Frederic Chopin

 

Cómo demostrar, después de tantos años en Francia, el gran amor que siento por mi querida Polonia, se preguntaba Frederic Chopin en su lecho de muerte. Morir en su tierra era lo que más hubiese deseado, pero, de qué manera podía satisfacer su anhelo, ya tan débil, casi sin poder moverse, sin aliento siquiera para sentarse al piano o escribir una nota más… Los planes para su entierro ya se habían adelantado: se realizaría en el cementerio Père-Lachaise, de París, después de escuchar sus Preludios en mi menor y el Réquiem de Mozart. Luego, como última despedida, tocarían la Marcha fúnebre de su Sonata Op. 35.

Es cierto que Chopin había dedicado a Polonia diecisiete cantos y catorce polonesas, pero no le parecían suficientes, quería más, mucho más, algo que no sólo les hiciera saber a sus compatriotas lo tanto que amaba a su Varsovia natal sino que también le trajera paz a su alma, la reconfortante sensación de descansar entre los suyos —algo ahora imposible—, la certeza de no dar a su conciencia la posibilidad de una molestia, de un reclamo, de algo pendiente, que de existir la otra vida lo mortificaría por toda la eternidad…  Moriría en París sí, pero su corazón, se repetía una y otra vez, le pertenecía a Varsovia. No quería resignarse. Si pudiera hacer algo. Irse así como así y nada más. ¿Lo entenderían sus compatriotas, los familiares que aún le quedaban en Varsovia? Qué hacer: ¿una carta, otras composiciones? No, ya no había tiempo para una más. Si pudiera partirme en dos, murmuraba, si de una de mis costillas se pudiera reproducir otro Chopin, como la Eva de Adán, entonces… ¡Ah! Varsovia, cómo olvidar Varsovia. En Varsovia escribió sus primeros versos con tan sólo seis años. En Varsovia recibió clases de armonía, de composición, de contrapunto. En Varsovia, casi de forma autodidacta, aprendió a tocar el piano. En Varsovia publicó su primera polonesa antes de cumplir los ocho años. En Varsovia, con apenas nueve años, dio su primer concierto. En Varsovia era conocido y respetado: los hombres se quitaban el sombrero al verlo pasar y las damas le sonreían con insinuante admiración. En Varsovia era aplaudido en cada teatro, en cada salón; su presencia era requerida en fiestas y tertulias, y la gente se aglomeraba en aceras y cafés cuando advertían su presencia. Desde Varsovia su reputación de joven prodigio se había extendido por toda Europa. A los diecinueve viajó a Viena, dio varios conciertos con extraordinario éxito y publicó Variaciones Op.2, sus primeras composiciones, de las que Schumann diría luego: “Descubrámonos, señores: estamos ante un genio”. ¡Ah!, Varsovia, Polonia… Todo lo que era se lo debía a Polonia. No se resignaba entonces a morir sin reconciliarse con ella, sin pedirle perdón por tanto tiempo de ausencia, sin hacer algo que lo redimiera… 

Ya era octubre en París y comenzaba el frío invernal. Chopin tosía con frecuencia y su respiración era irregular. La baronesa Dudevant, su gran amiga y novelista, que escribía bajo el seudónimo de George Sand, lo acompañaba junto a la cama.

—Te pondrás bien, ya verás.

—No es la muerte lo que me aflige.

—Lo sé, Frederic, me gustaría ayudarte, pero es imposible que viajemos ahora a Varsovia… no lo resistirías… Más adelante, cuando mejores…

—Sabes que no voy a mejorar.

—Claro que sí… Ven, recordemos viejos tiempos. ¿Recuerdas cuando nos conocimos? Creo que fue en 1836, poco más o menos. Aún me hace gracia. Tenías veintiséis años y parecías un niño de quince. Te veías tan delgado y frágil. Tus facciones eran suaves, sin arrugas y con esa honesta ingenuidad de la que gozan los adolescentes. Sin conocernos fuimos invitados por Franz a una reunión en el Hotel de France. Te acompañaba Ferdinand y yo iba con Marliani. Inmediatamente después de que Liszt nos hubo presentado, no lo pude evitar, le susurré a Marliani que parecías una niña. Luego me di cuenta de que me habías escuchado, quizás también Franz. ¡Oh, qué vergüenza! Sin poder aguantar la risa me di la vuelta y tomé una copa de champaña cuando pasó el mozo. Luego me puse a hablar con monsieur Delacroix y me hice la desentendida. Fue tan gracioso todo aquello.

—Sí, muy gracioso. Lo que aún no sabes es lo que yo le dije a Ferdinand cuando nos diste la espalda.

—A ver, ¿qué le dijiste?

—“¡Qué antipática es esa señora Sand! ¿Es una mujer? Estoy por dudarlo”.

—¿Sí?

—Sí, eso dije.

—Canalla… quiere decir que sí me habías escuchado… tenía la duda.   

—Te escuché y me vengué.

—Ya lo veo, canalla… La segunda vez que nos vimos fue en tu casa. Habías viajado a Londres y te sentías feliz de haber regresado. Fue aquel verano cuando compusiste las Mazurcas, los Nocturnos, los Estudios Op. 25, el Scherzo… ¡todos tan hermosos! ¿Recuerdas aquella noche?

—Claro que la recuerdo. Cómo olvidarla: te vestiste con el traje típico de Polonia. Lograste impresionarme.

