Una vida, un instante
Son mortales las totalizaciones. Los afanes racionales por abarcarlo todo. Mucho más si el cometido se da cita en el arte. Acaso porque para Tales el agua es el origen de todas las cosas y no hay manos bajo este cielo que puedan contenerla. Sin embargo, todos venimos de Homero, quien al redactar la Ilíada y la Odisea no solo se hizo padre de la literatura occidental sino que abrazó en ambas todas las obras; en consecuencia, todos los autores.
A Gamero no lo mueve la tentativa enciclopédica. Está muy lejos del arqueo, del inventario, del censo. Este libro constituye el repaso sí de un conglomerado de nombres: sesenta, para ser exactos. Seis decenas de nombres que le han resonado en su vagavagar por las letras. A Heberto Gamero lo anima la miel amable del cuento. El laborioso juego de construir imágenes, brindándonos el encanto de no saber dónde termina la base real y dónde comienza la ficción. El resultado son estos textos, firmes, redondos, monolíticos y a la vez abiertos, donde un narrador de oficio suelta la mano con naturalidad y consigue la contundencia en el mundo autónomo que es la narración corta.
Sorprende el tino de cada relato. El destello que produce la conexión con el autor seleccionado, convertido a su vez en personaje. Pues si alguna ambición alienta a este libro es la de colocar a todos esos nombres, la mayoría monstruos de la literatura, en el rol de personajes; de caracteres que aman, sufren, se emborrachan o se aíslan al margen de las catedrales que edificaron.
La fórmula es incontestable: una vida, un instante. Sesenta existencias resumidas en sesenta momentos e hilvanadas por una sola voz: la de un Gamero que, como santo y seña, no se ausenta nunca y desde el fondo de cada apasionante relato sigue marcando el tono, la tesitura y el cauce, al estilo de la piedra faceteada.
Oscar Marcano