Martinica, 1913 ࢤ 2008

Sol serpiente ojo fascinante mi ojo

y el mar piojoso de islas crujiendo entre los dedos de las rosas lanzallamas y mi cuerpo intacto de fulminado

el agua levanta las osamentas de luz perdidas en el colador sin pompa torbellinos de carámbanos aureolan el corazón humeante de los cuervos

nuestros corazones es la voz de los rayos amansados que giran sobre sus goznes de hendidura

transmisión de anolis a un paisaje de cristales rotos son las flores vampiros subiendo a relevar a las orquídeas elixir del fuego central

fuego justo fuego mango nocturno cubierto de abejas mi deseo un azar de tigres sorprendidos en los azufres pero el despertar estañoso se dora de yacimientos infantiles y mi corazón de guijarro comiendo peces comiendo palomas y sueños

el azar de la palabra Brasil en el fondo del pantano

El machetazo del placer rojo en plena frente había sangre y ese árbol que se llama framboyán y que nunca merece tanto su nombre como en vísperas del ciclón y de las ciudades saqueadas la nueva sangre la razón roja todas las palabras de todas las lenguas que significan morir de sed y sólo cuando morir tenía el sabor del pan y de la tierra y el mar un sabor de antepasado y ese pájaro que me grita que no me rinda y la paciencia de los aullidos en cada rodeo de mi lengua el más bello arco que es un surtidor de sangre el más bello arco que es un cerco lila el más bello arco que se llama la noche y la belleza anarquista de tus brazos en cruz

y la belleza eucarística que llamea en tu sexo en nombre del cual saludo a la palizada de mis labios violentos había la belleza de los minutos que son las joyas rebajadas del bazar de la crueldad el sol de los minutos y su bonito hocico de lobo que el hambre hace salir del bosque la cruz roja de los minutos que son las anguilas en marcha hacia los viveros y las estaciones y las inmensas fragilidades del mar que es un pájaro loco clavado muerto en la puerta de las tierras cocheras había hasta el miedo tales como el relato de julio de los sapos de la esperanza y de la desesperación mondados de astros encima de las aguas allá donde la fusión de los días que asegura el bórax da razón de las lamparillas gestantes las fornicaciones de la hierba que no deben contemplarse sin precaución las copulaciones del agua reflejada en el espejo de los magos las bestias marinas para ser tomadas en la cavidad del placer los asaltos de vocablos todos portañolas humeantes para celebrar el nacimiento del heredero macho en instancia paralela con la aparición de las praderas siderales en el flanco de la bolsa en los volcanes de ágaves de precios de silencio el gran parque mudo con la ampliación silúrica de juegos mudos de las tristezas imperdonables de la carne de cañón según la dosis siempre repetida de los gérmenes que deben ser destruidos escolopendra escolopendra

hasta el párpado de las dunas sobre las ciudades prohibidas golpeadas por la cólera de Dios

escolopendra escolopendra

hasta la ruina crepitante y grave que arroja las ciudades enanas a la cabeza de los caballos más fogosos cuando en plena arena levantan su rastrillo sobre las fuerzas desconocidas del diluvio

escolopendra escolopendra

cresta cresta cimacio rompe rompe como sable caleta pieles como ciudades

dormido sobre sus piernas de estacas y de safenas de agua cansada en un momento

se producirá el desastre de los silos venteados de cerca el azar cara de pozo de condotiero a caballo con una armadura de charcas artesianas y las cucharitas de las sendas libertarias cara de viento

cara uterina y lemúrida con dedos ahoyados en las monedas y en la nomenclatura química

y la carne volverá las grandes hojas bananeras que el viento de las zahúrdas alejadas de las estrellas que señalan la marcha atrás de las heridas de la noche hacia los desiertos de la infancia fingirá leer

en un instante habrá la sangre derramada donde las luciérnagas tiran las cadenitas de las lámparas eléctricas para la celebración de las compitales y las chiquilladas del alfabeto de los espasmos que suscita los grandes ramajes de la herejía o de la connivencia

