COLOFÓN

Cuando terminé de escribir La Biblia del Diablo, al principio creí que tendría que despedirme de dicho tema. Pero ¿qué sabe uno, que solo es un pobre autor…?

El éxito de La Biblia del Diablo fue tan grande que numerosos lectores aguardaron la publicación de una segunda entrega. Al recibir esas solicitudes comprendí que no había tenido en cuenta el potencial dramático del Codex Gigas con La Biblia del Diablo… y tampoco la historia de mis personajes ficticios: Agnes, Cyprian y Andrej.

Desde un principio tuve claro que la nueva entrega debía desarrollarse durante el siguiente período histórico importante para el Codex Gigas: el camino que condujo a la Guerra de los Treinta Años, que en esta novela he presentado un poco acortado, de 1612 a 1618. Y dado que La Biblia del Diablo en realidad es un libro sobre el amor, fiel a la cita de la Primera Carta a los Corintios, era evidente que en el siguiente tomo iluminara otras virtudes mencionadas en precisamente dicha carta, en este caso la fe.

Usted acaba de leer el resultado, pero si aún no lo ha hecho porque es de los que prefieren leer los colofones como si fueran los prólogos, entonces será mejor que no siga leyendo, ya que en las siguientes páginas se revelan algunas cuestiones que preferirá no saber si es de los que aprecian una lectura con suspense. Me alegraría que estuviera de acuerdo con mi desarrollo de los personajes principales y sus biografías; pero también me alegraría poder sorprenderlo, porque la sorpresa forma parte del acto de contar historias. En cambio, jamás me perdonaría haberlo aburrido.

Echemos un vistazo a las circunstancias históricas en las que se basa Los guardianes de la Biblia del Diablo, y que en algunos lugares me vi obligado a subordinar a las exigencias dramatúrgicas de la estructura de la narración. No lo he hecho de manera frívola, pero resumir, acortar y destacar siempre han sido los recursos de nosotros, los cuentacuentos, con el fin de que ustedes, apreciados oyentes reunidos en nuestra cueva en torno a la hoguera, disfruten de las informaciones que les proporcionamos. Por otra parte, también me tranquiliza un poco que quienes nos transmitieron los acontecimientos del pasado mediante sus documentos, a su manera también eran cuentacuentos, y quién sabe cuántas cosas agudizaron por motivos dramatúrgicos…

Sea como fuere, he aquí un par de hechos.

Al principio de la historia conocemos a Sebastián de Mora y sus compañeros en el infortunio: los así llamados enanos cortesanos del emperador Rodolfo. En efecto: Rodolfo sentía fascinación por los seres humanos insólitos. Existen informes sobre su infancia en Viena donde participaba en espectáculos teatrales cortesanos y aparecía junto a un «gigante». Más adelante, el grupo de enanos que había comprado en todas las regiones del imperio, vivían en su corte… muy deseados por otros monarcas y temidos por los miembros de la corte de Rodolfo. Por tanto, la actitud del canciller imperial Lobkowicz frente a esas personas se basa en hechos históricos. Sin embargo, el auténtico Sebastián de Mora vivía en la corte española y es célebre por su retrato, pintado por Velázquez en 1643.

Por lo demás, Rodolfo no era el único que experimentaba esa fascinación: tanto los monarcas como los nobles corrientes estaban empecinados en rodearse de «enanos». Con toda seguridad, ello ocurría para demostrar su propia prosperidad (¿quién podía permitirse el lujo de mantener una «colección de seres humanos»?), pero un interés morboso muy generalizado por las deformidades corporales también era típico de esa época, demostrado por las docenas de retratos de dicho período de personas que sufrían importantes minusvalías. Por supuesto que a nuestros coetáneos dicho placer les causa un estremecimiento de repugnancia, pero por otra parte no conviene olvidar que si esos infelices no hubieran formado parte de las atracciones de una corte, habrían vivido en medio de la más absoluta pobreza o se habrían ganado el sustento como objetos de horror en las ferias.

