Frida Kahlo

 

¿Enamorado de su rostro? No, a quién se le ocurre. 

Veo sus retratos y pienso qué hermosas cejas. Son abundantes, largas como las alas de un pájaro en pleno vuelo y negras como la noche más oscura, apenas separadas en el ceño por un pequeño manojo de pelusas a veces rígidas y dispersas que apuntan al cielo; vistas desde lejos lucen juntas: un par de oscuros arcos que se pierden en el horizonte cuando ya el sol se ha despedido. Tal vez algún día pensó en recortárselas un poco, modelarlas por arriba y por abajo, afilarle las puntas y curvear los contornos… tal vez, pero si alguna oportunidad lo hizo fue por poco tiempo ya que en ninguno de sus retratos aparece con las cejas delgadas, por el contrario, como orgullosa de ellas, aparecen resaltadas, espesas, radiantes, en todo su esplendor. Seguramente las consentía, se ocupaba de ellas con la misma dedicación que dispensaba a sus obras, se las peinaba con detenimiento, desfruncía el ceño y, con cuidado, justo en el centro de su cara y con la punta del peine, acomodaba aquellas espigas que quedaban rezagadas, a la izquierda unas, a la derecha otras, según el límite marcado por el centro de su cara. Tal vez antes, cuando aún era una niña y no se había percatado de su belleza, y otras niñas en el colegio se burlaban de la gruesa raya que tenía al pie de la frente, intentó cortárselas, hacerlas desaparecer, y en su lugar dibujar con creyón una línea delgada de un color no tan oscuro que la ayudara a pasar desapercibida. Es probable. Pero cuando ya había alcanzado la adolescencia y los admiradores comenzaron a decirle que sus cejas era lo más hermoso que tenía comenzó a verlas de forma diferente, a sentirse orgullosa de ellas, y nunca más volvería a esconderlas o a pretender sustituirlas por líneas artificiales. Ahora las mostraría sin temor, sonreiría con ellas, conquistaría al mundo con ellas…      

Y sus ojos. Ojos café bajo la noche de sus pestañas, enigmáticos, misteriosos, cautivadores. Que serían unos ojos normales si no fuera por esa forma de mirar tan difícil de describir, una mirada que va más allá de lo predecible, de lo alcanzable, que vence y traspasa tu propia figura como si no existieras y ella, sola en el mundo, fijara su atención hacia algo que está detrás de ti, o mucho más allá… Me pregunto qué estaría mirando cuando se tomó esta foto o se pintaba a sí misma, no importa cuál foto ni cuál pintura, en todas mira de la misma forma. Imposible imaginarlo. Mira la cámara, sí, te mira a ti, sí, pero sientes que no es verdad, no es a ti a quien observa, todo es una ilusión, ella sólo tiene los ojos abiertos y rebeldes, abiertos y ausentes, abiertos y lejanos, abiertos y a la vez cerrados, vivos y a la vez muertos, todo ello al mismo tiempo, pero no miran a persona alguna, quizás observan lo inexistente, lo probable, quizás intentan derribar puertas, ver a través de ventanas herméticas, entender su propia prisión, el futuro incierto… Cuánto me gustaría saberlo.

Su nariz no se puede calificar de hermosa. No es pequeña ni perfilada, pero bajo aquellos ojos no desentona, más bien realza el conjunto, vuelve su rostro más atractivo que bello, le brinda carácter y seguridad. Sin embargo, aunque sus labios son más gruesos que delgados, su boca es pequeña, corta, con cierta caída hacia los extremos que no llega a convertirse en una expresión de tristeza… Pocas veces sonríe, tal seriedad complementa la expresión de sus ojos; una dureza que raya en lo místico parece envolver todos sus autoretratos y fotografías.

Detallo su boca, cierro los ojos y me parece escucharla hablar. Su voz es suave y modulada, con una cadencia que me cautiva y un tono de rebeldía, quizás de enojo, que me hace reflexionar. Pero no alcanzo a percibir lo que dice o lo que quiere decir. Son murmuraciones que se pierden en mi imaginación, escapan a mi entendimiento. Sin premeditarlo vienen a mi mente sus últimas palabras: “Espero alegre la salida y espero no volver jamás”, y algo me oprime el pecho.

Me llama la atención su pronunciada barbilla. Tal vez la heredó de su padre, un húngaro que emigró de su país a principios del siglo pasado; termina en un suave rectángulo que bordea un pequeño abismo bajo su boca… Es realmente bella. Podría besar ese abismo, luego subir un poco y morder, apenas morder, la leve sensación es suficiente, sus labios una y otra vez.