—Fue una noche maravillosa. Liszt y tú al piano, las manos rápidas, los invitados atentos; algunos, yo entre ellos, con los ojos cerrados.   

—Sí, fue una hermosa noche… Recuerdos, es lo que va quedando de todo esto… Conozco a tantas personas mayores que me parece una injusticia morir a esta edad… treinta y nueve… Ah, daría lo que fuera por caminar un rato por las calles de mi querida Zelazowa-Wola, comprar frutas en la plaza del mercado, tomar un poco de vodka a orillas del Vístula, visitar a los duques de Mazovia, ponerle flores a la tumba de mi padre, ver a mi madre —tanto tiempo sin saber de ella—, sentarme en una de las butacas del teatro donde di mi primer concierto, saludar a mis viejos alumnos, a mis amigos… Ya nada de eso es posible. Muero en París, pero mi corazón morirá en Varsovia.

De pronto sus ojos se iluminaron como cuando escuchaba los aplausos al final de uno de sus conciertos, y sonriente, con el entusiasmo de sus años más saludables, tomó la mano de la baronesa y le dijo que eso, precisamente, era lo que deseaba, que su corazón fuera llevado a Varsovia.

Y así se hizo, el cuerpo de Frederic Chopin fue enterrado en el cementerio Père-Lachaise de París y su corazón reposa hoy en día en la iglesia de la Santa Cruz de Varsovia.

La trilogía de los malditos
titlepage.xhtml
part0000_split_000.html
part0000_split_001.html
part0000_split_002.html
part0000_split_003.html
part0000_split_004.html
part0000_split_005.html
part0000_split_006.html
part0000_split_007.html
part0000_split_008.html
part0000_split_009.html
part0000_split_010.html
part0000_split_011.html
part0000_split_012.html
part0000_split_013.html
part0000_split_014.html
part0000_split_015.html
part0000_split_016.html
part0000_split_017.html
part0000_split_018.html
part0000_split_019.html
part0000_split_020.html
part0000_split_021.html
part0000_split_022.html
part0000_split_023.html
part0000_split_024.html
part0000_split_025.html
part0000_split_026.html
part0000_split_027.html
part0000_split_028.html
part0000_split_029.html
part0000_split_030.html
part0000_split_031.html
part0000_split_032.html
part0000_split_033.html
part0000_split_034.html
part0000_split_035.html
part0000_split_036.html
part0000_split_037.html
part0000_split_038.html
part0000_split_039.html
part0000_split_040.html
part0000_split_041.html
part0000_split_042.html
part0000_split_043.html
part0000_split_044.html
part0000_split_045.html
part0000_split_046.html
part0000_split_047.html
part0000_split_048.html
part0000_split_049.html
part0000_split_050.html
part0000_split_051.html
part0000_split_052.html
part0000_split_053.html
part0000_split_054.html
part0000_split_055.html
part0000_split_056.html
part0000_split_057.html
part0000_split_058.html
part0000_split_059.html
part0000_split_060.html
part0000_split_061.html
part0000_split_062.html
part0000_split_063.html
part0000_split_064.html
part0000_split_065.html
part0000_split_066.html
part0000_split_067.html
part0000_split_068.html
part0000_split_069.html
part0000_split_070.html
part0000_split_071.html
part0000_split_072.html
part0000_split_073.html
part0000_split_074.html
part0000_split_075.html
part0000_split_076.html
part0000_split_077.html
part0000_split_078.html
part0000_split_079.html
part0000_split_080.html
part0000_split_081.html
part0000_split_082.html
part0000_split_083.html
part0000_split_084.html
part0000_split_085.html
part0000_split_086.html
part0000_split_087.html
part0000_split_088.html
part0000_split_089.html
part0000_split_090.html
part0000_split_091.html
part0000_split_092.html
part0000_split_093.html
part0000_split_094.html
part0000_split_095.html
part0000_split_096.html
part0000_split_097.html
part0000_split_098.html
part0000_split_099.html
part0000_split_100.html
part0000_split_101.html
part0000_split_102.html
part0000_split_103.html
part0000_split_104.html
part0000_split_105.html
part0000_split_106.html
part0000_split_107.html
part0000_split_108.html
part0000_split_109.html
part0000_split_110.html
part0000_split_111.html
part0000_split_112.html
part0000_split_113.html
part0000_split_114.html
part0000_split_115.html
part0000_split_116.html
part0000_split_117.html
part0000_split_118.html
part0000_split_119.html
part0000_split_120.html
part0000_split_121.html
part0000_split_122.html
part0000_split_123.html
part0000_split_124.html
part0000_split_125.html
part0000_split_126.html
part0000_split_127.html
part0000_split_128.html
part0000_split_129.html
part0000_split_130.html
part0000_split_131.html
part0000_split_132.html
part0000_split_133.html
part0000_split_134.html
part0000_split_135.html
part0000_split_136.html
part0000_split_137.html
part0000_split_138.html
part0000_split_139.html
part0000_split_140.html
part0000_split_141.html
part0000_split_142.html
part0000_split_143.html
part0000_split_144.html
part0000_split_145.html
part0000_split_146.html
part0000_split_147.html
part0000_split_148.html
part0000_split_149.html
part0000_split_150.html
part0000_split_151.html
part0000_split_152.html
part0000_split_153.html
part0000_split_154.html
part0000_split_155.html
part0000_split_156.html
part0000_split_157.html
part0000_split_158.html
part0000_split_159.html
part0000_split_160.html