En este contexto, para los lectores que viven al sur de la frontera entre la Antigua Baviera y el resto de Alemania, el nombre de Franz von Cuivillié debería poseer cierto significado, pues como arquitecto ejerció una importante influencia en el estilo rococó bávaro. A principios del siglo XVIII llegó a la residencia muniquesa como enano de la corte.

Entre las figuras históricas, el matrimonio Lobkowicz desempeña un papel importante. En 1603, Polyxena se casó en segundas nupcias con el canciller más importante del reino de Bohemia, Vojtĕch Zdenĕk Popel von Lobkowicz. A la dama le adjudican una extraordinaria belleza, supuestamente heredada de su madre, una noble española. En Praga se ocupó sobre todo de asuntos sociales y, tras la muerte de su madre, se encargó de dirigir la familia y el círculo español de la corte. Sus contactos con el embajador de España y con los políticos de la casa Habsburgo eran estrechos. Durante la rebelión de los estamentos y en la guerra subsiguiente estaba del lado de los católicos. También fue la única que, tras la defenestración de Praga, acogió a los procuradores Wilhem Slavata y Jaroslav Borsita, conde de Martinitz. Poco antes de morir, Polyxena contrajo matrimonio con Maximiliano, de la familia de los Wallenstein. Ladislaus von Pernstein, su padre, se arruinó a sí mismo y a su familia comprando las obras literarias más conocidas de la época, además de cuadros famosos y de instalar parques y juegos acuáticos, y al final —y por amor a su bella esposa española— compró todo un castillo. La residencia familiar de los Pernstein ya fue vendida en 1596, pasó por diversas manos y de vez en cuando permaneció vacía, de modo que resultaba ideal como escenario para los crímenes de Kassandra, la inventada hermana gemela de Polyxena. Las hermanas históricas de Polyxena se llamaban Viviana, Johanka, Elisabeth, Franziska y Bibiana, en caso de que alguien sienta interés por el significado de las iniciales V, J, E, F y B empleadas por el cardenal Khlesl en su apresurado dibujo del árbol genealógico de los Pernstein.

En 1591 el príncipe Vojtĕch Zdenĕk Popel von Lobkowicz entró en el servicio diplomático de la corte de Praga y ya en 1599 fue nombrado primer canciller del reino de Bohemia. Zdenĕk, que hablaba varias lenguas, era muy viajado e inteligente, se convirtió en el dirigente laico de los bohemios católicos. Cuando el emperador aseguró la libertad de culto para los protestantes en su carta de majestad, Zdenĕk se opuso a su soberano. Pudo conservar su puesto bajo Matías y en 1618 formaba parte de la lista de aquellos a quienes los representantes estamentales consideraban merecedores de la defenestración. Logró escapar de dicho destino porque en ese momento se encontraba en Viena. Aunque los protestantes lo consideraban uno de sus principales enemigos, Zdenĕk siempre se mostró a favor de un castigo humano de los seguidores de la Reforma y se opuso a la confiscación de sus bienes.

Heinrich —o Henyk— von Wallenstein-Dobrowitz no es una figura histórica real, pero el personaje está basado en modelos históricos del mismo nombre. El viejo Heinrich von Wallenstein-Dobrowitz llamó la atención a causa de sus panfletos en contra del emperador y evitó que lo ajusticiaran haciendo ajusticiar en secreto al impresor. Pero el delito fue descubierto y el viejo Heinrich huyó a Dresde, donde más adelante supuestamente fue envenenado junto con su mujer. Su único hijo, Heinrich, de dieciocho años, murió a tiros en Dresde. La fortuna de los Wallenstein-Dobrowitz fue confiscada y pasó a un miembro de otra línea que era leal al emperador, el más adelante ampliamente conocido Albrecht Wenzel Eusebius von Wallenstein.

Por cierto: en su versión original el nombre no es Wallenstein, sino Waldstein, pero como el nombre Wallenstein goza de peor fama lo he usado en la novela, si bien ello no se corresponde del todo con la corrección histórica.

