AMBROSIO DE SPÍNOLA
Campamento de Casale
Al resplandor de mi fama acudieron a guerrear bajo banderas muchos nobles y caballeros de media Europa: duques, príncipes y marqueses. Todos sin sueldo, en calidad de entretenidos o aventureros, sin rehuir participar en escaramuzas peligrosas. Seguramente, querían tener algo heroico que contar a sus nietos el día de mañana.
Siempre eran bienvenidos a mi mesa, surtida con magnificencia, pues la comida y la conversación entre iguales relajan a los hombres y crean vínculos duraderos.
Cuando nos hubimos apoderado del primer recinto de Grol y parecía asegurada la victoria, recibí aviso de que el enemigo se aproximaba. Mauricio había atravesado el Rin con dieciséis mil hombres e intentó asaltar el campamento católico por el lado de la caballería hispana de Luis de Velasco.
Dejando los soldados justos en las trincheras del asedio, decidí salir con el resto al campo formado en batalla, y el holandés, sorprendido, se acoquinó y se alejó con su ejército.
Poco después, Grol se rindió, aunque nos costó mucha sangre.