Bosnia, 1915 ࢤ 1984
En la XII noche, oscura y lluviosa, unas cuantas decenas de proletarios de Craina, rodeados cerca de un hospital montuno, libraron su último combate contra un enemigo diez veces más poderoso. Así fallecieron heroicamente en la batalla desigual.
En nuestra tierra espiga el trigo. Nuestras manos sembraron la simiente. La siega nos espera,
nos espera el nocturno, suave canto de las adolescentes. Pero hemos caído, camaradas, hermanos. La siega fue de primavera,
joven y verde cayó el trigo, demasiado temprano. Neblinosa tristeza con susurros de lluvia giran encima de las canciones muertas. Muertas están las manos, los fusiles difuntos. Formamos fila aun en la muerte juntos el camarada con el camarada al lado. Aquella vez eran en proporción de uno por diez. Diez contra uno en noche de aguaceros. Y nosotros estábamos cansados y hambrientos y mojados.
Uno por diez, uno por diez, diez animales fieros
por cada compañero.
¿Esto es posible? Sí; somos obreros.
Al alejarnos del hogar nos despedía
el llanto, con susurros el nativo
bosque por nuestra suerte pensativo:
¿Volverán algún día?
Las madres pasan noches sin dormir y vigilan el camino, esperando al mensajero. Vendrá otra juventud, los días nuevos se perfilan, continuaremos nuestro canto roto, en fuegos vivos ya acuñado, entero, el canto habla de lejos, del comienzo remoto, vivo ve en él la madre al hijo de su llanto, se ve al hermano, al novio, al compañero. Vendrá la gloría, nuestra será la gloria plena, desaparecerá toda salvaje hiena, y en estos días marcharán por el camino abierto de nuestra libertad los proletarios muertos.
María Bursoch, heroína nacional juvenil, nace en la aldea Kamenica, situada en las cercanías de Drvar. Durante una batalla contra el campamento alemán Pressima, como bombardera de la X brigada de Kecina, María conquista tres fortificaciones (bunkers) enemigas y hace cuatro prisioneros alemanes. Herida mortalmente en el último bunker, es llevada al hospital donde espera la muerte cantando y alentando a sus compañeros heridos.
La gorra le ocultó las trenzas:
era no más que una muchacha combatiente
contra el fascismo, pero la artillera
se fue con todo el corazón al frente.
En la noche el relámpago tres veces. María en tres asaltos resplandece.
Ataca el primer bunker. Como borra a la vida el relámpago, su aldea ve María entre llamas, y los blancos rebaños muertos nadie pastorea.
Vuelve a atacar María de Kamenica y junto al Drina ve senderos muertos y en Drvar, entre llamas y cenizas, deformes maquinas, seres inciertos.
Y al atacar el tercer bunker ella el nido oscuro ya la muerte exhala, y la bala al halcón le parte el ala: vio Kamenica como cae una estrella.
Sus ojos ven alba final sin llanto, sus labios cantan el último canto.
Versiones: Miomira Dakovic y Francisco de Oraá