En el caso del cardenal Melchior tuve que tomarme pequeñas licencias para que su figura no destruyera la estructura de mi novela. En realidad, su detención tuvo lugar solo después de la defenestración de Praga; sin embargo, que el rey Fernando y el archiduque Maximiliano fueron sus enemigos y quienes estaban detrás del asunto se corresponde con los hechos históricos. El cardenal tampoco fue arrestado en una iglesia de Praga, sino durante una visita oficial a la cancillería de Viena. El resto del año 1618 lo pasó bajo arresto domiciliario en el castillo de Ambras, en el Tirol. En 1619 fue trasladado al convento de Sankt Georgenberg bajo la custodia del archiduque. Solo en 1622 lo trasladaron a Roma y en 1627 regresó a su diócesis de Viena. Murió en 1630.

François Ravaillac es otra importante figura histórica, si bien solo lo conocemos en la hora de su muerte. Ravaillac, el maestro de provincias y autodeclarado regicida, que asesinó al rey Enrique IV de Francia poco después de su coronación en París, realmente sufrió el fin que yo hice narrar a Henyk. Incluso el hecho de que los caballos no lograron descuartizarlo y que un espectador unció a su propio caballo, es histórico. Extraje el entorno —centrado en Henyk y el desconocido aristócrata francés con Madame De Guise y su hija— de un ajusticiamiento igualmente espeluznante: el de Damien, quien cien años después intentó asesinar al rey Luis de Francia, pero que fracasó y, sin embargo, fue condenado a sufrir la misma muerte. Testigo de la ejecución de Damien fue el de todos conocido Giacomo Casanova, que habla de ello en sus memorias… y que menciona que en su presencia ocurrió exactamente aquello que yo he adjudicado a Henyk. No obstante, Casanova manifiesta de manera muy clara que el atroz ajusticiamiento de Damien lo afectó hasta tal punto que no se sintió impulsado a las correspondientes actividades. En vista de la sinceridad de Casanova con respecto a su vida amorosa, quizás incluso podamos dar crédito a sus palabras.

Karl von Žerotin, el prefecto de Moravia que en el asunto del supuesto asesino Komâr (que por cierto significa «mosquito») actuó con tanta indecisión, siempre supuso una lamentable figura política. Una acusación por desfalco de bienes imperiales le costó su carrera de corregidor provincial y sus esfuerzos por convencer a los estamentos bohemios protestantes de que apoyaran al emperador Matías no tuvieron éxito. En 1616 (no en 1617, como figura en la novela) fue relevado por Albrecht von Sedlinitzky. El rebelde y decidido camarlengo Siegmund von Dietrichstein también existió. Pero deduje sus conflictos con Albrecht debido a su oposición frente a Karl von Žerotin: Dietrichstein fue quien acusó a Karl de cometer el desfalco.

Matthias von Thurn, Colonna von Fels, Albrecht Smiřiky, el conde Andreas von Schlick y Wenzel von Ruppa, los cabecillas de la rebelión de los estamentos, ya han sido ampliamente presentados en el marco de la novela. Solo uno de ellos, a saber Andreas von Schlick, se encontraba entre los treinta ajusticiados por el gran tribunal penal después de la batalla de la Montaña Blanca, los demás o sobrevivieron a la primera derrota de la unión protestante o bien murieron antes de muerte natural.

Al igual que Martin Korytko, de La Biblia del Diablo, también Wolfgang Selender, el sucesor de Martin como abad de Braunau, es una figura histórica. El enérgico eclesiástico, que según algunos documentos también era oriundo de Regensburg, pero que en los anales aparece como Wolfgang Selender von Proschowitz, era el único en quien confiaban la capacidad de poner orden en las confusas circunstancias de Braunau. El abad Wolfgang reformó la abadía, reordenó la biblioteca del convento y allí también realizó la obra de su vida, pero al final fracasó debido al odio reinante entre protestantes y católicos. En 1618, cuando impuso el cierre de la iglesia protestante de San Wenceslao, él y todos los monjes fueron expulsados de Braunau y la biblioteca fue casi totalmente destruida durante el saqueo por parte de los ciudadanos de Braunau.

