Robert Schumann

 

Tenía cuarenta y cuatro años cuando se arrojó al Rin. Siempre me causa tristeza cuando sé de alguien que intenta suicidarse, sobre todo cuando se trata de alguien aún joven y con tanto talento. Antes, en cualquier caso, lo juzgaba como un acto de cobardía o de soberana insensatez; hoy trato de no emitir juicios y respetar la decisión de estos infortunados, tal vez porque de cierta forma he vivido el miedo y he visto muy de cerca los estragos de la enfermedad y de la vejez… Sucedió en 1854. Trato de imaginar el momento en el que resolvió quitarse la vida y cientos de borrosas imágenes aparecen frente a mis ojos. Quizás fue un impulso repentino, no planificado, o tal vez una decisión que desde hacía tiempo venía madurando… Unos humildes pescadores lo encontraron. El hombre aún respiraba. No tenía zapatos ni sombrero ni chaquetón; la camisa abierta, el chaleco desabotonado, los pantalones a punto de caérsele y las medias arrebujadas en los tobillos. Se acercaron a él lo más rápido que pudieron y entre tres lo subieron a la pequeña embarcación, lo pusieron boca arriba y trataron de auxiliarlo. El aire fresco, el sol en su rostro, los esfuerzos de los hombres parecieron reanimarlo. Ya repuesto, la respiración normalizada, abrió los ojos, miró un instante a sus salvadores y se volteó a un lado, en posición fetal, a silbar y a tocar la madera del pequeño barco como si fueran las teclas de un piano. Uno de los dedos de su mano derecha apenas se movía: se lo había inutilizado casi al principio de su carrera con un artefacto de su propia invención con el fin de hacer más eficientes sus dedos al tocar el piano. ¡Dios!, debió ser un golpe muy duro para él. Su gran sueño, convertirse en un virtuoso del piano, ya no podría hacerse realidad, nunca. Se había esforzado mucho para ello. Sus padres: August, editor y librero, al igual que Johanna, hija de un destacado médico, lo obligaron a estudiar derecho. Es lo mejor para ti, seguramente le dijeron incontables veces, mientras en su mente el muchacho escuchaba una galimatías de acordes y notas musicales. No había nada que hacer. Se inscribió en la Universidad de Leipzig, pero por poco tiempo: mientras los maestros le hablaban de demandas y embargos él escuchaba conciertos, y afinaba instrumentos. Ya tenía nociones de piano cuando lo estudió en la escuela e interpretó con gran éxito La flauta mágica, de Bach, pero fue con el profesor Friedrich Wieck, padre de Clara, la que luego sería su esposa, con quien aprendería los secretos del piano y se pondría en el camino de convertirse en un virtuoso de este instrumento. Cuando en la Universidad de Heildelberg se dedicó por completo al piano y estuvo a punto de lograr su sueño, cuando ya prácticamente se podía considerar un maestro de la interpretación, ocurrió el desafortunado accidente… ¿Se resignó? Tal vez nunca. Pero aún contaba con Clara, la hija de su maestro, una hermosa y extraordinaria pianista de la que se enamoró con locura, y ella tanto de él que estaba dispuesta no sólo a casarse sino también a prestarle sus dedos, a tocar por él, a hacer menos dura su desgracia. Pero nada fue fácil para el joven alemán. Quizás por el accidente en su dedo (ya que esto comprometía su futuro), por ciertos comportamientos que le generaron dudas, por sus antecedentes familiares o quizás porque era uno de esos padres obstinados y celosos, Wieck se negó rotundamente a la relación. Schumann tuvo que invertir entonces cinco largos años de su vida para convencer a su antiguo maestro de que era un buen muchacho y de que tenía buenas intenciones con Clara: casarse, un hogar, tener hijos —quizás estos años de espera, de romance prohibido, de cartas clandestinas, de besos furtivos y, tal vez, de sexo rápido y nervioso, llevaron a Schumann a componer muchos de sus más originales y hermosos Lieder (ciento treinta en 1840) y sus más exquisitas composiciones para piano—. Pero de nada le valieron todos sus sinceros argumentos que en algún instante se convirtieron en súplicas y, agotados todos los recursos, tuvo que actuar judicialmente contra su futuro suegro para que este accediera al matrimonio. Los años felices no se hicieron esperar: ocho hijos, conciertos por toda Europa, ella al piano, él compositor y representante, amigos por todas partes, aplausos de nobles y de plebeyos, autógrafos, champaña, caviar… Quizás en ese momento, cuando los pescadores remaban con todas sus fuerzas hacia la orilla para que alguien se ocupara del pobre hombre que silbaba y tocaba el piano sobre la madera de la embarcación, Schumann recordaba aquellos momentos como los mejores de su vida, que de pronto se ensombrecieron cuando la imagen de Brahms apareció en su cabeza: traía un fajo de papeles bajo el brazo y le pedía que, por favor, escuchara su música. Sonriente le dijo que sí, adelante, mi esposa también podrá escucharlo. Pasó una temporada con ellos. Lo trataron como a un amigo. Él lo trató como a un amigo. Pero, ¿qué tenía ese joven que le creaba desconfianza? ¿Por qué su esposa lo miraba de esa manera? No como al muchacho que tocó la puerta y por humanidad se le trató de complacer. No como a un joven catorce años menor que ella. Lo miraba diferente. ¿Cómo a un hombre? ¿Y por qué escribió esas cosas sobre él en su diario? Schumann entonces paró de silbar y de tocar el piano.

