Perú, 1942 ࢤ 1963
Plaza Roja 1961. Verano de otoños incendiados. Palomas que circundan el aire a cada paso nuestro. Hombres que se detienen. Aire libre y puro y sano.
(San Basilio canta su hermosa
balada de colores.)
Lenin, dormido,
vigila la marcha de su pueblo.
(Allí está. Pueden verlo.
No es engaño.)
Adoquines y pasos.
Gente que se reúne:
Gagarín que regresa de su vuelo
con una flor que arrancó a las estrellas.
(Titov besa a las mujeres y a los niños.)
Plaza Roja 1961.
El Kremlin reposa con su muralla exprimida del fondo de los siglos. Gorki en la pared
canta a los niños su historia repetida. (En los jardines del Kremlin los niños juegan con helados de frutas y con globos.) Los enamorados se besan bajo árboles frondosos. La campana rota calla su sonido. (Del cañón salen palomas que juegan a los trinos.)
Plaza Roja 1961.
Aquí yo he estado en el centro del incendio, en plena Plaza Roja y varias veces, tragándome mis penas y forzando mi pequeñísima alegría. He dicho Paz en rojo, en calles, en plazas y jardines.
Y digo paz en Moscú, en Tashkent, o en el corazón herido de mi pueblo.
En verdad, en verdad hablando, la poesía es un trabajo difícil que se pierde o se gana al compás de los años otoñales.
(Cuando uno es joven y las flores que caen no se recogen uno escribe y escribe entre las noches, y a veces se llenan cientos y cientos de cuartillas inservibles. Uno puede alardear y decir «yo escribo y no corrijo, los poemas salen de mi mano como la primavera que derrumbaron los viejos cipreses de mi calle».) Pero conforme pasa el tiempo y los años se filtran entre las sienes, la poesía se va haciendo trabajo de alfarero, arcilla que se cuece entre las manos, arcilla que moldean fuegos rápidos.
Y la poesía es
un relámpago maravilloso, una lluvia de palabras silenciosas, un bosque de latidos y esperanzas, el canto de los pueblos oprimidos, el nuevo canto de los pueblos liberados.
Y la poesía es entonces, el amor, la muerte,
la redención del hombre.
Madrid, 1961 — La Habana, 1962