Capítulo 104
Múnich, 31 de julio de 1914
—No está en la casa, Lincoln. Debe de admitir que nos hemos equivocado.
—Pero Hércules, tiene que estar aquí.
—Hemos arrancado el papel de las paredes, golpeado con martillos los tabiques y no hemos encontrado ni rastro de un cuarto secreto.
—Hay algo que se nos escapa.
—Sí, lo que se nos escapa es el tiempo. ¿No escucha la algarabía de la calle? Mañana por la mañana la guerra habrá estallado y ya no podremos hacer nada.
—No discutan.
—Perdona Alicia —dijo Hércules—. Pero no podemos continuar aquí hay que salir y buscar a Hitler.
—Pero, ¿dónde? —dijo Lincoln.
—Volvamos a la casa de los Popp, visitemos las cervecerías.
—No sabemos cuál es su aspecto —contestó Lincoln.
Hércules se llevó las manos a la cabeza, no podía creer que ahora que estaban tan cerca de conseguirlo, todo se perdiera de nuevo.
—Hércules, von Liebenfelds está perdiendo mucha sangre, no creo que resista si no le llevamos a un médico —dijo Alicia señalando las vendas ensangrentadas del austriaco.
—Merece morir —dijo bruscamente el español.
—Tal vez sea cierto, pero no podemos dejar que muera así, sin asistencia. Sería poco menos que un asesinato.
—Tiene razón, Hércules.
—Está bien. Llamen a un médico. Nos iremos de la casa antes de que llegue.
Hércules se asomó a la ventana y observó el callejón tranquilo. A lo lejos se escuchaban los rumores de los voluntarios, de vez en cuando el sonido de un cohete retumbaba en los cristales. ¿Dónde estará escondido? Se preguntó mirando su reloj, dentro de unos minutos serían las doce de la noche.