Senegal, 1927 ࢤ 1960

Escuchad camaradas de siglos de incendio El ardiente clamor negro de África a las Américas Mataron a Mamba

Como también allá a los siete de Martinsville

Como al Malgache allá en el chisporroteo débil de las cárceles

Había en su mirada camaradas

La cálida fidelidad de un corazón sin angustias

Y su sonrisa más allá de los sufrimientos

Por encima de las heridas sobre su cuerpo surcado

Conservaba los claros colores de un ramo de esperanza

Es verdad que mataron a Mamba de los cabellos blancos

Que diez veces nos ofreció la leche y la luz Siento su boca sobre mis sueños

Y el temblor apacible de su pecho

Y mi memoria duele

Como la planta arrancada fuera del seno materno Pero no

He aquí que estalla más alto que mi dolor Más puro que la mañana que despertó la fiera El grito de cien pueblos aplastando las guaridas

Y mi sangre de años de exilio

La sangre que ellos creyeron agotar en el ataúd de las palabras Recobra el fervor que traspasa las brumas Escuchad camaradas de los siglos de incendio El ardiente clamor negro de África en las Américas Es el signo de la aurora

El signo fraternal que vendrá a nutrir el sueño de los hombres.

Cínicos monstruos con tabacos Desplegados en elevadas orgías

Y paseando la igualdad en una jaula de hierro Predicáis la tristeza encadenada al miedo

El canto melancólico y el renunciamiento

Y vuestros dementes mantos

Precipitando la muerte sobre cada naciente verano Inventan la pesadilla de los pasos cadenciosos en los circos de

los negros Hoy vuestras ciudades prohibidas Se abren con llantos tardíos y solemnes juramentos

Y vuestras alambicadas palabras se arrastran inagotablemente Entre las ruinas acumuladas

Es la hora en que vuestros pensadores acometidos de súbitos dolores

Dan a luz en coro la unidad

Y convierten la claridad en un monótono centelleo Que cederá al invisible torpor

A las trampas tejidas alrededor de las cunas carcomidas

Que cederá a las trompetas bautismales

Mientras que las cuerdas estallan en el recio viento

Y mueren las mascaradas mordidas de roca a roca Basta el temblor del maíz

El grito del maní atormentando el hambre negra

Para dirigir nuestros pasos hacia la verdadera luz

Y a nuestras noches de alcohol de propaganda

A vuestras noches aplastadas por saludos automáticos

A vuestras noches de piadosos silencios e interminables sermones

Opondremos el himno de los tensos músculos

Que saludan la resplandeciente partida

El insólito himno del África andrajosa

Desgarrando las tinieblas establecidas por mil años.

África mi África

África de los fieros guerreros en las sabanas ancestrales

África a quien canta mi abuela

A la orilla de su río lejano

No te he conocido nunca

Pero mi mirada está llena de tu sangre

Tu bella sangre negra a través de los campos regada

La sangre de tu sudor

El sudor de tu trabajo

El trabajo de la esclavitud

La esclavitud de tus hijos

África dime África

Eres tú pues esa espalda que se dobla

Y se tiende bajo el peso de la humildad Esa espalda temblorosa de surcos rojos

Que dice sí al látigo en las carreteras del mediodía Entonces gravemente una voz respondió Hijo impetuoso ese árbol robusto y joven Ese árbol allá

Espléndidamente solo en medio de flores blancas y marchitas

Es África tu África que vuelve a crecer

Que vuelve a crecer pacientemente obstinadamente

Y cuyos frutos tienen poco a poco El amargo sabor de la libertad.

Dimbokro Poulo Condor

La ronda de las hienas alrededor de los cementerios La tierra saturada de sangre la risa burlona de los quepis

Y en los caminos el gruñido siniestro de las carretas de odio Pienso en el vietnamita caído en el arrozal

En el forzado del Congo hermano del linchado de Atlanta En la macabra emboscada del silencio Cuando el ala de acero pasa sobre las risas nacientes Dimbokro Poulo Condor

Ellos creían en las cadenas que estrangulan la esperanza En la mirada que se extingue bajo el sudor eterno Sin embargo se trata del sol que brota de nuestras voces

Y de las sabanas a las selvas

Nuestras manos crispadas en el abrazo del combate

Muestran a los que lloran chispazos de porvenir

Dimbokro Poulo Condor

Escucháis cómo ruge la savia subterránea

Es la canción de los muertos

La canción que nos lleva a los jardines de la vida.

En aquel tiempo

A fuerza de palabras de civilización

A fuerza de agua bendita sobre las frentes domesticadas

Los buitres construían a la sombra de sus garras

El sangriento monumento de la era tutelar

En aquel tiempo

Las risas agonizaban en el infierno metálico de las carreteras

Y el ritmo monótono de los Pater-Noster

Cubría los gritos de las plantaciones con provecho

Oh el recuerdo ácido de los besos arrancados

Las promesas mutiladas al choque de las ametralladoras

Hombres extranjeros que no eran hombres

Ustedes sabían todos los libros.

Ustedes no sabían el amor

Y las manos que fecundan el vientre de la tierra

Las raíces de nuestras manos profundas como la rebelión

A pesar de vuestros cantos de orgullo en medio de los montones de muertos

Las aldeas desoladas África dividida

La esperanza vivía en nosotros como una ciudadela

Y de las minas de Suazilandia al pesado sudor de las fábricas de Europa

La primavera tomará cuerpo bajo nuestros pasos de claridad.

Versiones: Agustí Bartra

Asalto al cielo - Antología poética
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