En La Biblia del Diablo aparecen el entonces comandante de la Guardia Suiza, el coronel Jost Segesser, y su sustituto, que es el hijo de Segesser. A primera vista parecía una exageración literaria del escenario en el que actúan, pero de hecho se corresponde con la verdad histórica, puesto que tras la muerte de su padre, Stephan Alexander Segesser incluso ocupó su puesto como comandante y por eso en Los guardianes de la Biblia del Diablo, esa especial relación entre padre e hijo tampoco está inventada por motivos dramatúrgicos, sino porque se corresponde con la verdad.

Si la descripción del juicio de Agnes y Andrej parece demasiado moderna, resulta que de hecho me atuve lo más exactamente posible a las descripciones de procedimientos que se desarrollaron según la Lex Carolina. Se conservan actas precisas sobre todo de los procesos por agresiones de los soldados durante la Guerra de los Treinta Años. Me parece asombroso que hallemos un ordenamiento procesal con jurados, secretarios de actas, ayudantes del juez y representantes de la acusación y la defensa que, con escasas excepciones, son muy similares a nuestros juicios actuales… en una época en la cual aún se consideraba que la tortura era imprescindible para obtener confesiones y solo se introdujo el añadido humanitario consistente en que el acusado debía volver a firmar una confesión obtenida durante el doloroso interrogatorio cuando lo liberaban de la tortura.

Si no firmaba, debía regresar a la cámara de tortura, claro está…

Con las pequeñas viñetas que enmarcan la acción de la novela he tratado de respetar la realidad histórica documentada en la mayor medida posible. Por ejemplo: el episodio del artista vienés que comió hasta reventar ante el público, que, de mala gana, pagó por ver el espectáculo, está igual de documentado que la moda de las barrigas gordas. Y en el caso de los escenarios secundarios he inventado lo menos posible… por más que uno quisiera dar crédito a la historia del convento de Frauenthal y las aventuras amorosas de las monjas. Sin embargo, no estoy seguro de si también en aquel entonces, durante el recorrido entre Brno y Praga, el convento fue utilizado como un albergue próximo al camino. Si uno recorre los caminos actuales, el convento más bien se encuentra alejado de todo, pero no hemos de olvidar que antaño —y al contrario que en el presente— los caminos pasaban por muchos pueblos y aldeas. El pueblo actual más próximo al convento que podría haber formado parte del antiguo camino es Pohled.

La descripción de los fetos conservados en el gabinete de curiosidades de Rodolfo es el resultado de mis propias investigaciones en el museo de Historia Natural de Salzburgo. No existen detalles precisos acerca de los objetos que formaron parte de la colección de Rodolfo, solo se sabe que existieron. El museo de Salzburgo ofrece la oportunidad de imaginar el aspecto que tenían; están conservados en una sala cuya visita resulta muy desaconsejable para las embarazadas, los niños y las personas fácilmente impresionables; todos forman parte de una colección de objetos coleccionados por médicos de finales del siglo XIX y principios del XX. Algunos de ellos son difíciles de olvidar.

Muchos diálogos o fragmentos de diálogos son citas. Por ejemplo, por mencionar uno, lo que Agnes suelta suspirando en cierta oportunidad: «¿Cómo puedes estar muerto cuando estás tan vivo en mi corazón?», proviene de san Agustín, quien literalmente dijo lo siguiente: «¡Cómo hemos podido considerar que está muerto quien está tan vivo y habita en nuestros corazones!». La réplica sarcástica de Cyprian a Heinrich: «¡Si la muerte no te encuentra como vencedor, al menos que te encuentre luchando!», también proviene de san Agustín. En cambio el soneto que recuerda Filippo cuando se encuentra con Polyxena por primera vez es una traducción libre de un poema de Robert Herrick (1591-1674): «Upon Julia’s Clothes». («Acerca de las ropas de Julia»).

