Lady Hester Stanhope 

 

Finalmente se dio cuenta de que nunca tendría acceso al poder a menos que creara su propio reino. Uno donde abundaran los sirvientes y los séquitos, las doncellas y los cocineros, las costureras, los arquitectos, los aduladores, los amantes, y los súbditos se inclinasen a su paso; uno donde pudiera ser la reina y el día de su muerte cientos de carrozas haladas por espléndidos caballos, abriéndose paso entre una multitud que la aclamaba, la llevaran hasta su morada final. No sería en Inglaterra precisamente donde conseguiría realizar su sueño: no tenía sangre real y su tío, William Pitt, primer ministro y mano derecha de Jorge III, a quien había servido en negocios, fiestas y actos políticos, ya había muerto. ¿Amigos?, muy pocos. La mayoría se alejó de ella a la muerte de su tío. Ya no querían tratarla, ya no había interés alguno en ello. Ahora, indiferentes y ausentes, podrían cobrarle las salidas satíricas con las que, con su verbo fácil y burlón, la recia dama los había tratado y puesto en ridículo más de una vez. Es cierto que no poseía cargo nobiliario alguno, pero tenía el porte de una reina: alta como las palmeras del desierto, atractiva más que bella, de caminar vigoroso, decidido,  conversación amena y elocuente y una mirada directa que a todos subyugaba. ¿Amores? Sí, hubo uno en especial, el general John Moore, muerto en la Guerra Peninsular.   

Ahora, sin reino, sin tío y sin amor, Lady Hester Stanhope, encontró suficientes razones para abandonar su tierra. ¿Adónde iría? ¿Dónde crearía su reino? ¿Dónde podría llevar una vida de reina y a su muerte miles de personas acompañarían su féretro dándole vivas y muestras de dolor? No tenía un lugar predeterminado, recorrería el mundo hasta encontrar uno que al menos diera la sensación de ser el indicado. En esa búsqueda, a principios del siglo XIX, cuando ninguna mujer era capaz de atreverse a semejante andanza, cuando una aventurera era tan mal vista como una mujer de la calle, Lady Hester Stanhope, ya con treinta y tres años a cuestas ―¿Por qué no hacerlo, por qué esperar más cuando ese amplio horizonte me llama a gritos, qué me lo impide, por qué renunciar, por qué no labrarme mi propio reino, por qué morir como una plebeya si lo puedo hacer como una reina?― se armó de valor y salió con rumbo desconocido siguiendo la línea más recta que la alejara de su Inglaterra natal. Tal fue su entusiasmo y decisión que a ella se unieron sirvientes, damas de compañía, colaboradores, secretarios, exploradores, aventureros como ella y hasta un biógrafo dispuesto a escribir las memorias de aquella mujer imponente y avasallante que no encontraba obstáculo para ninguna meta que proyectara, hasta formar una caravana de grandes proporciones que atravesaría Europa y la llevaría a Grecia, Turquía, Egipto, Siria, Líbano… Montaba a caballo con la soltura de un experto, y a horcajadas cuando el montar era algo prohibido para las mujeres. En poco tiempo se convertiría en toda una leyenda, admirada por emires y jeques, comerciantes y viajeros, ricos y pobres. En cierta forma logró su objetivo. Llegó a tener el poder de una verdadera reina en el monte Líbano: se le hacían consultas de Estado y llegó a servir de juez en diatribas locales; incluso se hizo construir el castillo de una reina con decenas de habitaciones donde, si era el caso, alojaba a visitantes y expatriados europeos. Aunque de carácter fuerte, fue bondadosa con sus sirvientes y generosa con los desvalidos. Una vida de reina, eso fue lo que quiso y lo que logró durante muchos años. Pero siempre sería vista como una extranjera…         

Un día no se sintió bien. Escribir cartas, su pasatiempo favorito, ya no le consolaba: no pudo escribir una carta más. Cayó en cama con el temor de quien llega a su final. Poco después ya no podía levantarse. No tenía fuerzas para caminar. Sus piernas no le respondían, todo su cuerpo parecía una pesada piedra. Pero su mente estaba más despierta que nunca y sus ojos brillaban con la lucidez de la juventud. Había recibido algunas visitas, pocas, cada vez menos... Comenzó a sentir unos ruidos que la atormentaban. No podía dormir. Acarreaban cosas, arrastraban cosas... Voces lejanas, pequeñas discusiones entre hombres y mujeres la asediaban. Preguntaba qué era todo aquello, por qué tanto ruido, qué significan esas risas, esas discusiones, que alguien me lo diga. Nadie le respondía. Miraba al techo y escuchaba los pasos que corrían, se arrastraban, crujían. Qué sucede. Por qué tanto ruido. Qué es lo que se llevan. Por qué no me dejan dormir. Se tapaba el rostro con las manos, sollozaba entre ellas, gritaba entre ellas, preguntaba entre ellas…

Pocos días después unos conocidos europeos llegaron a visitarla. El castillo estaba totalmente vacío. No había muebles ni cuadros ni objeto alguno. Pasaron a la habitación de Lady Hester Stanhope y allí estaba, muerta, sola, ilusionada tal vez con el entierro de una reina.

