Gabriel Jackson, en su libro La República Española y la Guerra Civil, habla, como no podía ser de otra forma, de la liberación de Badajoz:
Algunos corresponsales franceses y portugueses, y el periodista estadounidense Jay Allen, fueron testigos de la toma de la ciudad y de la represión que siguió. Los portugueses fueron indiscretos al hablar de las ejecuciones, quizá porque no se daban cuenta, al igual que los oficiales insurgentes, de la impresión que tales procedimientos iba a causar en la opinión pública fuera de la zona de batalla. Jay Allen quedó horrorizado al ver un modo de hacer la guerra que ningún estadounidense había visto en el siglo XX, y su reportaje sobre los fusilamientos en masa en la plaza de toros electrizaron a la opinión mundial. Sin lugar a dudas exageró al emplear la cifra de cuatro mil. El coronel Yagüe dijo a un corresponsal portugués que quizás dos mil era una cifra ligeramente elevada. Nadie puede decir con seguridad si el coronel sabía exactamente cuántos eran los fusilados, o si se contentó con dejar suponer al periodista que él podía haber mandado fusilar todos estos hombres como si tal cosa. Pero no hubo ninguna duda de la ceremonia nocturna, que ocurrió en otras ciudades además de Badajoz, sin que estuvieran presentes corresponsales extranjeros. Y tampoco había duda de que oficiales españoles cruzaban la frontera hasta Elvas, deteniendo a refugiados de las milicias, así como civiles, sacando a sus enemigos de las camas de los hospitales, y fusilando a todos los apresados con las ya citadas magulladuras en el hombro.