Rusia, 1880 ࢤ 1921

1

Tarde negra. Nieve blanca. ¡Viento, viento! Sobre sus pies no puede sostenerse un hombre.

¡Viento, viento sobre el mundo de Dios!

El viento ondea la blanca nieve. Bajo la nieve, hielo.

Resbaladizo, viscoso

es cada paso. ¡Resbala el pobretón!

De edificio a edificio hay tendido un cable. En el cable, un cartel: «¡Todo el poder para los Soviets!». Se consume y llora la vieja. No puede entender qué cosa significa.

¿Para qué semejante cartel, tan gran cartel? ¿Cuántas medias saldrían para nuestros muchachos!

Y cualquiera está desnudo y descalzo... La vieja, como una gallina,

aleteando de cualquier forma, cruza el montón de nieve. —¡Ay, Virgen Protectora! —¡Ay, los bolcheviques a la tumba nos llevan!

Viento que azota. También el frío azota.

Y el burgués, en la bocacalle, esconde la nariz en el cuello,

Y este, ¿quién es? Tiene cabellos largos y habla a media voz:

—¡Traidores! —¡Rusia ha muerto! Debe ser un escritor,

algo más que un orador.

Y aquí uno de falda larga escondiéndose tras el montón de nieve... Qué, ¿estás hoy triste,

camarada pope?

¿Recuerdas cómo antes marchabas con tu panza, y con la cruz encima resplandecía la panza sobre el pueblo?

La dama enfundada en caracul se dirige a otra:

—Cuánto hemos llorado, llorado...

Resbala y —¡zas!— se cae.

¡Ay ay!

¡Arriba, párate!

Viento alegre, dorado y dichoso. Mueve las faldas, azota a los transeúntes. Rompe, arruga y agita el gran cartel: «¡Todo el poder para los Soviets!» Y va arrastrando las palabras:

...Tuvimos una reunión......Aquí, en este edificio......Discutimos y lo resolvimos: Por un rato: diez; por una noche: veinticinco....., Y no recibir menos de nadie...

...Vamos a dormir...

Anochece.

La calle va quedando desierta. Sólo un vagabundo se encoge de hombros, y, además, el viento silba...

¡Eh, pobretón!

Acércate:

besémonos...

¡Pan!

Por delante, ¿qué hay? ¡Pasa!

Negro, negro cielo.

Cólera, triste cólera

hierve en el pecho... Negra cólera, santa cólera...

¡Camarada! ¡Mira a los dos!

2

Pasea el viento, revolotea la nieve. Marchan doce hombres.

Negras son las correas de los fusiles.

Alrededor hay fuego, fuego, fuego...

Entre los dientes, el cigarrillo. El gorro hasta las cejas.

¡Para la espalda haría falta un as de oros!

Libertad, libertad, ¡ay, ay, sin la cruz!

¡Tra-ta-ta!

¡Hace frío, camarada, hace frío!

—Vanka y Katka están en la taberna. —Katka tiene dinero en la media. —Ahora Vanka es rico... —¡Era nuestro Vanka y ahora es soldado!

—¡Vanka, hijo de perra, burgués! Prueba la mía, ¡besa!

Libertad, libertad, ¡ay, ay, sin la cruz! ¡Katka está con Vanka: ¿ocupada en qué estará?

¡Tra-ta-ta!

Alrededor hay fuego, fuego, fuego... Sobre el hombro, la correa del fusil. ¡Mantengan el paso revolucionario! ¡Inquieto, no duerme el enemigo!

¡Camarada, no temas, sostén el fusil! ¡Hagamos fuego sobre la Santa Rusia: a la del pasado,

a la de las isbas, la del gran trasero!

¡Ay, ay, sin la cruz!

3

Así fueron nuestros muchachos a servir en la guardia roja, a servir a la guardia roja: ¡a perder la cabeza con locura! ¡Ay, la pena pena!

¡Ay, la vida dulce!

El abrigo roto. El fusil austriaco.

Para desgracia de todos los burgueses un incendio mundial desencadenaremos, Un sangriento incendio mundial: ¡Señor, la bendición!

4

La nieve gira, el cochero grita. Vanka vuela con Katka. El farolito eléctrico

en el timón...

¡Eh, eh, arre!

Con capote de soldado, con fisonomía estúpida, tuerce y tuerce el bigote negro.

Sí, lo tuerce. Sí, bromea...

Y éste es Vanka: ancho de hombros.

Y éste es Vanka: hablador.

A Katka, estúpido, abraza y enamora.

Echa hacia atrás la cabeza.

Los dientecitos brillan como perlas...

¡Ay Katka, Katka mía, boquita gordezuela!

Katka, tienes en el cuello la herida de un cuchillo. Katka, tienes todavía en el pecho aún fresco aquel arañazo.

¡Ea, ea, baila, baila!

¡Hasta el dolor son espléndidos tus pies!

Andaba con ropa blanca de encaje: ¡Anda, anda!

Con los oficiales fornicaba: ¡Fornica ahora, fornica!

¡Ea, ea, fornica!

¡El corazón se estremece en el pecho!

¿Recuerdas, Katka, al oficial? No se fue por el cuchillo... ¿No te acuerdas, peste inmunda? ¿No está fresca tu memoria?

¡Ea, ea, refréscala! ¡Ponlo a dormir contigo!

Usabas polainas grises. Chocolate «Millón» devorabas. Con los cadetes tú paseabas. Ahora: ¿Te fuiste con el soldado?

¡Ea, ea, peca, peca!

¡Será un alivio para el alma!

6

...Otra vez al encuentro se precipita, galopando. Vuela, vocifera, grita el cochero.

¡Para, para y ayuda, Andruska! ¡Pietruska, corre por detrás!

