AMBROSIO DE SPÍNOLA
Campamento de Casale
Asegurada Breda, envié por delante al ejército y, acompañando a la archiduquesa, me dirigí a Amberes.
Repartida por escuadrones entre Hoochtract y Breda, la infantería de los tercios nos saludó al pasar con aplauso y militar regocijo, y la caballería, en un gran llano no lejos de Hoochtract, celebró unos juegos militares muy semejantes a la guerra verdadera.
Quince tropas dispuestas en alas de una y otra parte simularon chocar. Fingiendo pelea, representaron la farsa de la dulce guerra, cual la imaginan los ingenuos y los inexpertos. O sea, la algarabía, el tocar de las trompetas, el galopar y parar de los caballos, la polvareda, el brillo de las armas, las voces, el fuego y el humo con el ruido de los pistoletazos, mezclados con el sonido de la artillería que se oía de lejos. En fin, todos los espectáculos de la pelea, pero sin sangre o muerte como debería ser la guerra en el cielo de los ángeles.
Una vez acuartelado el ejército a tres leguas de Amberes, entré con la infanta en la ciudad, donde fui recibido y aclamado con universal contento.
En Amberes también retrató a Isabel Clara Eugenia el pintor Rubens, artista excelentísimo, a quien luego tendría ocasión de hablar largamente durante la travesía en barco que ambos hicimos desde España a Génova.
De allí a pocos días partí a Bruselas, donde disimulé la venida para evitar los parabienes que ya empezaban a ser fatigosos. Contra mi voluntad me vi obligado a recibirlos por no incurrir en descortesía y desairar a toda la ciudad.
El mayor premio, como confieso que esperaba, llegó del rey don Felipe. Alegre por las dos victorias obtenidas ese año en Breda y Bahía de Brasil, me otorgó la encomienda mayor de Santiago, amplísima dignidad en el reino de Castilla. Pero el mayor triunfo será que, con Breda ya ganada, conocerá el mundo que hubo en aquel tiempo capitanes de los tercios del mejor ejército de Europa, en los que volvió a florecer la gloria de los Césares y Escipiones. De todos ellos guardo memoria, como fantasmas amigos, y con todos ellos me codeé en una gesta de la que guardarán memoria los siglos venideros.