Johannes
Vermeer
Durante muchos años, su mujer, Catharina Bolnes, había sido su modelo. Era algo que Vermeer agradecía pues con todas las cargas económicas que lo agobiaban el hecho de poder ahorrarse el pago a una modelo traía alivio a su bolsillo y le permitía dedicarse a su arte sin los apuros de un horario específico que lo limitara, ya que de día o de noche, con sueño o sin él, con lluvia, sol o nieve, Catharina estaba allí, disponible para complacer al talentoso artista, siempre presto al trabajo y al romance. Fue en abril de 1653 cuando contrajeron matrimonio. Ella era católica y él protestante, pero eso no fue obstáculo para que entre ellos se consolidara una relación que duraría toda la vida. Cuando joven Catharina era realmente hermosa: los ojos grandes, brillantes y expresivos, con una mirada de amor más que de deseo, de bondad sin exigencias, de tolerancia y sana expectativa, interesados en la generosidad y no en la avaricia; la nariz larga, ligeramente respingada al final del arco; los labios gruesos, semiabiertos, húmedos, sensuales pero también ingenuos e inocentes; la lengua al fondo apenas visible, la barbilla corta, la cara ovalada… Tal vez el día que Vermeer la conoció una pañoleta azul le cubría la frente y parte de la cabeza, y un segmento del mismo pañuelo ahora amarillo cubría su cabello y caía hacia atrás con largos pliegues. Sí, era muy bella, pero tal belleza necesitaba algo que la compensara, algo que equilibrara la balanza, que compitiera con ella en atractivo y sensación. Catharina lo intuía, y dentro de su religiosa timidez se atrevió a darle un toque subliminal a su aspecto, una perla podría ser, en su cuello iría bien, o en su oreja, sí, mejor en su oreja… Las colocó con suavidad, su reflejo en el espejo la hizo sonreír y se encontró con él, con Johannes Vermeer, en Delf, tal vez en un parque, en un museo o en una biblioteca. Se tomaron de la mano. Él la miró extasiado y, tiempo después, en 1653, la pintó justo como la recordaba en aquel primer encuentro. Y tituló el cuadro: “La joven de la perla”.