Serbia, 1898 ࢤ 1993
Ocurrió en un país de campesinos
en el Balkán agreste,
sufrió un día la muerte de los mártires
todo un destacamento
estudiantil.
Nacieron en un mismo año, iguales sus jornadas de estudio transcurrían, andaban juntos a las mismas fiestas, tuvieron las mismas enfermedades y un mismo día perecieron todos. Ocurrió en un país de campesinos en el Balkán agreste, sufrió un día la muerte de los mártires todo un destacamento estudiantil.
Y sin embargo unos minutos antes del instante supremo
todo aquel infantil destacamento sentado estaba frente a sus pupitres y en sus carteras, entre sus cuadernos, yacían sin sentido el dos y el cinco: Sólo un puñado de los mismos sueños, secretos amorosos y patrióticos llenaban en silencio sus bolsillos.
Y cada uno soñaba que muy larga sería su carrera bajo el cielo
hasta arreglar los problemas del mundo.
Ocurrió en un país de campesinos
en el Balkán agreste,
sufrió un día la muerte de los mártires
todo un destacamento
estudiantil.
Filas enteras de muchachos tomados de las manos de su última clase fueron tranquilos al fusilamiento como si nada fuera aquella muerte. Filas enteras de camaradas
fueron así llevadas hacia la calma eterna.
...Como agua irrumpe la sublevación, todo lo inunda.
En el transcurso de una sola noche
ocurrieron prodigios increíbles:
El niño aún sin bozo
creció hasta hacerse hombre,
los desnudos pichones maduraron
en el nido frondosas alas de águila,
ya no lloró la madre al hijo muerto,
guardó el pañuelo negro igual que si esperara
a compadres en traje de domingo.
Se sublevó la madre que en la cuna
duerme a su primer hijo,
con el nieto cogido de la mano
fue el abuelo a morir.
En el transcurso de una sola noche
se hizo bosque el barbecho.
Fue la sublevación más rápida
que una tempestad de julio
sobre profundas aguas sin un barco
sobre el abismo,
encima de la ciénaga,
donde la turba en cieno arde y se quema,
en alta mar y en el desierto.
Truenan juntos, solloza el bosque viejo,
viejísimos fusiles de trabuco,
el fusil del abuelo, remo largo
acuñado en su aldea natal.
Escopeta de dos cañones simples
que fue de padre a hijo,
fusiles blancos de oropel ornados
como ramas cubiertas por las flores.
Fusiles que por vez primera estaban
en las manos de los combatientes:
¡Al fusil!
Respondió la voz unánime desde toda la tierra, todo el mundo.
Versiones: Miomira Dakovic y David Chericián