Lord Byron 

 

Descansaba plácidamente en una nube de colores, en lo más alto del firmamento de un mundo lejano, cuando escuché voces que venían desde la tierra. Claro que las había escuchado antes, desde que abandoné a ese hermoso y maltratado lugar hace ciento ochenta y seis años, sólo que ya va siendo hora de que aclare las cosas para que no continúen las conjeturas. Se me acusa de no ser un poeta genuino sino uno producto de mi vanidad, de que el ego regía mi vida, de que utilizaba mi inquebrantable voluntad para figurar ante los demás como el mejor, de que era orgulloso, teatral, violento, dramático, ruidoso; de que con mis versos había ultrajado y ofendido a Inglaterra; se me acusa también de blasfemo, por mi Caín; de haberme apoyado en Pushkin para divulgar mis ideas en Rusia; en Mickiewicz, para hacerlo en Polonia; en Víctor Hugo y Musset, Francia; y en Goethe, para llegar a los alemanes; se me acusa de mujeriego, de intimar con mujeres casadas, de trasgresor de leyes y preceptos, de hacer de la aventura mi modo de vida, de haberme sublevado contra las instituciones, de participar en orgías y fiestas de indecente naturaleza, de que había convertido mi vida en un mito, una vivencia de leyendas admirada sólo por jóvenes rebeldes y sin causa; se me acusa de, a propósito, haber llenado mi vida de misterios, de enigmas sardónicos, con la sola intención de  provocar la admiración de los demás y con ello satisfacer mi vanidad; sí, se me acusa de todo ello y de mucho más: de enaltecer la imagen de bandidos y piratas, de excluidos y malvivientes, de agitadores y relegados; de odiar a la humanidad entera, de haber incitado al pecado y a la lujuria; se me acusa de haber propiciado en Nietzsche, cien años después, la revolución del individualismo, de ser un ángel sombrío, un mal ejemplo para los jóvenes que veían  en mí algo nuevo, más allá de Werther y René, de Rousseau y Voltaire, tal vez más allá del mismo Goethe; de tantas cosas se me acusa, de que esos mismos jóvenes me han convertido en un dios; más grave aún, de ser enemigo del propio Dios, una suerte de demonio que fue a la tierra para destruir cuanto se hubiera creado; de vivir a mi manera, de respirar, de ser un renegado en mi propia tierra, de haber estado en Italia y Suiza con vanos objetivos; se me acusa de reaccionar como un animal cuando alguien hería mi vanidad con una crítica, de mis terribles sátiras contra los que consideraba mis enemigos, de humillar a Southey, a lord Castlereagh, a la Edimburgh Review y a tantos otros quienes se burlaron de mis primeros versos: The Hours of Idleness; dijeron también que escribí Manfred para competir con el Fausto de Goethe, mis dramas para que los comparasen con los de Shakespeare, y Don Juan, para desplazar a Dante y a su Divina comedia. Y todo lo hice con el objetivo de hacerme grande, afirman muchos, para que el mundo entero me conociera e idolatrara. Ah, se han dicho tantas cosas de mí. Se ha dicho también que incursioné en la política y en la guerra por las mismas fútiles razones: vanidad y egolatría; que no tuve amigos por considerarme superior a todos, que sólo aceptaba la amistad de los grandes artistas, políticos o intelectuales, si es que eso me servía para algo, para alcanzar mi objetivo de figuración y alabanzas. Por último se dice que ya pasé de moda, que mi poesía cayó en el olvido, que Hölderlin y Keats perduran mientras que yo me hundo en un irremediable vacío, que soy más un símbolo de rebeldía, un héroe del pasado, que un escritor famoso.  

Se me acusa de todas estas cosas. Pero, pensándolo bien, no haré aclaratoria alguna. Y no lo haré porque todas son ciertas, o al menos la mayoría de ellas. La verdad es que me siento muy bien flotando en este mundo de nubes de colores. Ya tienen mis poemas, que sigan las críticas y las conjeturas, ya no me afectan... ¿Mi vida en la tierra?, no me quejo, fue corta pero intensa. ¿Y mi vanidad?, ¡ja!, ahora sé de dónde viene... así que, ¡patrañas, sigo siendo el más grande poeta de todos los tiempos!