Y puesto que hablamos de citas: «Arcimboldo ha abandonado el edificio», el mensaje del canciller imperial al cardenal Melchior informando de que la (supuesta) Biblia del Diablo está a buen recaudo, es una alusión absolutamente personal a la jerga del servicio secreto de los Estados Unidos. En la época en la que su popularidad era máxima, Elvis Presley solía ser conducido a través de una salida trasera de los lugares donde se celebraban sus conciertos para evitar a sus enloquecidas fans; una vez fuera, el código que informaba de ello era: «Elvis has left the building», y ha pasado al léxico de todos los guardaespaldas, sin importar a quién guiaran a través de la cocina y junto a cubos de basura para que sus fans no lo descuartizaran. Arcimboldo era un artista italiano muy apreciado por el emperador Rodolfo, especializado en pintar retratos inquietantes formados por verduras, frutas, cadáveres o desperdicios.

El powidl, o puré de ciruelas, supuestamente pertenece a los productos más conocidos de la cocina bohemia (no solo desde los años sesenta del siglo pasado). Que a Agnes y Cyprian se les hubiese ocurrido un modo totalmente nuevo de emplear ese puré dulce e infernalmente pringoso habla a favor de la flexibilidad de la receta procedente de las comarcas en torno al río Moldava.

La idea con respecto a la omnisciencia del diablo que se le ocurre a Cyprian cuando a través de su tío Melchior se entera de los temores de Andrej de que la Biblia del Diablo podía haber vuelto a despertar: «¿Quién sabría mejor que el diablo el mal que acecha en los corazones de los seres humanos?», desde luego es una cita un tanto modificada de la pluma de Orson Welles, que en The Shadow —su primera transmisión radiofónica— introdujo la siguiente cita inmortal: «Who knows what evil lurks in the hearts of men?». (¿Quién sabe qué mal acecha en el corazón de los hombres?).

Los diálogos son un permanente tema de discusión en el que a mí también me agrada participar, puesto que considero que para su creación es necesario un gran conocimiento de la escritura. Entre mis ídolos en cuanto a la redacción de diálogos realistas se encuentran Tom Wolfe y Stephen King; yo mismo dedico todo un capítulo al tema en mis talleres de escritura. Quien haya tenido la amabilidad de leer algunas de mis otras novelas y sobre todo de los epílogos, conocerá mi punto de vista al respecto: los diálogos artificialmente rústicos me parecen deplorables, esos del estilo de: «¡A fe mía, honorable caballero! ¡Deseoos toda la felicidad!», tal como solemos oírlos pronunciados por los moderadores de los festivales medievales, pero por desgracia también aparecen de vez en cuando en ciertas novelas cuyo autor ha caído totalmente en la trampa que supone utilizar el ambiente de época. En todos los tiempos las personas siempre hablan utilizando la forma más moderna de su lengua. Considero que nos distancia de los personajes si los hacemos hablar en un estilo anticuado que ya nos causa problemas cuando leemos en voz alta (estilo que de todos modos es una invención, porque no existen documentos sonoros de aquellos tiempos).

Algo diferente ocurre con los idiomas especiales. En ese caso, uno se siente feliz como autor si mediante su ayuda puede caracterizar mejor a los personajes. El narizotas y el calvo son ejemplos de ello, y procuré indicar sus orígenes mediante las palabras que emplean.

El modo en el que antaño los niños se dirigían a sus padres me hizo vacilar. Sé que mi abuela aún trataba de usted a su padre y su madre. En La Biblia del Diablo Agnes siempre se dirigía a Niklas y Theresia, sus padres adoptivos, utilizando el «vos», pero en el trato íntimo y afectuoso en las familias de Cyprian y Andrej no me pareció adecuado. Por eso (como casi siempre) opté por la solución dramatúrgica más idónea y utilicé el «tú» en los diálogos entre Agnes, Andrej, Cyprian y sus hijos.

El guardián de la Biblia del Diablo
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