Marruecos, 1922 ࢤ 1993
¡Oh, ciudad triste, aunque borracha de sol, Ciudad abrumada por la humedad! Tú no escuchas mis flautas delicadas. Mi corazón su eco ha perdido.
Escribo con espuma ensangrentada sobre la página tremante.
¡Ciudad de la Amargura, Insensible, Rabat!
Se prohíben a sí mismos los poetas aquí
Dar ritmo a las palabras.
En corro entablan sus conversaciones
Y no hablan de nada en absoluto. Entre el rumor se mueren las palabras, Las flores se marchitan
Y el viento barre sin piedad su aroma. Si la gente se pudiera reír
Sería siempre joven.
¡Qué débiles somos con vosotros!
Y aunque para Alá, Para Brahma, Para Dios padre,
Los hombres son la cima de la creación del mundo. Sin embargo, cualquier nimiedad: Un infusorio, algún triste microbio, Sin grandes esfuerzos Nos lleva a la tumba.
¡Oh, dioses de bronce!
¡Creación de las manos del hombre!
A su imagen y semejanza
Él os creó, dioses.
Rezad al hombre,
Rezad por el hombre,
Porque mucho le debéis.
¡Oh, dioses de piedra! Intrépidos y fuertes El hombre os esculpio
Débil y temeroso...
Desde la altura de vuestros pedestales
Veis transcurrir los siglos sin descanso
Y ni el tiempo ni las tempestades Pueden quitaros grandeza y poder.
Dad vuestra gracia pues a quien la vida os dio,
Quien os creó y, como quien dice, os colocó en el pedestal.
Él, vuestro creador, ama las flores: con rabia las arranca el torbellino,
Él teme las enfermedades: vosotros esparcís microbios,
Él aprecia su vida: vosotros podéis destrozarla en broma,
Olvida él que a vosotros os sacó, dioses, de la nada.
Os respeta, os limpia la suciedad y el polvo.
Alza suntuosos templos para que viváis rodeados de lujo.
El bronce, la madera, la piedra vivifica para que reencarnéis
Y para que la ardiente fe
Hasta el suelo se incline ante vosotros.
Y sin embargo,
Bajo el peso de sus constantes ocupaciones e inquietudes,
Con todo, vuestro creador no pudo
Daros corazón.
¡Y por culpa del hombre
Sois insensibles, dioses!
Versiones: Antonia María Tristá y David Chericián