De su madre mexicana heredó el color tostado de su piel y su cabellera negra, seguro muchas cosas más. Solía recogerse el pelo en un moño y decorarlo con cintas de colores que destacaban como adornos carnavalescos sobre una melena tan negra como sus cejas o sus pestañas o sus ojos fijos en la inmensidad. Un manto azabache caía sobre sus hombros cuando se lo soltaba, como una cortina que de pronto se desprende de sus amarras. Por otro lado amaba los zarcillos, grandes y vistosos, que solía combinar también con llamativos collares y la ropa típica de su pueblo natal. Así se aparecía en galerías y exposiciones, en fiestas y entrevistas, a veces con el dolor dibujado en la cara y la sonrisa como telón de fondo. Sin duda era una mujer excepcional, también la vida que le tocó vivir.

¿Sobre el resto de su cuerpo? No, no quiero pensar en ello. A ella no le gustaba dibujarlo ni a mi recordar su sufrimiento. Me basta con sus retratos, con el recuerdo de sus cejas, de sus labios sugerentes y con lo que todavía subsiste tras su mirada.

La trilogía de los malditos
titlepage.xhtml
part0000_split_000.html
part0000_split_001.html
part0000_split_002.html
part0000_split_003.html
part0000_split_004.html
part0000_split_005.html
part0000_split_006.html
part0000_split_007.html
part0000_split_008.html
part0000_split_009.html
part0000_split_010.html
part0000_split_011.html
part0000_split_012.html
part0000_split_013.html
part0000_split_014.html
part0000_split_015.html
part0000_split_016.html
part0000_split_017.html
part0000_split_018.html
part0000_split_019.html
part0000_split_020.html
part0000_split_021.html
part0000_split_022.html
part0000_split_023.html
part0000_split_024.html
part0000_split_025.html
part0000_split_026.html
part0000_split_027.html
part0000_split_028.html
part0000_split_029.html
part0000_split_030.html
part0000_split_031.html
part0000_split_032.html
part0000_split_033.html
part0000_split_034.html
part0000_split_035.html
part0000_split_036.html
part0000_split_037.html
part0000_split_038.html
part0000_split_039.html
part0000_split_040.html
part0000_split_041.html
part0000_split_042.html
part0000_split_043.html
part0000_split_044.html
part0000_split_045.html
part0000_split_046.html
part0000_split_047.html
part0000_split_048.html
part0000_split_049.html
part0000_split_050.html
part0000_split_051.html
part0000_split_052.html
part0000_split_053.html
part0000_split_054.html
part0000_split_055.html
part0000_split_056.html
part0000_split_057.html
part0000_split_058.html
part0000_split_059.html
part0000_split_060.html
part0000_split_061.html
part0000_split_062.html
part0000_split_063.html
part0000_split_064.html
part0000_split_065.html
part0000_split_066.html
part0000_split_067.html
part0000_split_068.html
part0000_split_069.html
part0000_split_070.html
part0000_split_071.html
part0000_split_072.html
part0000_split_073.html
part0000_split_074.html
part0000_split_075.html
part0000_split_076.html
part0000_split_077.html
part0000_split_078.html
part0000_split_079.html
part0000_split_080.html
part0000_split_081.html
part0000_split_082.html
part0000_split_083.html
part0000_split_084.html
part0000_split_085.html
part0000_split_086.html
part0000_split_087.html
part0000_split_088.html
part0000_split_089.html
part0000_split_090.html
part0000_split_091.html
part0000_split_092.html
part0000_split_093.html
part0000_split_094.html
part0000_split_095.html
part0000_split_096.html
part0000_split_097.html
part0000_split_098.html
part0000_split_099.html
part0000_split_100.html
part0000_split_101.html
part0000_split_102.html
part0000_split_103.html
part0000_split_104.html
part0000_split_105.html
part0000_split_106.html
part0000_split_107.html
part0000_split_108.html
part0000_split_109.html
part0000_split_110.html
part0000_split_111.html
part0000_split_112.html
part0000_split_113.html
part0000_split_114.html
part0000_split_115.html
part0000_split_116.html
part0000_split_117.html
part0000_split_118.html
part0000_split_119.html
part0000_split_120.html
part0000_split_121.html
part0000_split_122.html
part0000_split_123.html
part0000_split_124.html
part0000_split_125.html
part0000_split_126.html
part0000_split_127.html
part0000_split_128.html
part0000_split_129.html
part0000_split_130.html
part0000_split_131.html
part0000_split_132.html
part0000_split_133.html
part0000_split_134.html
part0000_split_135.html
part0000_split_136.html
part0000_split_137.html
part0000_split_138.html
part0000_split_139.html
part0000_split_140.html
part0000_split_141.html
part0000_split_142.html
part0000_split_143.html
part0000_split_144.html
part0000_split_145.html
part0000_split_146.html
part0000_split_147.html
part0000_split_148.html
part0000_split_149.html
part0000_split_150.html
part0000_split_151.html
part0000_split_152.html
part0000_split_153.html
part0000_split_154.html
part0000_split_155.html
part0000_split_156.html
part0000_split_157.html
part0000_split_158.html
part0000_split_159.html
part0000_split_160.html