Rusia, 1893 ࢤ 1930
Así al descuido
no saldrá una nave,
y aérea,
mucho menos.
Hacen falta
hélices
y alas
para que muy suavemente suba y descienda
y vuele firme y alta.
Pero es
lo principal
el corazón:
el motor,
que desate un huracán para que zumbe
sin interrupción
o de lo alto
en picada
al suelo van.
Hasta el gorrión
también
tiene motor:
un corazón
que late
en las costillas.
Pues si falla
el motor,
el volador
a tierra
cae muerto
y hecho astillas.
Si es preciso
el motor
para el gorrión
¿cómo el hombre
lo va a pasar
sin él?
Pesa él
cuatro onzas
y mi peso son
cinco y media
arrobitas
en el fiel.
Eso aún es poco:
sólo un ser humano.
¿Y las máquinas?
¿Pesan cuánto ahora?
Y a la guerra
las bombas lleva,
hermano,
con tus minas
y tu ametralladora. Por que al cielo
el piloto
el rumbo tuerza
dejando atrás
al ave,
el extranjero
motores
de mil caballos
de fuerza
por millones
construye
el día entero.
Los nuestros
son ancianos.
ataúdes,
aún hoy
los nuestros
a la cola van;
pero irán
desatándose
en aludes
y en su nariz
cual bala
estallarán.
En el cielo de Francia
el Renault bronco
zumba,
en el de Inglaterra
el Rolls Royce truena.
No los alcanzarás
montando un tronco.
¡Obrero, a hacer motores en cadena!
Si en seguida
no triunfas,
recomienza:
un día de labor
da poco fruto.
Los Wright
con su primer motor
la inmensa tierra
volaron no más de un minuto.
Pero hoy vuelan,
¡alcánzalos, porfía!
Tan sólo nubes lanza al viento; Ahora
con flechas, sin posarse,
en todo un día—
¡cuatrocientos kilómetros por hora
¿Que el motor lo inventó la inteligencia burguesa?
¿Que es la flor de sus saberes?
No, que esta maravilla de la ciencia
la creó el proletario en los talleres.
¿Por qué el estancamiento, ruso obrero?
Si está en tus propias manos el poder,
por la defensa del estado obrero
un motor trimejor debes nacer.
He aquí que ya se acerca ese momento:
sobre los campos, la hélice tronante,
Saratov y Riazan verán al viento
nuestro motor soviético pujante.
El ruso a veces gusta
del azar;
al parecer
le sale bien.
Yo quiero
el azar
del motor
eliminar,
venciendo
con trabajo
al extranjero.
La tarea organiza
de otro modo.
Temprano al torno
da esfuerzos titánicos,
y según
la O.C.T.5 revisa todo cada hora.
Crea nuevos mecánicos...
Por que más pronto llegue el tiempo claro
al que los comunistas van atléticos,
suda y afánate a diario,
«Icaro», en el natal motor de los soviéticos.
Proletario,
recuerda:
abriste el dique
de la tierra
hacia el cielo
con tu avión.
Piensa en ese
motor:
«El Bolchevique»,
el corazón
de toda
la aviación.
Porque es
lo principal
el corazón:
el motor,
que desate un huracán para que zumbe
sin interrupción
o de lo alto
en picada
al suelo van.
Así al descuido
no saldrá una nave,
y aérea,
mucho menos.
Hacen falta
hélices
y alas
para que muy suavemente suba y descienda
y vuele firme y alta.
(Black and white)
A un vistazo
La Habana
se revela
paraíso,
país afortunado. Flamencos en un pie
1923
Versión: Desiderio Navarro y David Chericián
bajo una palma.
Florece
el coralillo
en el Vedado.
En La Habana
las cosas
son muy claras:
blancos con dólares,
negros — sin un cent.
Por eso
Willy
con su escoba barre cerca de «Henry Clay and Bock, Limited». Mucho
en su vida
ha Willy barrido—
tanto polvo
formaría una montaña.
Por eso
su cabello
se ha caído
y apenas
la barriga
le acompaña. Hay poco espacio para su alegría: seis horas de dormir sobre un costado. O cuando :
el inspector
le concedía
la mísera
propina de un centavo. ¡Si pudiera evitar tanta basura! Sólo
quizás
andando de cabeza.
Pero entonces
pegárase más fango: pelos, son miles;
sólo dos
las piernas.
Junto a mí
pasea el Prado
suntuoso.
El jazz
de pronto estalla
o centellea.
Que en La Habana
se encuentra el paraíso un bobo solamente
lo creyera.
El cerebro de Willy
es limitado,
muy poca siembra,
pocos brotes, creo,
pero grabó
una cosa en su memoria,
sólida,
cual la estatua
de Maceo:
«Tócale al
blanco
la piña madura,
y la podrida
sólo alcanza
el negro,
el trabajo más blanco
es para el blanco, y el trabajo más negro—
para el negro». Pocas cuestiones se planteaba Willy. Pero alguna
le hincó con más tesón.
