército de España y van en una primera fase a destruirlas para después batirnos y aniquilarnos sin peligro.
Ésta es la triste realidad. Sus causas: que el enemigo no ha dado por perdidas al terminar la guerra y se prepara para la batalla final; y que nosotros, muchos de nosotros, creímos que la guerra había terminado el año 39 y unos se durmieron en los laureles y otros se apresuraron a recoger el botín que para ellos era el único fin de nuestra Cruzada. Los resultados, si Dios no nos ayuda a reaccionar, para que vuelvan a reinar en nuestro campo la unión, la disciplina y desinterés, serán terribles para España.
Por eso en estos momentos fomentar cualquier cosa que pueda desunirnos es tan suicida y criminal como sería provocar una lucha entre la tripulación de un buque en medio de una terrible tempestad. Y por eso, también, todo mi esfuerzo irá encaminado a hacer desaparecer todas las causas de rozamiento y disgusto, empleando todas las razones que sean necesarias y también toda la energía que sea precisa.
Y mi primera consigna, clara y concreta y terminante, es pediros la unión fraternal, clara, sin resquicios de ninguna clase de todos los que visten uniforme.