Horas después fue admitido en el asilo para enajenados del doctor Richarz, en las afueras de Bonn.

—Algo genético —dictaminó el médico—. Su padre murió de lo mismo.

La trilogía de los malditos
titlepage.xhtml
part0000_split_000.html
part0000_split_001.html
part0000_split_002.html
part0000_split_003.html
part0000_split_004.html
part0000_split_005.html
part0000_split_006.html
part0000_split_007.html
part0000_split_008.html
part0000_split_009.html
part0000_split_010.html
part0000_split_011.html
part0000_split_012.html
part0000_split_013.html
part0000_split_014.html
part0000_split_015.html
part0000_split_016.html
part0000_split_017.html
part0000_split_018.html
part0000_split_019.html
part0000_split_020.html
part0000_split_021.html
part0000_split_022.html
part0000_split_023.html
part0000_split_024.html
part0000_split_025.html
part0000_split_026.html
part0000_split_027.html
part0000_split_028.html
part0000_split_029.html
part0000_split_030.html
part0000_split_031.html
part0000_split_032.html
part0000_split_033.html
part0000_split_034.html
part0000_split_035.html
part0000_split_036.html
part0000_split_037.html
part0000_split_038.html
part0000_split_039.html
part0000_split_040.html
part0000_split_041.html
part0000_split_042.html
part0000_split_043.html
part0000_split_044.html
part0000_split_045.html
part0000_split_046.html
part0000_split_047.html
part0000_split_048.html
part0000_split_049.html
part0000_split_050.html
part0000_split_051.html
part0000_split_052.html
part0000_split_053.html
part0000_split_054.html
part0000_split_055.html
part0000_split_056.html
part0000_split_057.html
part0000_split_058.html
part0000_split_059.html
part0000_split_060.html
part0000_split_061.html
part0000_split_062.html
part0000_split_063.html
part0000_split_064.html
part0000_split_065.html
part0000_split_066.html
part0000_split_067.html
part0000_split_068.html
part0000_split_069.html
part0000_split_070.html
part0000_split_071.html
part0000_split_072.html
part0000_split_073.html
part0000_split_074.html
part0000_split_075.html
part0000_split_076.html
part0000_split_077.html
part0000_split_078.html
part0000_split_079.html
part0000_split_080.html
part0000_split_081.html
part0000_split_082.html
part0000_split_083.html
part0000_split_084.html
part0000_split_085.html
part0000_split_086.html
part0000_split_087.html
part0000_split_088.html
part0000_split_089.html
part0000_split_090.html
part0000_split_091.html
part0000_split_092.html
part0000_split_093.html
part0000_split_094.html
part0000_split_095.html
part0000_split_096.html
part0000_split_097.html
part0000_split_098.html
part0000_split_099.html
part0000_split_100.html
part0000_split_101.html
part0000_split_102.html
part0000_split_103.html
part0000_split_104.html
part0000_split_105.html
part0000_split_106.html
part0000_split_107.html
part0000_split_108.html
part0000_split_109.html
part0000_split_110.html
part0000_split_111.html
part0000_split_112.html
part0000_split_113.html
part0000_split_114.html
part0000_split_115.html
part0000_split_116.html
part0000_split_117.html
part0000_split_118.html
part0000_split_119.html
part0000_split_120.html
part0000_split_121.html
part0000_split_122.html
part0000_split_123.html
part0000_split_124.html
part0000_split_125.html
part0000_split_126.html
part0000_split_127.html
part0000_split_128.html
part0000_split_129.html
part0000_split_130.html
part0000_split_131.html
part0000_split_132.html
part0000_split_133.html
part0000_split_134.html
part0000_split_135.html
part0000_split_136.html
part0000_split_137.html
part0000_split_138.html
part0000_split_139.html
part0000_split_140.html
part0000_split_141.html
part0000_split_142.html
part0000_split_143.html
part0000_split_144.html
part0000_split_145.html
part0000_split_146.html
part0000_split_147.html
part0000_split_148.html
part0000_split_149.html
part0000_split_150.html
part0000_split_151.html
part0000_split_152.html
part0000_split_153.html
part0000_split_154.html
part0000_split_155.html
part0000_split_156.html
part0000_split_157.html
part0000_split_158.html
part0000_split_159.html
part0000_split_160.html