La escoba
se escapaba
de sus manos
Cuando a Willy
le hincaba
esta cuestión
Hay que ver
lo ocurrido en ese instante: visitó a Henry Clay,
rey del tabaco,
del azúcar,
el rey más poderoso. Más que las nubes, piel y traje blancos. El negro
se acercó
al bulto de grasa: «Perdón, míster
—le dijo—
pero quiero
saber
¿si es el azúcar
blanco blanco
por qué
tiene que hacerla
el negro negro?
El tabaco
no asienta
a sus bigotes,
más bien a un negro
de pelambre oscura.
Y si usted gusta
del café
bien dulce
haga usted lo mismo, entonces,
el azúcar». Cuestión planteada así
no queda en vano.
El rey
su blanco rostro
tornó en verde.
Se revolvió
furioso con los
puños,
lanzó dos golpes,
presuroso fuese.
Los jardines
en torno
florecían,
los plátanos
trenzaban
sus penachos.
Sus blancos
pantalones
manchó el negro
de la sangre nasal
que ardía en su mano.
Luego aspiró
por las narices rotas, la escoba recogió
casi al tuntún. ¡Cómo él podría saber
que estas cuestiones
al Komintern
plantéanse
en Moscú.
La Habana, 5 de julio de 1925
Con la escolta de afanes,
su tropel de sucesos
el día, lentamente,
a la sombra se fue. Dos en el cuarto estamos:
estamos yo
y Lenin—
en la fotografía
de la blanca pared. Tiene abierta la boca
en tensión de discurso,
los pelos del bigote
se adelantan
enhiestos,
los pliegues de la frente
aprietan
la idea humana,
de tan inmensa frente
el pensamiento inmenso.
Parece
que ante él
pasan miles de brazos... Un bosque de banderas...
un hierbazal de manos...
De la silla levántame
un júbilo radiante,
¡ganas dan
de ir también,
saludar,
reportarle!
«Camarada Lenin,
aquí rindo mi informe no por obligación,
por devoción del alma. Camarada Lenin,
una tarea infernal
es la que
se realiza
y ya está realizada.
Damos luz,
y vestimos a pobres y desnudos,
se ensancha
la extracción:
carbón y minerales.
Pero junto con esto,
claro,
que existe mucho,
mucho
de varia
hez y muchas nulidades. Cansa a la defensiva
estar, a dentelladas. Muchos
al irse usted
por el atajo fueron.
Demasiados
canallas
de variadas especies
andan
por nuestra tierra
y en torno a nuestro suelo.
Son inmensos
en número,
no sé cómo llamarlos,
una siniestra
banda de estos tipos
se extiende.
Los kulaks, los burócratas, adulones,
sectarios
y borrachos—
caminan
ostentosos,
y de sus pechos penden muchas estilográficas
e insignias que no entienden.
Nosotros,
por supuesto,
ya los aplastaremos,
aunque
aplastar a todos
sabemos que es difícil.
Camarada Lenin,
en las humeantes fábricas,
en las tierras,
cubiertas
de nieves
y de trigos,
con vuestro
corazón,
camarada,
y vuestro nombre
pensamos,
respiramos,
luchamos
y vivimos!».
Con su escolta de afanes,
su tropel de sucesos,
el día, lentamente,
a la sombra se fue.
Dos en el cuarto estamos:
estamos yo
y Lenin—
en la fotografía
de la blanca pared.
1929
Versiones: Nina Bulgákova y Ángel Augier
¡A desplegarse en marcha!
No es ya hora de juegos de palabras.
Silencio, oradores.
Tiene
la palabra,
camarada máuser.
Basta ya de vivir según la ley
de Adán y Eva. Debemos derrengar
de una vez al jamelgo de la historia.
¡Izquierda!
¡Izquierda!
¡Izquierda!
¡Eh, camisazules! ¡A ondear! ¡A los océanos! ¿Acaso
nuestros acorazados en la rada tienen quillas melladas! Que,
irguiendo la corona
lance el león británico su aullido.
Hoy no será abatida la comuna.
¡Izquierda!
¡Izquierda!
¡Izquierda!
Allá
tras las montañas de dolor
hay tierras infinitas y soleadas. Por hambre y mar de muerte
más firmes van millones y millones.
Que nos cerque la banda mercenaria
y el torrente de acero corra airado:
¡No vencerán a Rusia los aliados!
¡Izquierda!
¡Izquierda!
¡Izquierda!
¿Se apagará quizá el ojo del águila? ¿Fijaremos la vista en el pasado? ¡A afincar
en la garganta del mundo .
los dedos duros del proletariado!
¡El pecho enhiesto y firme hacia adelante,
cubre con tus banderas todo el cielo!
¿Quién va con la derecha en este instante?
¡Izquierda! . .
¡Izquierda!
¡Izquierda!
Versión:Valeri Gurenko y David Chericián