La trilogía de los malditos
titlepage.xhtml
part0000_split_000.html
part0000_split_001.html
part0000_split_002.html
part0000_split_003.html
part0000_split_004.html
part0000_split_005.html
part0000_split_006.html
part0000_split_007.html
part0000_split_008.html
part0000_split_009.html
part0000_split_010.html
part0000_split_011.html
part0000_split_012.html
part0000_split_013.html
part0000_split_014.html
part0000_split_015.html
part0000_split_016.html
part0000_split_017.html
part0000_split_018.html
part0000_split_019.html
part0000_split_020.html
part0000_split_021.html
part0000_split_022.html
part0000_split_023.html
part0000_split_024.html
part0000_split_025.html
part0000_split_026.html
part0000_split_027.html
part0000_split_028.html
part0000_split_029.html
part0000_split_030.html
part0000_split_031.html
part0000_split_032.html
part0000_split_033.html
part0000_split_034.html
part0000_split_035.html
part0000_split_036.html
part0000_split_037.html
part0000_split_038.html
part0000_split_039.html
part0000_split_040.html
part0000_split_041.html
part0000_split_042.html
part0000_split_043.html
part0000_split_044.html
part0000_split_045.html
part0000_split_046.html
part0000_split_047.html
part0000_split_048.html
part0000_split_049.html
part0000_split_050.html
part0000_split_051.html
part0000_split_052.html
part0000_split_053.html
part0000_split_054.html
part0000_split_055.html
part0000_split_056.html
part0000_split_057.html
part0000_split_058.html
part0000_split_059.html
part0000_split_060.html
part0000_split_061.html
part0000_split_062.html
part0000_split_063.html
part0000_split_064.html
part0000_split_065.html
part0000_split_066.html
part0000_split_067.html
part0000_split_068.html
part0000_split_069.html
part0000_split_070.html
part0000_split_071.html
part0000_split_072.html
part0000_split_073.html
part0000_split_074.html
part0000_split_075.html
part0000_split_076.html
part0000_split_077.html
part0000_split_078.html
part0000_split_079.html
part0000_split_080.html
part0000_split_081.html
part0000_split_082.html
part0000_split_083.html
part0000_split_084.html
part0000_split_085.html
part0000_split_086.html
part0000_split_087.html
part0000_split_088.html
part0000_split_089.html
part0000_split_090.html
part0000_split_091.html
part0000_split_092.html
part0000_split_093.html
part0000_split_094.html
part0000_split_095.html
part0000_split_096.html
part0000_split_097.html
part0000_split_098.html
part0000_split_099.html
part0000_split_100.html
part0000_split_101.html
part0000_split_102.html
part0000_split_103.html
part0000_split_104.html
part0000_split_105.html
part0000_split_106.html
part0000_split_107.html
part0000_split_108.html
part0000_split_109.html
part0000_split_110.html
part0000_split_111.html
part0000_split_112.html
part0000_split_113.html
part0000_split_114.html
part0000_split_115.html
part0000_split_116.html
part0000_split_117.html
part0000_split_118.html
part0000_split_119.html
part0000_split_120.html
part0000_split_121.html
part0000_split_122.html
part0000_split_123.html
part0000_split_124.html
part0000_split_125.html
part0000_split_126.html
part0000_split_127.html
part0000_split_128.html
part0000_split_129.html
part0000_split_130.html
part0000_split_131.html
part0000_split_132.html
part0000_split_133.html
part0000_split_134.html
part0000_split_135.html
part0000_split_136.html
part0000_split_137.html
part0000_split_138.html
part0000_split_139.html
part0000_split_140.html
part0000_split_141.html
part0000_split_142.html
part0000_split_143.html
part0000_split_144.html
part0000_split_145.html
part0000_split_146.html
part0000_split_147.html
part0000_split_148.html
part0000_split_149.html
part0000_split_150.html
part0000_split_151.html
part0000_split_152.html
part0000_split_153.html
part0000_split_154.html
part0000_split_155.html
part0000_split_156.html
part0000_split_157.html
part0000_split_158.html
part0000_split_159.html
part0000_split_160.html