Con Alemania la postura española era muy otra. Franco era plenamente consciente de que si España no participaba activamente en la guerra no obtendría ningún fruto del cambio de situación en Europa, e incluso podía ser invadida por las divisiones hitlerianas, lo que le llevaba a realizar continuas manifestaciones proalemanas y belicistas, al tiempo que permitía salir de España a los pilotos y marinos aliados que llegaban a territorio español.
La clave del futuro de España estaba en Gibraltar. Franco era consciente de que este enclave podía ser la única causa por la que Alemania violase su no beligerancia a favor del Eje, o para que los Aliados invadiesen la Península. La mayor amenaza a la soberanía española, aunque pueda parecer un contrasentido, provenía del amigo alemán.
El 17 de julio de 1940 Franco pronunció un discurso que parecía anunciar la entrada de España en la guerra. En estas mismas fechas, Canaris, jefe de los servicios de espionaje del III Reich, visitó el Campo de Gibraltar. El 22 de julio Canaris se reunió con el general Vigón para estudiar el ataque al peñón. Antes de que los alemanes invadiesen Francia, en febrero de 1940, una comisión mandada por el general español de artillería Pedro Jevenois ya había preparado un plan de ataque. Entre marzo y julio de 1940 el general Muñoz Grandes, al mando de las unidades destinadas en la Línea de la Concepción, estuvo entrenando a sus tropas para el asalto a Gibraltar.[530] Los planes de los alemanes no eran algo nuevo para los militares españoles.
En el diario del Alto Mando Naval alemán, de 2 de agosto de 1940, se dice: «Hitler considera apoderarse de Gibraltar, al tiempo que preparan enviar el Afrika Korps, con dos divisiones acorazadas, para apoyar el ataque italiano sobre el canal de Suez». Ese mismo día Ribbentrop ordenaba al embajador Stohrer que presionase para que España entrase en la guerra. Según Mora, Franco estaba dispuesto a abandonar la neutralidad en el momento en que los alemanes pusieran los pies en las Islas Británicas, pues esto garantizaba una guerra corta y fructífera para España. Dentro de su política de gestos amistosos, sustituyó como embajador en Berlín a Magaz por el general Espinosa de los Monteros, criado en Viena, y más pronazi que su predecesor.
En el verano de 1940 el Mediterráneo comenzó a cobrar una importancia que el III Reich no había logrado comprender al comenzar la guerra. Keitel dijo a Mussolini que la conquista de El Cairo era más importante que la toma de Londres. El 5 de septiembre el almirante Raeder reiteraba a Hitler la necesidad de controlar los dos extremos del Mediterráneo. Si caían Gibraltar y El Cairo, la Unión Soviética podría ser atacada desde el sur, el Reino Unido tendría que pedir la paz y los Estados Unidos se verían obligados a renunciar a intervenir en la guerra. Por todos estos motivos Gibraltar empezó a cobrar una importancia en los planes estratégicos alemanes que hasta esa fecha no había tenido.
El 3 de noviembre de 1940 Hitler parecía decidido a atacar Gibraltar y así forzar la entrada de España en la guerra. El 11 de noviembre de 1940 firmó la Instrucción General XVIII para ejecutar la Operación Félix, el primer plan de ataque a Gibraltar: un importante contingente aéreo mandado por Ritchthofen y una división de asalto, Sturmdivision, al mando del general Herbert Lang, debían cruzar los Pirineos para tomar la colonia británica. Los atacantes serían una fuerza compuesta por 460 oficiales y 16.000 hombres. Debían atacar la colonia a los veinticinco días de cruzar la frontera española. Una fecha que se manejó para el ataque fue la del 10 de enero de 1941, y luego las del 4 o 5 de febrero, por lo que Canaris regresó a Madrid el 7 de diciembre para prepararlo todo. Los servicios de inteligencia españoles hablaban de una concentración de soldados alemanes en los Pirineos de entre 35.000 y 40.000 hombres. Pero el 9 de diciembre de 1940 el general británico Wavell infligió una derrota gigantesca a los italianos —capturó 40.000 prisioneros y 400 piezas de artillería—, imposibilitando la toma de Suez. Italia más que un aliado se convertía en una carga. Todo esto afianzó a Franco en su oposición al ataque sobre la colonia inglesa. España no estaba decidida a entrar todavía en la guerra. La decisión del Caudillo salvó a Gibraltar y seguramente contribuyó de manera decisiva a la derrota de Alemania.
El almirante Raeder pidió insistentemente la conquista de Gibraltar para cerrar el Mediterráneo, pero Hitler se negó, pues no quería abrir un nuevo frente con la invasión de España.
Ante la nueva situación, Alemania exigía una vez más a Franco una respuesta clara y definitiva sobre la entrada de España en la guerra. El 5 de febrero de 1941 Hitler se quejaba por escrito a Mussolini de haber perdido la oportunidad de cerrar el Mediterráneo, y le insistía en que hablase con Franco y le convenciese para entrar en la guerra. El 6 escribía Hitler a Franco:
Caudillo, si su lucha contra los elementos destructivos de España alcanzó el éxito, fue debido sólo a la actitud de Alemania e Italia, que obligó a comportarse prudentemente al enemigo democrático. ¡Pero a Vd., Caudillo, jamás le van a perdonar ese triunfo! Sólo si vencemos podrá mantenerse el actual régimen... Porque, Caudillo, sobre una cosa debe haber absoluta claridad: estamos comprometidos en una lucha a vida o muerte y en estos momentos no podemos hacer regalos. ¡Por ello sería una falsedad afirmar que España no pudo entrar en la guerra porque no recibió prestaciones anticipadas! Y cuando yo volví a hacer constar que Alemania estaba presta a comenzar el envío de cereales, el almirante Canaris recibió la respuesta definitiva de que tal suministro no era lo decisivo, pues no podía alcanzar un efecto práctico su transporte por ferrocarril. Luego, tras haber dispuesto nosotros baterías y aviones de bombardeo en picado para las islas Canarias, se nos dijo que tampoco esto era decisivo, ya que las islas no podrían sostenerse más de seis meses por la escasez de provisiones... No se trata de asuntos económicos, sino de otros intereses, como queda patente en la última declaración, pretendiendo que también por causas meteorológicas no podría efectuarse un despliegue en esta época del año, sino, lo más pronto, en otoño o invierno... No creo que el ejército alemán se vea dificultado en un despliegue de enero por el clima, que para nosotros no tiene nada de extraño.
[...] ¡Lamento profundamente, Caudillo, su parecer y actitud! Puesto que: 1. Me veo obligado a dar apoyo a mi amigo y aliado italiano en un momento en que ha sufrido una desgraciada adversidad. El ataque a Gibraltar y el cierre del estrecho habrían dado un vuelco inmediato a la situación en el Mediterráneo; 2. [...] En la guerra el tiempo es uno de los más importantes factores. ¡Muy a menudo resulta imposible recuperar unos meses desaprovechados! 3. [...] Si el 10 de enero hubiésemos podido cruzar la frontera española... hoy estaría Gibraltar en nuestra manos.