Irlanda, 1904 ࢤ 1972
Ten esto en cuenta, porque nosotros los hemos condenado; Conductores hacia tierra insegura, guías que perdieron la huella O en alianza con los ladrones han trastocado los postes de señales, Irrespetuosos con los antepasados, irresponsables con los herederos. Nacidos ya marchitos, extravagante fruto, raíz en piedra, Floreciendo infructuosos, cuyo follaje sofoca, Savia de horchata, rechazan el sol.
El hombre con su lengua en la mejilla, la mujer
Con el corazón fuera de sitio, deformes, dañinos;
Han expuesto a los recién nacidos a algo peor que la intemperie,
Exiliado al honesto, saqueado al profeta.
Éstos han removido las granjas para hacer lagos de recreo,
En tiempo de sequía desaguan las reservas
A través de canales privados para baños y surtidores.
Aprovechadores, no procreadores; ganadores, no iniciadores;
Plañideros, no vencedores; no experimentadores, sí traidores;
Guiados por ninguna estrella, cuya luna nada significa.
Diariamente negando, incapaces de excavar:
A salvo en quintas de parientes,
Combatientes de cucharas y cómodos entre cojines
Ruegan por la paz, condenan el desastre.
Los que acepten soborno perecerán por el soborno,
Muriendo de raíz seca, terminando en asilos,
Una maldición para los hijos, una carga para el Estado.
Pero aún sus temores y fantasías nos infectan;
No hay droga ni aislamiento que curen este cáncer:
Es ahora o nunca, la hora del cuchillo,
La ruptura con el pasado, la operación mayor.
Ustedes que aman a Inglaterra, y tienen el oído hecho a su música.
El lento movimiento de las nubes en estado de gracia,
Claras arias de luz que se estremecen sobre sus tierras altas
Sobre los acordes del verano que se sostienen apaciblemente;
Las hojas incesantes en contrapunto con un vivaz viento del Oeste,
Los capullos y vías que entonan el más encantador allegro;
Y las tormentas de las cuerdas de cobre del bosque en el final del año:
Escuchen. ¿No oyen cómo se anuncia la entrada de otro tema?
Ustedes que andan solos, en tándems o en motocicletas, Hacia caminos arteriales paseando en abril, O tristes junto a lagos en los que se reflejan
Y hacen fuego con hojas, sus alfas esperanzas ya perdidas: Juntos ciclistas y caminantes, excursionistas de un día, Refugiados de pueblos malditos y áreas devastadas:
Saben que buscan un mundo nuevo, un salvador para establecer Un perdido parentesco y restaurar el logro de la sangre.
Ustedes que aman la paz, las cosas buenas, que son felices de un modo simple
Contemplando los pájaros o jugando al críquet con niños escolares, Que pagan toda la ronda de los tragos, cuyo desastre no escogieron,
Y sin embargo, pasan molinos abandonados y establos que se arriendan. Donde la desesperación se ha quemado a sí misma —los corazones en
vilo,
Ustedes que sufren las pérdidas, conscientes de la vitalidad disminuida. Podemos decirles un secreto, ofrecerles un tónico; sólo Sométanse al ángel visitador, el nuevo y raro curandero.
Ustedes sobre lodos los que han llegado al límite, víctimas
De una máquina trituradora, que ya no pueden soportar;
Lo mismo en butacones, irritados por la impotencia,
Que contra el hambre, espías y matones, preservando
El nervio para la acción, la chispa de la indignación—
Necesitan no luchar más en la oscuridad, conocen ya a sus enemigos.
Ustedes serán los líderes cuando llegue la hora cero,
Gobernadores del poder y forjadores de un mundo nuevo.
Versiones: David Chericián