La trilogía de los malditos
titlepage.xhtml
part0000_split_000.html
part0000_split_001.html
part0000_split_002.html
part0000_split_003.html
part0000_split_004.html
part0000_split_005.html
part0000_split_006.html
part0000_split_007.html
part0000_split_008.html
part0000_split_009.html
part0000_split_010.html
part0000_split_011.html
part0000_split_012.html
part0000_split_013.html
part0000_split_014.html
part0000_split_015.html
part0000_split_016.html
part0000_split_017.html
part0000_split_018.html
part0000_split_019.html
part0000_split_020.html
part0000_split_021.html
part0000_split_022.html
part0000_split_023.html
part0000_split_024.html
part0000_split_025.html
part0000_split_026.html
part0000_split_027.html
part0000_split_028.html
part0000_split_029.html
part0000_split_030.html
part0000_split_031.html
part0000_split_032.html
part0000_split_033.html
part0000_split_034.html
part0000_split_035.html
part0000_split_036.html
part0000_split_037.html
part0000_split_038.html
part0000_split_039.html
part0000_split_040.html
part0000_split_041.html
part0000_split_042.html
part0000_split_043.html
part0000_split_044.html
part0000_split_045.html
part0000_split_046.html
part0000_split_047.html
part0000_split_048.html
part0000_split_049.html
part0000_split_050.html
part0000_split_051.html
part0000_split_052.html
part0000_split_053.html
part0000_split_054.html
part0000_split_055.html
part0000_split_056.html
part0000_split_057.html
part0000_split_058.html
part0000_split_059.html
part0000_split_060.html
part0000_split_061.html
part0000_split_062.html
part0000_split_063.html
part0000_split_064.html
part0000_split_065.html
part0000_split_066.html
part0000_split_067.html
part0000_split_068.html
part0000_split_069.html
part0000_split_070.html
part0000_split_071.html
part0000_split_072.html
part0000_split_073.html
part0000_split_074.html
part0000_split_075.html
part0000_split_076.html
part0000_split_077.html
part0000_split_078.html
part0000_split_079.html
part0000_split_080.html
part0000_split_081.html
part0000_split_082.html
part0000_split_083.html
part0000_split_084.html
part0000_split_085.html
part0000_split_086.html
part0000_split_087.html
part0000_split_088.html
part0000_split_089.html
part0000_split_090.html
part0000_split_091.html
part0000_split_092.html
part0000_split_093.html
part0000_split_094.html
part0000_split_095.html
part0000_split_096.html
part0000_split_097.html
part0000_split_098.html
part0000_split_099.html
part0000_split_100.html
part0000_split_101.html
part0000_split_102.html
part0000_split_103.html
part0000_split_104.html
part0000_split_105.html
part0000_split_106.html
part0000_split_107.html
part0000_split_108.html
part0000_split_109.html
part0000_split_110.html
part0000_split_111.html
part0000_split_112.html
part0000_split_113.html
part0000_split_114.html
part0000_split_115.html
part0000_split_116.html
part0000_split_117.html
part0000_split_118.html
part0000_split_119.html
part0000_split_120.html
part0000_split_121.html
part0000_split_122.html
part0000_split_123.html
part0000_split_124.html
part0000_split_125.html
part0000_split_126.html
part0000_split_127.html
part0000_split_128.html
part0000_split_129.html
part0000_split_130.html
part0000_split_131.html
part0000_split_132.html
part0000_split_133.html
part0000_split_134.html
part0000_split_135.html
part0000_split_136.html
part0000_split_137.html
part0000_split_138.html
part0000_split_139.html
part0000_split_140.html
part0000_split_141.html
part0000_split_142.html
part0000_split_143.html
part0000_split_144.html
part0000_split_145.html
part0000_split_146.html
part0000_split_147.html
part0000_split_148.html
part0000_split_149.html
part0000_split_150.html
part0000_split_151.html
part0000_split_152.html
part0000_split_153.html
part0000_split_154.html
part0000_split_155.html
part0000_split_156.html
part0000_split_157.html
part0000_split_158.html
part0000_split_159.html
part0000_split_160.html