En el silencio sepulcral de las cuatro paredes sin sol lee en la Biblia
regalo de esperanza de su madre:
«¡Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia...».
Porque de ellos será la patria y el amor de su pueblo.
Madre mía
(todas las madres negras cuyos hijos partieron) tú me enseñaste a esperar como esperaste en las horas difíciles
Pero la vida
mató en mí esa mística esperanza Ya no espero
soy aquel por quien se espera
Soy yo Madre mía somos nosotros la esperanza tus hijos
que hemos partido hacia una fe que alimenta la vida Hoy somos niños desnudos en las aldeas del monte muchachos sin escuela que juegan con pelotas de trapo al mediodía en los arenales somos nosotros mismos
los contratados para quemar nuestras vidas en los cafetales
los hombres negros ignorantes
que deben respetar al hombre blanco
y temer al rico
somos tus hijos
de los barrios de negros
allá donde no llega la luz eléctrica
los hombres borrachos hasta caerse
abandonados al ritmo de un toque de muerte
tus hijos
con hambre
con sed
avergonzados de llamarte Madre con miedo de cruzar las calles con miedo de los hombres nosotros mismos Mañana
entonaremos himnos a la libertad
cuando conmemoremos
la fecha de la abolición de esta esclavitud
Vamos en busca de la luz tus hijos Madre
(todas las madres negras cuyos hijos partieron)
Van en busca de vida.
Versiones: David Chericián