Todos, incluso Mala, que ya conocía la propuesta, se opusieron, y muy especialmente al artículo tercero. Queipo estaba en contra del nombramiento de Franco como jefe del Estado, al igual que Mola, que era partidario de nombrarle únicamente generalísimo de los ejércitos. Cabanellas, hundido, ya había aceptado su derrota y los hechos consumados, pues sabía que el poder se le había ido de una manera u otra de las manos.
Durante la comida, Yagüe se unió al grupo de generales y defendió la candidatura de Franco, insinuando —según el hijo de Cabanellas-incluso la insubordinación de sus legionarios si no se aceptaba lo propuesto por Kindelán. Algunos autores apuntan que Yagüe estaba dispuesto a proclamar a Franco jefe del Estado por la fuerza de las armas y a cualquier precio.
Esta posibilidad es poco menos que imposible, tanto en lo político como en lo militar. Políticamente, un nombramiento manu milítate habría supuesto el rechazo de las fuerzas civiles que apoyaban el alzamiento. Habría dividido la zona nacional, ya bastante dividida geográficamente, en facciones, condenando a los sublevados —en muy difícil situación— a la segura derrota. Militarmente hablando, las tropas de Yagüe, escasas en número para los frentes que tenían que cubrir, resultaban insuficientes no para un golpe de mano, sino para la explotación y consolidación de la ventaja obtenida en el mismo. No se puede olvidar que Mola mandaba con plenos poderes en la práctica totalidad del Ejército del Norte, Queipo era el virrey efectivo de Andalucía y Cabanellas de la zona de Aragón.[308]
El papel de Yagüe, que sólo era teniente coronel al mando de una selecta fuerza de operaciones, probablemente la más efectiva de los sublevados, consistía en demostrar la fidelidad ciega y absoluta que tenía «todo» el ejército de África en su jefe, Franco. Este apoyo se veía reforzado por la absoluta fidelidad demostrada por Millán Astray a su antiguo subordinado, en su calidad de fundador de la Legión y el más popular de los militares africanistas.
Franco fue nombrado Generalísimo y jefe del Estado, pues no existía otra posibilidad real. Los generales reunidos en el aeropuerto salmantino de San Fernando aceptaron, finalmente, la propuesta que entregaba a Franco todo el poder. Como dijo Kindelán, triunfó el desinterés personal y el puro patriotismo.
Pasada la media noche, Cabanellas, como presidente de la Junta, firmó el decreto preparado por los partidarios de Franco. Con fecha 29 de septiembre, el Boletín Oficial de la Junta de Defensa Nacional, del día 30, decreto n° 32, nombraba a Franco jefe del Gobierno del Estado Español:
Esa misma noche fue impreso el decreto. Varios cientos de copias se habían distribuido ya cuando llegó una orden de suspender su circulación porque el texto había sido revisado. El coronel jurídico militar, Martínez Fuset, había preparado una nueva versión a instancias de los partidarios de Franco. Tal como fue publicado oficialmente bajo la firma de Cabanellas el 29 de septiembre, el decreto señalaba:»En cumplimiento del acuerdo adoptado por la Junta de Defensa Nacional, se nombra jefe del Gobierno del Estado Español al Excelentísimo Señor General Don Francisco Franco Bahamonde, quien asumirá todos los poderes del nuevo Estado».