¡Trac-tararac-tac-tac-tac-tac!

En remolino el polvo de nieve sube hacia el cielo.

El cochero —con Vanka— se da a la fuga... ¡Otra vez! ¡Cría gallinas!

¡Trac, tararac! ¡Vas a saber lo que es andar con mujer ajena!.

Huyó el canalla. Pero ya verás. Mañana me las arreglo contigo.

¿Pero Katka dónde está? ¡Está muerta, muerta está! Con metralla en la cabeza.

Di, Katka: ¿Estás contenta? Nada dices... Quédate ahí en la nieve.

¡Mantengan el paso revolucionario! ¡Inquieto, no duerme el enemigo!

7

Y otra vez pasan los doce, en la espalda, los fusiles. Sólo al pobre asesino nada se le ve la cara.

Cada vez más rápido acelera el paso.

Le anudó un pañuelo al cuello pero no puede arreglarse...

—¿Qué, compañero, no estás contento? —¿Qué, amigo, te has quedado pasmado? —¿Qué, Pietruska, te has vanagloriado o tuviste lástima de Katka?

—Ay, camaradas queridos, a esta muchacha la quise yo... Noches negras, embriagadoras, con esta muchacha pasé yo...

Por la mirada osada en sus ojos de fuego, por el lunar redondo junto al hombro derecho, maté yo, hombre sin juicio, maté yo, en un arrebato.

—¡Ey, infame, le diste cuerda al organillo! —¿Qué Pietka, es que eres mujer? —¿Es que el alma al revés pensaste tú volcar? ¡Por favor!

—¡Mantén tu jactancia!

—¡Mantén tu control!

¡No son éstos los tiempos

para andarte mimando!

Otros tiempos serán aún más difíciles,

querido camarada.

Y Pietruska hace lentos sus pasos apresurados...

Levanta la cabeza, otra vez está contento...

¡Eh, eh! ¡Divertirse no es pecar!

¡A cerrar las casas! ¡Hoy será el saqueo!

¡Abran las despensas, que la turba anda de paseo!

8

¡Oh, tú, pena amarga! Tedio tedioso, ¡mortal! Sí, un tiempecito pasaré, pasaré...

¡Oh, los cabellos me mesaré, me mesaré!...

¡Ay, semillas de girasol comeré y las cáscaras escupiré!..

¡Oh, con el cuchillo rasgaré, rasgaré!

¡Vuela tú, burgués, cual gorrioncito!

Sangre tomaré, tomaré, por mi amada cejinegra...

Tranquiliza, Señor, el alma de tu sierva. ¡Tedio!

No se oye el ruido de la ciudad.

Sobre la torre del Neva hay tranquilidad

y ya no hay guardias en la ciudad:

¡Vamos de juerga, muchachos, no hay culpa en ello!

Parado está el burgués en la bocacalle y esconde la nariz en el cuello.

Y contra él roza su piel áspera

un perro sarnoso con el rabo entre las patas.

Parado está el burgués, como un perro hambriento. Parado está en silencio, como una pregunta.

Y el viejo mundo, como un perro inmundo, está tras él, con el rabo caído.

10

Se desató la ventisca.

¡Ay, la ventisca! No nos podemos ver

a cuatro pasos.

Se arremolina la nieve como un cono y en columna se levanta... —¡Ay, qué ventisca: sálvame! —¡Ey, Pietka, no te excedas! A ver de qué te salvó el icono dorado. Inconsciente eres, de verdad. Analízalo, piénsalo sensatamente: ¿No tienes acaso las manos con sangre por el amor de Katka? —¡Manten el paso revolucionario, que está cerca el enemigo, infatigable!

¡Adelante, adelante, adelante, pueblo trabajador!

11

... Y van, sin invocación sagrada los doce, muy lejos.

Están listos para todo, sin deplorar nada.

Sus pequeños fusiles de acero sobre el enemigo ineludible... en callejones sin salida donde sólo ruge la tormenta...

Y de los blandos montículos de nieve es difícil sacar los pies.

Salta a la vista la bandera roja. Se produce la marcha rítmica. Y ahora despierta el enemigo cruel.

Y la tormenta ciega los ojos

día y noche, sin descanso... ¡Adelante, adelante, pueblo trabajador!

12

...Van muy lejos con potente paso... —¿Quién más está ahí? ¡Fuera! Es el viento que, con la bandera roja, juguetea allá delante...

Por delante: un montículo helado, —¿Quién está ahí? ¡Fuera! Sólo un miserable perro hambriento cabecea por detrás...

—¡Vete, perro inmundo, pues con la bayoneta te voy a hacer cosquillas! ¡Viejo mundo, perro, húndete: te remataré!

...Enseña los dientes, es un lobo hambriento. El rabo aprieta, no se queda atrás, perro helado, perro callejero. —Ey, responde: ¿Quién va?

—¿Quién agita la bandera roja? —¡Fíjate qué neblina! —¿Quién va con paso apresurado escondiéndose detrás de las casas?

—¡Da igual, te alcanzaré!

¡Mejor te entregas vivo! —¡Ey, camarada, vas mal, sal o comenzaremos a disparar!

¡Trac-tac-tac! Y sólo el eco

se escucha en las casas...

Sólo la tormenta, con una risa larga,

se extiende por la nieve...

¡Trac-tac-tac! Trac-tac-tac.

...Así van, con potente paso.

Detrás, el perro hambriento. Delante, con una bandera de sangre,

por la tormenta invisible e inmune a las balas, con delicado paso sobre la tormenta, delicada perla nívea,

con blanca corola de rosas, delante, Jesucristo va.

Enero de 1918

Asalto al cielo - Antología poética
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