Con anterioridad el Ejército Popular ya había intentado distraer fuerzas enemigas lanzando un ataque en el frente de Aragón.
Con la caída de Vinaroz la República tenía la guerra perdida, aunque no quisiera reconocerlo. La partición en dos zonas de la España republicana provocó el abandono de Indalecio Prieto de la cartera de Defensa, al considerársele el causante del terrible descalabro sufrido en Aragón. Se formó el 6 de abril un nuevo Gobierno dirigido por Negrín en el que el propio presidente asumió la cartera de Defensa con Zugazagoitia como secretario general y con los comunistas Cordón, Núñez y Prados en las secretarías de Tierra, Aire y Marina. Además estaban el socialista Paulino Gómez en el Ministerio de Gobernación, el criptocomunista Álvarez del Vayo nuevamente en Estado, y el anarquista Segundo Blanco en Instrucción, para contentar simbólicamente a la CNT. Los comunistas eran ya el partido más importante y fuerte del Frente Popular gracias a su organización, capacidad militar y al apoyo de la URSS.
El nuevo Gobierno de Negrín va a intentar en estos momentos cambiar la imagen exterior extremista y radical de la República. Devuelve algunas empresas a sus propietarios extranjeros y funda en Barcelona un rocambolesco Instituto Católico de Estudios Religiosos que arremete contra la Carta Colectiva Episcopal, sin lograr evitar que los curas sean cazados a tiros —los pocos que van quedando en la España republicana—. Ninguna de estas medidas logró alterar la dirección de la guerra.
El Gobierno del Frente Popular se vio obligado a llamar a los reemplazos de 1927, 1928 y 1929, al tiempo que los muchachos de dieciséis años empezaban a ser entrenados para que pudiesen ingresar en filas un año después. Para defender Cataluña al Gobierno frentepopulista sólo le quedaba el V° Cuerpo de Líster y el XV° de Tagüeña, ambos bajo el mando de Modesto. Azaña era plenamente consciente de la situación, mientras Negrín seguía cerrando los ojos a la realidad intentando prolongar la guerra en espera de un milagro que llegase del otro lado de la frontera. ¿Los militares profesionales al servicio de la República pensaban igual que Negrín?
El 15 de abril Rojo confirmó a Modesto como jefe de la Agrupación Autónoma del Ebro. El 22 de mayo las fuerzas republicanas lanzaron un fuerte ataque en la línea comprendida entre Balaguer y Tremp, al norte del Ebro, en la frontera entre Aragón y Cataluña, con la finalidad de distraer a las fuerzas enemigas de su avance sobre Castellón de la Plana. Esta ofensiva no tuvo la importancia de las de Brunete o Teruel, ni la que luego tendría el Ebro, pero no fue tampoco un simple golpe de mano. El autor de este plan fue, una vez más, Vicente Rojo, entonces jefe del Estado Mayor Central del Ejército de la República. Su plan era cruzar por tres cabezas de puente el río Segre para intentar liberar a la 43ª División, aislada en el valle de Bielsa. Contaba con cuatro cuerpos de ejército, el X, XI, XII y XVIII. Los combates se desarrollaron entre el 22 y el 29 de mayo de 1938.
El plan de Rojo para alcanzar los cuatro objetivos que había señalado, las cabezas de puente de Balaguer, Tremp y Serás, además del sector de Sort, fue un rotundo fracaso. Los objetivos señalados no pudieron ser alcanzados ni remotamente. La férrea defensa de las tropas franquistas — especialmente de la 150ª División de Muñoz Grandes-sólo permitió la conquista de una pequeña lengua de terreno en la zona de Tremp, sin que la quimérica liberación de la 43ª División republicana sitiada en el valle de Bielsa se llegase siquiera a plantear. Franco no retiró una sola unidad del frente de Levante, y las tan necesarias centrales eléctricas pirenaicas para dar energía a Barcelona nunca estuvieron amenazadas de cambiar de manos. Las bajas sufridas entre los soldados del Ejército del Este republicano, especialmente entre los bisoños de la «quinta del biberón», fueron enormes, al tiempo que improductivas.
En los combates del 26 de mayo la infantería republicana, apoyada por numerosos tanques soviéticos, rompió y cercó las posiciones claves del dispositivo defensivo franquista:
La táctica empleada —según recordaba un testigo presencial perteneciente a las tropas de Franco— por los marxistas responde al tipo que se generalizó durante la Gran Guerra con ocasión de las roturas de frente: enormes masas de protección y olas compactas de infantería. En resumen, derroche de vidas humanas sobre objetivos de escaso valor militar. La defensa empieza por un fuego cruzado de ametralladoras que siega las primeras filas de asaltantes. Al continuar la oleada resulta inconveniente el arma de largo alcance. Los atacantes, en una lucha agotadora, llegan hasta las alambradas, pasando sobre los cadáveres de sus compañeros. Entonces empieza la lucha con bombas de mano. Durante estos combates, reiterados veinte veces por día sobre el frente de Cataluña, los rojos no han podido atravesar las alambradas. No han tomado una sola posición interesante defendida por los nacionales. Las pérdidas, que podemos evaluar en 25.000 a 30.000 hombres, han destruido lo mejor de la nueva masa de maniobras del ejército rojo.