habrá el desinterés de los paquebotes del silencio que surcan

día y noche las cataratas de la catástrofe en los alrededores de las sienes sabias en trashumancia

y el mar hará regresar sus pequeños párpados de halcón y tú tratarás de coger el instante el gran feudatario recorrerá su dominio a la velocidad de oro fino del deseo en los caminos de neuronas mira bien al pajarito si no se ha tragado la estola el gran rey aturdido en la sala llena de historias adorará sus manos limpias sus manos levantadas en el rincón del desastre entonces el mar regresará a sus pequeños zapatos procura cantar para no apagar la moral que es la moneda obsidional de las ciudades privadas de agua y de sueño entonces el mar se sentará a la mesa lentamente y los pájaros cantarán lentamente en las básculas de sal la canción de cuna congolesa que los soldadotes no han olvidado pero que el muy piadoso mar de las cajas craneanas conserva sobre sus folios rituales

escolopendra escolopendra

hasta que las cabalgatas pindongueen en los prados salobres de abismos con el zumbido humano en las orejas ricas de prehistoria

escolopendra escolopendra

en tanto que no hayamos alcanzado la piedra sin dialecto la hoja sin torre el agua frágil sin fémur el peritoneo seroso de las tardes de fuente

¡Ah,

mi duermevela de isla tan turbio en el mar!

Y he aquí que desde todos los puntos del peligro la historia me hace la señal que esperaba. Veo brotar naciones verdes y rojas, ¡os saludo, estandartes, gargantas del viento antiguo, Malí, Guinea, Ghana

y os veo, hombres,

nada torpes bajo este nuevo sol!

Escuchad:

desde mi lejana isla desde mi vigilante isla os digo ¡Hoo!

Y vuestras voces me contestan y lo que dicen significa: «El tiempo es claro.» Y es verdad: aun a través de la tormenta y de la noche para nosotros el tiempo es claro Desde aquí veo a Kiwu cerca de Tangañica bajar la escalera de plata del Ruzizi (es la muchacha talluda a cada paso bañando la noche con un escalofrío de cabellera)

desde aquí veo anudados

a Benué, Logone y Tchad;

atados: Senegal y Níger.

Rugir, silencio y noche rugir, desde aquí oigo

como ruge el Nyarogongo.

Odio, sí, el destierro y la tranca y el arreo que rechina, pero de tenso viento, que nos ha magullado, he visto menguar el hocico negrero.

Veo el África múltiple y una vertical en la tumultuosa peripecia con sus rodetes, sus nódulos, un poco aparte, pero al alcance del siglo, como un corazón de reserva Y repito: ¡Hoo madre!

y levanto mi fuerza inclinando la cabeza. ¡Oh tierra mía!

Quiero desmenuzarla lentamente entre el pulgar y el índice quiero frotarme con ella el pecho, el brazo, el brazo izquierdo y acariciarme el derecho. ¡Hoo mi tierra es buena

tu voz también es buena con ese apaciguamiento que da una salida de sol!

Tierra, forja y silo. Tierra que muestras nuestros caminos, es aquí donde una verdad se atreve, acallando al oropel del viejo brillo cruel

Mira:

África ya no es un diamante de infortunio un negro corazón que se estría;

nuestra África es una mano fuera del cesto, es una mano derecha, con la palma hacia delante y los dedos muy juntos;

es una mano tumefacta,

una-herida-mano-abierta,

tendida,

morenas, amarillas, blancas, a todas las manos, a todas las manos heridas del mundo.

contra todo lo que pesa valor de lepra contra el mal sortilegio nuestra arma sólo puede ser la estaca llameante de mediodía para reventar en toda la era la espesa pupila del crimen

contrabando cuidas mal a un dios y que siempre se escape tu humo, tu hambre, tu holgorio

Libertad

Versiones: Agustí Bartra

Asalto al cielo - Antología poética
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